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Según el budismo, para acabar con el sufrimiento Buda tomó el 'camino del medio'. Romo, por su parte, este domingo se encomendó a otro medio, de brillante calva, para alcanzar su particular nirvana. Así, con la serigrafía del 24 a la espalda todavía caliente, Jorge Pombo se estrenaba con el equipo en El Molinón, ante un racinguismo al borde del estado de alarma y con la difícil papeleta de hacer olvidar al anterior inquilino de la mediapunta.
Pombo, sin embargo, no se puso nervioso, ni mucho menos. El primer balón ya lo pidió él: «Tranquilos, que yo me encargo», parecía decir, con el cuero cosido al pie. Sin embargo, no todo iba a ser autocontrol. A los pocos minutos, su ansia de agradar le jugaría una mala pasada. Al intentar recuperar un balón, se excedió en la presión. Amarilla, bastante rigurosa.
Pero tampoco pareció afectarle demasiado; para sacudirse el mal karma, su equipo necesitaba otras cosas, y Pombo parecía saberlo: concentración, tranquilidad y perspicacia. El mediovolante iba a aportar de todas, y en su justa medida. Su buen entendimiento con Íñigo, una gran movilidad y la capacidad de visualizar el posicionamiento del equipo en todo momento jugarían, y mucho, a su favor. Con los ánimos más serenos, a partir de ahí lo que tocaba era abrir los chakras de la defensa rival.
Suyos serían todos los balones parados y por sus botas habría de pasar todo el juego ofensivo del equipo -con permiso de la conexión Mantilla-Gassama-, pero sobre todo aportaría algo más: tempo, ritmo... Y cordura. Saber cuándo filtrar un pase al área chica, que a punto estaría de aprovechar Íñigo, y cuándo es mejor darse la media vuelta y asegurar la posesión del balón. En especial, cuando el primer gol sitúa a su equipo en un escenario inesperado: por delante en el marcador. Hay que evitar el mal de altura, a toda costa.
Como un segundo capitán, Pombo empieza entonces a ejercer: 'Trabajándose' al árbitro, señalando marcajes y hasta ayudando a estirar a Gassama cuando se queda tieso. Sabe que hay que jugar con el balón y con el reloj pero, sobre todo, hay que hacerlo con la cabeza.
Aunque sin renunciar a la sorpresa: lo mismo aparece en el extremo con un regate de fantasía, se marca una espuela o enseña el guante botando unos saques de esquina milimétricos, que comanda los contragolpes como si estuviera dando lecciones magistrales: Ahora hay que mantener el balón, ahora abrir a Camus a la banda o ahora buscar a Matheus en largo para que corra... La segunda parte, explotando las contras, llegaría a desquiciar a los rivales, con amarillas tras cortar en falta su carrusel de regates.
Aunque, en los regates, siempre suele sobrar el último; eso pareció decirle el míster en la pausa de hidratación. Aunque tal vez le preguntase por la gasolina, tras tanto kilometraje. Diez minutos después, y sin señales aún de agotamiento, Romo decidió cerrar el partido y dar el relevo a Pombo, que en el cambio se llevó la primera ovación de la temporada. El baño de multitudes continuaría después del pitido final, en la curva visitante, donde Pombo regalaría su camiseta a la afición. Que sí, que el nirvana estará muy bien, pero donde esté ganar...
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