La quinta de Martín

Acababa de hacer bueno aquel dicho de 'llegar y besar el santo'. Salió mediada la segunda parte, y el primer balón que tocó acabaría en las mallas. En su carrera, no dejaba de besarse el brazo. Un mensaje a su madre, aunque también lucía tatuada su propia imagen, de niño, cuando vestido de racinguista soñaba probablemente con marcar un gol como ése en los Campos de Sport.

En aquel momento, mientras Pablo caminaba con desgana hacia el banquillo, se estaba produciendo una de esas sorpresas que convierten al fútbol en algo tan impredecible como inexplicable. Éste era su momento, el primer partido en el que las circunstancias se conjuraban para que por fin explotara como el líder natural de este Racing renovado. Sin embargo, lo que podría haber sido 'la quinta de Torre', de pronto amenaza con convertirse en 'la quinta de Martín'. ¿Cómo? Rebobinemos.

Como si la decepción en San Lorenzo hubiera precipitado una jornada de reflexión para Javi Rozada, el técnico se decidió al fin a despejar las dudas que arrastraba la afición desde el arranque liguero: ¿a qué juega el equipo? ¿Cuál es su identidad? ¿Son compatibles sus dos estrellas?

Contra un Barakaldo muy diferente al que solía visitar en la última década los Campos de Sport, agarrotado por el farolillo rojo, Rozada hizo alarde de personalidad y mantuvo a sus canteranos. Pero también tiró de ambición y limitó el músculo hasta lo testimonial. Se lo jugaría todo al talento, con Cejudo y Torre a los mandos, en papeles intercambiables de mediapunta y cerebro. Balón, balón y balón. Tal vez en homenaje a Maradona, hasta los centrales se animaban a tocar, subir, probar…

Sin embargo, siempre cuesta abrir la lata. Sobre todo, en esta categoría. Pablo lo intentaría de todas las maneras, y tuvo dos en la primera parte, al borde del área; una sale fuera, la otra no la engancha bien y sale centrada, un globo fácil para el portero. Aún así, el equipo carburaba. En la reanudación, Rozada dio una vuelta de tuerca más a la recién encontrada identidad verdiblanca, con la entrada de Camus y Martín. El equipo empezaba a volar, con Torre a los mandos. Un Racing de canteranos: Pablo, Íñigo, Ceballos, Martín Solar y Marco Camus. Un sueño húmedo para la afición.

Y en eso llegó el gol. Fabricado por Torre en una falta ensayada, y rematado por Martín, a lo 'A mí, Sabino, que los arrollo'. Al minuto, Martín está a punto de devolverle el favor: le busca desde el extremo, con un pase de la muerte hacia el balcón del área. Pero cuando el día está de no… De nuevo, el punto de mira desviado.

Torre no tendría tiempo para más. Con el susto en el cuerpo, tras una recuperación milagrosa de Ceballos, que valía dos puntos, la joven promesa caminaba tal vez pensando en otros canteranos, como Miguel Gándara, que un día brillaron en El Sardinero, y hoy eran rivales. La confianza ya la tiene, ahora resta paciencia, hasta que explote.

Pero el día que el Racing quiso por fin jugar a grande, quien explotó fue el más inesperado: un Martín Solar en estado de gracia, que marcó dos y regaló otro a Jon Ander, y que hubiera merecido unos Campos de Sport a rebosar para que la Gradona festejara su tarde más dulce. Y su candidatura a liderar el nuevo Racing que plantea Rozada, basado en el talento local. En espera de una oportunidad para Siverio y la vuelta de Mantilla, la nueva generación llama a la puerta. Poco importa si será la quinta de Torre o la de Martín: la Albericia pide paso.