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Hoy Eibar vive un día especial. Xabi, el párroco de la Iglesia de San Andrés, se jubila. Decía su última misa tras más de 25 años como titular del culto. Eso hizo que el templo se llenara de fieles y que, tras la homilía el ... poteo eibarrés, ya de por sí concurrido, estuviese todavía más ambientado, pese a la amenaza de una lluvia persistente que paró a tiempo y no obligó a los fieles al marianito y las rabas a cobijarse bajo techo. Durante la mañana se empezaron a ver, primero tímidamente y posteriormente en mayor número, los colores verde y blanco de los racinguistas que aterrizaban en la villa armera.
Los alrededores de la plaza de Unzaga, donde se ubica el Ayuntamiento, fueron el punto de reunión racinguista, aunque las calles adyacentes también se llenaron de cántabros. De cántabros residentes en los distintos puntos de la región, con especial presencia de aficionados de Ampuero, y de verdiblancos residentes en Eibar, uno de los pueblos con que más inmigración de la región tuvo en el siglo pasado. El Kalaka focalizó los primeros cánticos, aunque fue el Guridi, el bar del club de rugby eibarrés, el que concentró el mayor número de seguidores.
Para entonces era ya la hora de comer, y la armonía y la comunión era total. Y es que antes de retirarse a sus sociedades o sus domicilios para descansar antes de la batalla los aficionados locales departieron y compartieron zuritos con los racinguistas. Unos pinchos, un bocadillo o unas raciones ayudaron a que la espera hasta la hora del encuentro fuera más llevadera. Todo ello bajo un sol radiante y ante la mirada lejana de tres vehículos de la Ertzaintza. Los agentes ponían cara de resignación cuando algún aficionado, sobre todo los de casa, les planteaba el porqué de su presencia. Nadie esperaba ningún tipo de problema.
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Llegada la sobremesa la afición cántabra cambió de ubicación y se desplazó hasta los aledaños de Ipurua, especialmente hasta la bolera del Centro Montañés, ubicada justo enfrente de la tribuna principal del campo y un lugar que ayer vivió momentos muy especiales. El avance de la jornada aumentó la intensidad de los ánimos racinguistas, que se volcaron con los suyos en el lugar en el que, hace ya años, Jesús Salmón, Tete Rodríguez u Óscar González ofrecieron tardes de gloria. Ahora la madera solo retingla por San Juan, cuando los eibarreses y sus vecinos de Ermua se ven las caras en un partido amistoso.
Poco a poco sobre el corro se juntaron cántabros, guipuzcoanos, aficionados todos al fútbol clásico y al buen ambiente antes del pitido inicial. Con el frío otoñal ya presentes los seguidores poco a poco ingresaron en el estadio, que tras su remodelación en poco recuerda al Ipurua de antaño, el adalid del balompié norteño por excelencia y un terreno de juego que no es nuevo para el Racing. Ahora es un campo moderno, de Primera división, con 8.000 espectadores de capacidad y con 6.000 asientos vendidos para los socios. Que no es poco. Eibar se vuelca con su equipo, y sus aficionados reconocían ayer que partidos como el de ayer merecen la pena.
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