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Rueda de prensa de José Alberto tras el partido en Riazor y primera pregunta: «Míster, ¿qué es lo que ha fallado hoy en el equipo?». ¿Eh? ¿En serio? Porque, casualidad o no, que dicho equipo acababa de ganar al Dépor por uno a dos, firmando ... la quinta victoria consecutiva y una racha inmaculada de quince puntos de quince posibles a domicilio. Sin embargo, la pregunta del periodista estaba más que justificada, porque en la valoración previa el entrenador se había mostrado descontento; enfadado, incluso: a partir del minuto veinticinco no le había gustado nada el juego de su equipo. Y que, teniendo en cuenta el nivel de la categoría, «jugando así no nos va a dar para ganar».
Obviamente, el míster estaba en su papel. Porque si no hay alguien velando por que el equipo mantenga los pies en la tierra, acabaría cundiendo la euforia en todos los frentes, desde el vestuario hasta la directiva, pasando por la prensa y de ahí a todo el racinguismo. Y claro, lo de avivar la llama de la ilusión está muy bien, pero todavía más importante es no perder la tensión. Ayer lo vimos en Riazor: ni ganando cero a dos está todo hecho. Es lo bueno y lo malo de la Segunda, que todos se pueden jugar de tú a tú. Bueno, todos... menos este Racing que, con permiso de lo que diga José Alberto en su papel de Pepito Grillo, está de dulce y, por lo que parece, a años luz del resto de la categoría.
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¿Que solo jugó bien veinticinco minutos? Bueno, eso es discutible, pero... ¡qué veinticinco minutos! Aquello parecía un vendaval, una borrasca llegada del Cantábrico para destrozar el día primaveral del que disfrutaban en Galicia. Pocas veces ha bordado así el juego este equipo. Bueno, iba a escribir «el juego ofensivo», pero me lo he pensado mejor por las declaraciones del entrenador, que se lamentaba de la escasa aportación defensiva de los jugadores de ataque. Por cierto, el motivo de su enfado al final del partido, cuando lo lógico sería que estuviera dando cabriolas, como el resto del racinguismo.
Sin embargo, ¿realmente el Racing defendió poco? ¿O mal? Oiga, que menudo ataque tenía el rival, y sólo lanzó tres disparos a portería. Tres. Sin apenas faltas y sin llevarse ni una tarjeta. ¿Eso no es defender de lujo? Menos mal, eso sí, que el Dépor tardó un mundo en sacar al 'prao' al chaval Yeremay, un artista capaz de volver loca a cualquier defensa; pero los verdiblancos aguantaron el tipo y, todavía mejor, defendieron los últimos minutos a lo club grande, con posesión de balón y jugando en campo rival.
¿Y que los atacantes no aportaron en defensa? Por supuesto que José Alberto lo sabrá mejor, porque ahora los técnicos son más bien científicos del fútbol, con tanto análisis de vídeo y tanta estadística. Pero cuando ves a tu delantero centro cortando un avance del extremo contrario en mitad del campo propio, porque había bajado para hacer la cobertura de su lateral, cuesta mucho reprocharles nada a los delanteros del equipo. Implicados al cien por cien, y claramente, como el resto del equipo.
Lo que pasa es que, claro... No hay que dormirse en los laureles, y eso demuestra la inteligencia de José Alberto. Los generales romanos, en los desfiles victoriosos, llevaban al lado a un funcionario que, mientras todos los demás les aplaudían, les susurraba al oído: «Recuerda que eres mortal». Para que no se le subiera a la cabeza, vamos. Pues claro: para disfrutar y lanzar las campanas al vuelo, ya estamos nosotros. Eso sí: ojalá que esta lección de sensatez no se traduzca en la lamentable costumbre de muchos entrenadores de 'tirar' la Copa, para no distraer al vestuario de la Liga. Además, ¿qué mejor ocasión de lucir el magnífico juego del equipo?
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