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Hace cinco años ya. El próximo sábado se cumplirán exactamente cinco años. ¿Quién no se acuerda? Faltaban tres minutos para que acabara la tortura de tanto empate, hasta que Rubén Durán colocó la pelota en el ángulo recto del saque de esquina, retrasó ... sus pasos para talonar la breve carrera del golpeo y con la derecha lanzó el reto de cambiar el destino de su equipo. El balón no salió despedido con el sosiego bombeado de la ortodoxia, más bien tenía vocación de disparo. Por eso voló potente, en dirección a puerta y demasiado rápido para la intención de despeje de uno de los defensas, Sellarés, que desde el primer palo saltó para despejar el peligro sin poder evitar peinar el balón hacia su portería. Hace ya cinco años de aquel gol al Llagostera.
Fue un gran día para el racinguismo. Los Campos de Sport reunieron a más de 21.000 entusiastas que mostraron un mosaico verdiblanco gigante y obsequiaron a los jugadores con una atronadora ovación. Minutos antes ya les habían dedicado su cariño con el alboroto de ánimos que escoltó al autobús hasta llegar al campo.
El Racing salió a por todas. A los siete minutos, Francis remató de cabeza un centro de Saúl que se fue alto, y a los once, Koné, también de cabeza, envió el balón por encima del larguero. Los catalanes se amarraron a su plan de acumular hombres atrás y presionar al máximo a cualquier rival. Renunció a tener la pelota y provocó faltas y pérdidas de tiempo para interrumpir el juego.
El partido se trabó. A los 25 minutos, Javi Soria disparó fuerte pero centrado, sin que el portero catalán tuviera problemas para atrapar el balón, y el árbitro no vio unas manos en el área catalán que fueron reclamadas como penalti. En el descanso, todos sabían que era un partido de un solo gol. El Racing volvió a apretar en los primeros minutos de la segunda parte, estrellando un balón en el larguero después de que Moragón sacara una mano salvadora. Koné también dispuso de sus ocasiones, la más clara en el minuto 80, cuando le robó la cartera a un defensa, se presentó solo en la portería y su disparo se estrelló en el cuerpo del guardameta.
El Llagostera no causó peligro, pero rondando los últimos minutos del encuentro gozó de la única y excelente opción que Francis sacó bajo palos. Fueron los únicos momentos en los que la afición enmudeció. Luego vino el gol, el gol único y más decisivo que no quiso tener el nombre de ningún racinguista como realizador, como si quisiera vestirse de mérito colectivo. Cuando el árbitro pitó el final hubo gritos, lágrimas, canciones, saltos, abrazos, clamores... Los jugadores pasearon por el campo para fundirse con el entusiasmo de la grada, mantearon al entrenador para elevarlo como máximo responsable del ascenso y al final, los aficionados no aguantaron más e invadieron el campo.
Luego los jugadores subieron al autobús descapotable que les paseó por las calles de la ciudad como trofeos vivos y, como ocurrió en otras celebraciones masivas de la historia del club, entraron en la casa consistorial y desde el balcón reservado a los grandes momentos, saludaron a unas 5.000 personas que prolongaron la fiesta hasta la madrugada.
Ayer Paco Fernández, el entrenador del Racing más digno de la historia, volvió a tener en sus manos la camiseta del equipo. En este caso, la que le entregó la Asociación de Peñas Racinguistas escoltado por Oriol Lozano, Ander Lafuente y Javi Pinillos, entrenador de porteros de aquel equipo. Nadie se olvidará de aquel plante ante la Real que sería un antes y un después de la historia del club y nadie se olvida de aquel ascenso que durante estas dos semanas se conjurará para que por fin deje de ser el último. Ya falta poco.
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