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Por si ya estaba poco crispado el ambiente previo al partido contra el Mirandés –lo del sablazo con el precio de las localidades sólo era llover sobre mojado, después de pésimo trato que recibió la afición la temporada pasada–, solo faltaba que los locales pusieran ... un poquito de su parte para que acabasen saltando chispas. El poquito ellos lo pusieron; tan poquito que el colegiado ni siquiera llegó a verlo. De hecho, de no haber sido por el impresionante seguimiento que se hace de los partidos, el salivazo de Gabri a Mantilla se hubiera quedado en el terreno de lo hipotético y no habría manera de explicar el impresionante cabreo de los racinguistas.
El enfado era lógico, claro: ¿qué es eso de escupir a nadie? Y mucho menos, a un compañero de profesión. Por mucho que lleven camisetas diferentes y se estén enfrentando, por encima de todo está el respeto a los demás. Los jugadores llevaban razón en sus protestas, y en cierto modo es también comprensible que el colegiado no supiera qué hacer; la acción fue rápida y difícil de ver, y además sabemos de sobra la tendencia general de los futbolistas a la sobreactuación y la engañifa. Pero lo que realmente fue increíble es que desde la sala VOR decidieran inhibirse del asunto y mirar para otro lado. Así, no es de extrañar que el cabreo fuera monumental.
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Sergio Herrero
MARCOS MENOCAL
Por fortuna, todo se zanjó con una amarilla a Peque, que acabó haciendo de justiciero. Y decimos por fortuna, porque aquello podría haber acabado en tangana, en lío monumental con una ristra de expulsados y, de paso, alguna sanción de propina que lastraría al equipo en los próximos partidos. Pero no: se impuso la cordura, y aunque la procesión iría por dentro, el asunto se quedó en las protestas airadas y esa patadita del delantero que conjuraba la rabia y poco más. De hecho, se diría que Peque no sabe cómo hacer daño; en todos los partidos recibe cinco o seis entradas con mucha más mala idea que la suya. Sin embargo, la polémica nos acabó cegando a todos, aficionados y sobre todo jugadores, que acabaron cayendo en el que tal vez sea el truco más viejo: provoca al rival y pronto pensará más en la rencilla que en el juego.
La provocación es la manera más eficaz de conseguir descentrar a tu contrincante. Es el otro fútbol, ese que no vemos pero que se juega ahí mismo, delante de nuestras narices. Te piso en un córner, te dejo la suela, salto con el codo… o te digo algo sobre tu familia, y a ver si consigues que emules a Zidane en la peor decisión de su carrera. Es decir, que utilices la cabeza para embestir y no para elaborar jugadas.
Claro que a cualquiera le ofende que le escupan –que, por cierto, ya hay que tener arrestos para provocar a Mantilla, precisamente–, pero el lance acabaría descentrando al equipo, sacándole de un partido que hasta entonces estaba dominando, y casi parecía cuestión de tiempo que acabase llegando el gol. La paradoja de todo esto es que el tal Gabri, en lugar de la amonestación, al final se llevaría una felicitación en el vestuario. Quien al final quiso aplicar la ley del talión fue Peque.A partir de ahora no va ser muy querido en Anduva. Pero no por eso, sino, porque un disparo suyo acabaría golpeando accidentalmente a un niño de la grada. Afortunadamente, sin graves consecuencias, porque aunque el impacto fuera potente y debió de dolerle bastante, y en sus labios casi podía leerse el escolar «a trallón no vale», el chiquillo no soltó el bocadillo, que siguió comiendo mientras lloraba.
Desde el campo, Peque se deshacía en disculpas. Un gesto que habla de que a la calidad futbolística se une también la humana. Esperemos que al chiquillo, además del balonazo, luego le regalase una camiseta…
Y eso que ayer el equipo cayó un puesto en la clasificación, pero también se alejó un punto más del descenso tras su empate ante el Mirandés, que supo a poco, todo hay que decirlo. Ahora, los de José Alberto tienen una nueva oportunidad este domingo ante el Oviedo (16.15, Campos de Sport) de continuar sumando. «Tacita a tacita» o de tres en tres, lo importante es aumentar el colchón y escalar en la tabla.
El viernes, antes de que arrancase la jornada, el Racing dormía séptimo, a un punto de los puestos de play off y a once sobre el descenso.Más que tranquilo. Y ahora mismo es octavo con 28 puntos, a dos de los puestos de play off de ascenso, una barrera que marca el Eibar con sus 30 puntos. Por ahora. Porque los de Joseba Etxeberria tienen que verse las caras con el Villarreal B esta a tarde a las 20.30 horas en el Estadio de la Cerámica.
La jornada no se le ha dado mal a los verdiblancos, ya no solo por el empate que han cosechado en un campo complicado como es Anduva, sino porque el resto de resultados no les han perjudicado demasiado. Los cuatro primeros de la tabla, Leganés, Sporting, Valladolid y Espanyol, cayeron en sus respectivos compromisos.
Y es que los partidos lejos de sus respectivos estadios no se les dieron bien a ninguno. El líder, el Leganés, perdió en La Romareda ante el Zaragoza por 1-0; y el Sporting, también a domicilio en casa del Cartagena, no sumó y cayó por 1-0. El Valladolid también se dejó los tres puntos ante el Levante tras caer por 2-1, y el Espanyol no pudo con el Oviedo, próximo rival del Racing, y perdió en el Carlos Tartiere por 2-0.
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