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Exigente. Sin una voz más alta que otra, pero con indicaciones claras y contundentes Aritz Solabarrieta daba órdenes en el centro del campo 2 a sus jugadores en su estreno como técnico verdiblanco. No a todos, porque en la tarde de ayer dos ausencias se ... hicieron notar en La Albericia. Faltaban Nana, que llega hoy para unirse a sus compañeros, y Bernardo Matić, que lo hará mañana martes, aunque el croata no podrá jugar el día 3 ante la Real Sociedad B en Zubieta por sanción después de ver su quinta amarilla en el último partido de liga ante el Arenas de Gexto en Gobela.
El resto agudizaba el oído para no perderse ni una coma de las directrices del nuevo entrenador. Y es que Solabarrieta gesticula, se explica y habla mucho con el grupo, seguramente en busca de generar confianza y de que los jugadores se adhieran perfectamente a su filosofía de juego. Después de todo, es cierto que ha llegado alRacing como un desconocido, pero puede pasar de anónimo a leyenda si logra sacar del pozo al equipo al final de temporada. Un ascenso todo lo puede. Y su éxito como entrenador depende de eso. De construir una escalera a Segunda.
Entre el grupo estaba también Pablo Andrade. El lateral izquierdo ya se había incorporado a los entrenamientos antes de las vacaciones, que comenzaron hace seis días, pero a un ritmo menor que el resto de la plantilla. El hecho de verlo ayer sobre el césped ejercitándose -al mismo nivel que sus compañeros- invita al optimismo sobre el estado del brasileño con vistas a los siguientes compromisos.
De repente unas palmadas y el círculo se rompe. Toques de balón para entrar en calor, que buena falta hacía a medida que avanza la tarde en ese congelador en que se convierte La Albericia en las tardes de invierno. Solabarrieta se lanzó a repartir petos. Soko,Ceballos, Torre, Gil y Cedric, los elegidos. Se trataba de que un grupo mantuviese la posesión y el otro tratase de robar la pelota. A medida que pasaban los minutos el ambiente se caldeaba. Subía la intensidad y también la voz del míster, que ya no era el chico tranquilo que arrancó la sesión. «Venga, venga ¡A correr!, ¡va va!», arengaba a sus jugadores. Levantaba la voz para hacerse oír en medio del ruido del verde o bien para llamar la atención de un jugador y así transmitirle más eficazmente las instrucciones.
Sin parar de corregirlos, se movía y corría con ellos como uno más, siempre acompañado por Cali Trueba, que le hacía las veces de escudero sobre el césped. Al otro lado del campo, acodados sobre la valla, Amorrortu y Pedro Menéndez, de la Comisión Deportiva, observaban con atención minuciosa cada movimiento. Igual que Víctor Diego, director de Relaciones Institucionales del club, pero éste lo hacía desde dentro de la cafetería sentado frente a la ventana. Y aunque en otras ocasiones no es extraño que Pedro Ortiz, el vicepresidente de la entidad, haga acto de presencia en La Albercia, ayer de la propiedad ni rastro.
Mientras tanto, en las dos esquinas del campo 2, dos grupos más reducidos trabajaban fuerza y físico intensamente. Por un lado con Cueli comenzaron Figueras, Gil, Maynau y Cedric; y por otro, con José Ángel Gutiérrez, hacían lo propio Balboa, Andrade, Solar y Ceballos. Unas divisiones que después iban rotando para que toda la plantilla pudiese pasar por sus manos. Los porteros ejecutaban trabajo específico en el campo 1 con Pedro Dorronsoro y apenas tuvieron contacto con Solabarrieta, al menos fuera del vestuario.
«Si he venido a jugar aquí...», ahora la voz de Solabarrieta sí se alzaba con brío y se escuchaba claramente. Unos minutos después ya chillaba para elevarse entre el vocerío de los jugadores que no paraban de pedirla desgañitándose y animándose entre ellos: «¡Buena, buena! ¡Eso es!». Con jefe nuevo en la oficina ninguno quiso perder la oportunidad de reivindicarse y mostrar sus cualidades. Después de todo esta es una nueva posibilidad para que quienes ya disfrutaban de minutos se reafirmen, y a la sazón, de convencer al nuevo técnico quienes no tuvieron tantos y buscan empezar a brillar.
Solabarrieta echó mano de sus notas y repartió a los jugadores en dos bloques para disputar un partidillo a campo reducido. En un equipo Iñigo, Villapalos, Mantilla, Soko, Jon Ander, Torre, Gil, Siverio y Cejudo. En el otro Martín Solar, Ceballos, Cedric, Benktib, Balboa, Maynau, Figueras, Camus y Bustos. Comenzaron a jugar mientras el cielo se oscurecía en La Albericia. En esas andaban cuando Pablo Torre dio el susto. Cayó al suelo retorciéndose tras un contacto con Camus. Todos contuvieron la respiración. Falsa alarma y bocanada de alivio generalizada. El canterano se levantó, pero ahí terminó el entrenamiento. Todos a estirar.
El equipo, que ayer pasó los test de antígenos sin ningún sobresalto al arrojar todos un resultado negativo, entrenará durante toda la semana para no perder ritmo a la hora de hacer frente al calendario que se les avecina en el mes de enero. Un pequeño Tourmalet que arranca el domingo en Zubieta. Para ese encuentro Solabarrieta solo dispone de una semana para ultimar la preparación de sus jugadores, después la incógnita de si el equipo se medirá al Real Unión el seis de enero, como proponen los vascos o el día 13, como pretende elRacing.
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Leila Bensghaiyar
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