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Alberto López Moreno, Benito Ballent, José Ceballos, Jesús Merino, Javi Pinillos... Todos coinciden. «Cercano», «alegre», «extrovertido»... Son esas características que conforman el perfil de un futbolista y un entrenador «de esos que hacen equipo».
Alberto López Moreno fue discípulo de Marcos Alonso en el Racing ... entre 1996 y 1998. El 'Tanque' era el revulsivo. No era titular habitual pero jugaba asiduamente y sus números goleadores eran más que reseñables. El madrileño lamenta «muchísimo» la pérdida. «Era una persona muy cercana al futbolista. De hecho, cuando llegó al banquillo acababa de dejar el fútbol y teníamos un trato muy cordial con él. Era muy llano, muy agradable, estaba siempre de bromas», explica. «Le encantaba apostar con todos en tiros al larguero o cualquier tipo de situación y la verdad es que yo tengo un gran recuerdo», agrega el exdelantero verdiblanco. Además, tuvo una doble experiencia con el cántabro: «Le tuve como entrenador, siendo futbolista, y le tuve como entrenador siendo médico del Real Valladolid». «Era muy respetuoso. Era fútbol en estado puro», concluye.
Otro goleador, Benito Ballent, compartió vestuario con Marcos Alonso en la última temporada del cántabro en activo. «Era un tipo muy alegre. En el vestuario siempre tenía esa voz de ánimo e influía bastante en el resto del equipo. Aportaba, aparte de su calidad humana, alegría. Siempre estaba bromeando. Era divertido», coincide el navarro en la descripción. En lo futbolístico, poco que añadir: «Ha sido internacional en muchas ocasiones y ha jugado en equipos grandes, como Atlético de Madrid o Barcelona... Ha sido excepcional. Un grande del fútbol». Su participación, aunque corta en el tiempo, fue «clave» en el ascenso de 1991 a Segunda División. «Hubo momentos de dudas en los que él, por su carácter y su experiencia, hizo que esas dudas se disipasen. Y en el partido de Getafe, que fue el definitivo, cuando salió revolucionó el partido», asegura.
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Javi Pinillos tuvo a Marcos Alonso primero como compañero y después como entrenador. «Es una desgracia», afirma el que fuera portero verdiblanco y también técnico de la casa. «He tenido la fortuna de ser compañero de él como jugador». El cántabro cuenta una anécdota que recuerda a bote pronto: «Fuimos a jugar con el Endesa Andorra, de Teruel. Hubo un lío con los equipajes y nos tuvieron que dejar ellos uno. Unas camisetas de algodón, rojas, que estaban todos los jugadores de campo con unas pintas... Marcos estaba con la camisa roja puesta, que parecía de los años cuarenta, y no paraba de bromear, sacaba barriga... Parecía que no era un jugador de fútbol». Era la actitud de un futbolista «extrovertido, alegre...». «En el ascenso de Segunda B llegó avanzada la temporada y aportó muchas cosas: experiencia, tranquilidad... Venía de grandes clubes, quería retirarse en el equipo de su tierra y aportó cosas muy importantes y eso que ya era un vestuario experto. Él fue la guinda» a una plantilla con futbolistas como Benito, Pedraza, Gelucho, Sánchez Lorenzo o Juan Carlos García. Y Pinillos después lo tuvo como técnico. «Fue el último entrenador que tuve en el Racing. A mí no me fueron bien las cosas, pero al club sí le fue bien, sobre todo en la primera temporada».
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Un caso similar al de otro portero de la época: José Ceballos. «Coincidí con él tanto como jugador como entrenador», rememora el mítico arquero racinguista, quien veía en Marcos Alonso a «un jugador de mucha calidad, eso no lo voy a descubrir». Y como los demás, insiste en que, «dentro del vestuario, era una persona alegre, que hacía equipo, caía siempre bien dentro del vestuario». «A pesar de que ya venía al final de su trayectoria, destacaba por su calidad y fue importante en el ascenso a Segunda».
Para Jesús Merino, Marcos Alonso «era más amigo que entrenador. La relación que tuve con él traspasó esa barrera». «Era un hombre muy cercano al futbolista. Él se sintió siempre futbolista. Una buenísima y maravillosa persona», destaca el central navarro. «Siempre se preocupaba por el jugador», comenta, antes de revelar uno de esos secretos de vestuario que con el tiempo ganan en gracia y encanto: «Nos animaba a salir. Cuando conseguimos la salvación a falta de una jornada, nos 'obligó' a salir toda la semana y el que no saliese no jugaría el último partido de Liga». Según Merino, «era un hombre muy fácil» y un entrenador más de palmada en la espalda que de garabatos en la pizarra. «Era mucho más cercano al futbolista y de dar libertad al futbolista que enfermo de la táctica. Le daba más importancia a lo que era esa relación y ese sentimiento de unidad del fútbol que a lo táctico», finaliza.
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