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Mara Llamedo
Picos de Europa
Martes, 1 de noviembre 2022, 15:37
En el Parque Nacional de los Picos de Europa existe un lago cristalino, cercado por cumbres, que no se llama Enol ni Ercina. Arriba, mucho más arriba de los lagos de Covadonga, a 1730 metros de altitud, hay un redondo hoyo relleno de ... aguas turquesas que duerme a los pies mismos del Paredón de Albo, en la zona más oriental de ese mágico macizo al que llaman los Urrieles, envuelto en un silencio de montaña profunda, como antiguo, y en reflejos acuáticos caleidoscópicos.
El camino que lleva hasta él es abrupto y empinado. Discurre serpenteando, primero por pista y luego marcado por jitos, adentrándose por laberintos calizos, camperas, majadas, vegas y canales, siempre con vistas privilegiadas hacia los imponentes macizos oriental y central, avanzando por un paisaje alpino, cautivador, empedrado y cuesta arriba que suma belleza a cada paso.
Y aunque la subida es dura, ganando altura por orografía caprichosa, la ruta no tiene complicaciones técnicas, está bien marcada por jitos y en los tramos más confusos dibuja un terroso y estrecho sendero, gastado de pasos, que avanza entre rocas y hierba, siempre hacia arriba. El esfuerzo de andarlo lleva hasta un paisaje de postal y de altura: el lago de las Moñetas, impresionante anfiteatro natural relleno de aguas brillantes turquesa, redondo como una moneda, privilegiadamente situado a los pies de un vertical paredón blanco que muere, lamiendo nubes, 400 metros más arriba.
Tipo de ruta: Lineal: ida y vuelta
Distancia: 14 kilómetros
Tiempo aproximado: 6 horas
Altitud máxima: 1730 metros
Dificultad: Moderada
Precauciones: Con niebla, cielos cubiertos y/o nieve en los altos mucho cuidado las personas sin experiencia
Este camino tiene dos tramos: uno transcurre por pista, sobre un sendero marcado como GR-PNPE 202 «Ruta de la Reconquista» y el otro avanza por caótico terreno calizo, cruzando majadas y vegas, en constante pendiente, por los característicos paisajes de apariencia alpina de los Picos de Europa, siempre con vistas de impactantes e imponentes montañas que alzan la cabeza por encima de los 2000 metros de altura.
Para comenzar la ruta, debemos acercarnos hasta Sotres, acogedor pueblo cabraliego de poco más de cien habitantes al que se llega a través de estrecha y sinuosa carretera de montaña. Unos metros antes de la citada población, encontraremos el lugar conocido como la Curvona. Desde ahí, cogiendo una buena pista, comenzamos a caminar -en sutil descenso y durante un kilómetro aproximado- hasta recabar a una preciosa y amplia majada: los invernales del Texu, hogar de ganado y pastores cabraliegos que luce numerosas cabañas y es puerta de entrada hacia lo profundo de estas montañas.
En los Invernales del Texu encontramos un cruce de caminos en el que se señalan las direcciones de la conocida como Ruta de la Reconquista, un recorrido de 60 kilómetros que une Asturias y Cantabria atravesando bellísimos paisajes de los tres macizos. Nuestros pasos por esta pista deben tomar la dirección que indica el camino hacia los Puertos de Áliva, el cual cruza ascendiendo preciosas vegas asomadas a las orillas del Duje.
Las moles rocosas de Ándara y los Urrieles adornan las vistas, y los pasos suben en suave pendiente durante algo más de 3 kilómetros para conquistar otra importante y bella majada: las Vegas del Toro, donde las vistas se abren y donde el recorrido abandona la pista marcada que nos trajo hasta aquí.
En este punto, debemos desviarnos a la derecha dejando ya el sendero de la Ruta de la Reconquista para internarnos entre cabañas y, siguiendo marcas de jitos, avanzar por una campera ascendente que se interna, sin prisa y con espectacularidad, en una canal abierta adornada por la silueta –al fondo- de Peña Castil.
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Remontando altura a través de pastos, llegamos a la zona de la riega de Camburero y seguimos un sendero terroso que avanza hacia la izquierda, con el macizo Oriental ahora a nuestras espaldas, hasta encontrar una nueva bifurcación estratégica: a mano derecha, el sendero continúa rumbo al Collado de Camburero y, después, hasta Peña Castil. Nosotros debemos desviarnos a mano izquierda, una dirección que nos va a ir internando en el valle de las Moñetas, imponente, ascendente y plagado de belleza.
Los montículos de piedras en equilibrio hacen de discretos guías mientras el caminante cruza y gana altura por el valle. Al fondo de la caprichosa orografía, ya se distinguen las murallas rocosas del Paredón de Albo, preciosa montaña con cumbre a 2129 metros de altitud en cuyos pies se encuentra el lago al que nos dirigimos.
Sin embargo, aún queda camino por delante y está cargado de cuestas hacia arriba a través de este enrevesado territorio de roca y hierba, avanzando entre piedras que parecen una desordenada escalera. Prestando atención a los jitos, veremos que su rumbo sigue siendo hacia la izquierda.
El abrupto y singular terreno va elevándonos y pronto nos dejará ante una canal estrecha que concluye en un espacio abierto de pastos de altura: estamos en la conocida como Vega de Carnazoso, impresionante y salvaje. Para salir de ella debemos llegar hasta sus bordes, buscando una pequeña canal de rocas desordenadas que vamos a atravesar. Tras ella, hallamos- de nuevo- el sendero, que ahora vira hacia la derecha repentino para subir y subir por un suelo que cada vez es menos cómodo y que se acerca, de frente, al Paredón de Albo.
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Todo alrededor parece enorme: los afilados y presumidos dosmiles, la subida que toca conquistar, el paisaje inmenso que nos rodea… Sólo resta permanecer atentos a las marcas e ir ganando altura, nivel a nivel, por esta escalera natural de piedra caliza y verde que no da tregua a las piernas ni deja de impresionar por su belleza circundante.
Tras muchos pasos ascendentes, alcanzamos de manera repentina una enorme depresión rellena de piedras, profunda y seca: es el «Viejo», un gran hoyo que en su día fue también un lago y que hoy hace de antesala del de las Moñetas, sorprendiendo por su hermosura a pesar de estar desnudo de agua. Desde aquí, queda un último y duro tramo que salvar, bordeando el antiguo lago seco y afrontando una fuerte pendiente a través de una inclinada vereda color clorofila que, súbita, termina al borde mismo del destino que buscábamos: las verticales paredes del Paredón de Albo y el pequeño, bello y sorprendente Lago de las Moñetas, un lugar donde reinan el silencio y los reflejos acuáticos turquesas, que cambian al ritmo que marcan las nubes y están hechos de aguas heladas nacidas de escarcha, nieve y deshielo.
La belleza del lugar, el conjunto que forman la alta montaña y el diminuto lago resplandeciente, parece estar parada en tiempos remotos. En este sitio escondido en las alturas quedan lejos el bullicio y las prisas que reinan en el mundo cotidiano. El reflejo en el agua parada de la caliza y las nubes resulta un espejo hipnótico, ideal para descansos contemplativos, inspiración y recargas energéticas del alma.
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Un lugar sumamente agradable, lleno de paz y de ecos silenciosos, del que cuesta despedirse y que compensa de sobra el esfuerzo de la subida. Para el regreso, reconquistamos el sendero que nos trajo hasta aquí en dirección inversa, pasando de nuevo por todas las encrucijadas, descendiendo la escalera natural de piedra y césped que nos fue elevando en el ascenso y que, ahora, se entorna hacia abajo, dejando atrás la silueta cercana de Peña Castil, hasta llegar a las vegas de Toro y retomar la pista que nos llevará de vuelta a Sotres, sitio en el que concluye esta intensa y bella excursión para conocer el lago de las Moñetas, uno de esos tesoros escondidos en los Picos.
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