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ELENA SIERRA
Lunes, 2 de marzo 2020, 14:18
En el mapa 'ilustrado' para los turistas se ve cómo se concentran entre un rinconcito pequeño de Cantabria y la muga con Palencia y Burgos, símbolos de todo tipo. Son los correspondientes a yacimientos o arqueología, iglesia o arquitectura rupestre, arte románico, puente histórico, ... conjunto rural relevante, centro de interpretación o museo, casona o palacio, torre medieval, necrópolis, hasta hay unas huellitas que hacen referencia a la observación de fauna... Cualquiera que le eche un ojo al mapa, si está interesado en la historia y otro poco en la naturaleza, sentirá que tiene llegar hasta allí en cuanto pueda. Este rincón lo atraviesa el Ebro justo antes de adentrarse en Burgos y si se centra la ruta en unos pocos kilómetros en línea recta -los ocho que van de Polientes a San Martín de Elines, el que tiene una de las joyas de la zona- se puede visitar de casi todo en una sola jornada.
De Elines a Arroyuelos, otro de los puntos destacados, hay poco menos de dos kilómetros, y en los alrededores hay otros lugares de mucho interés como Villaverde y Santa María de Hito, Ruerrero, Cadalso y Arenillas de Ebro, muy cerca unos de otros. Pero primero lo primero: San Martín de Elines. Cuando se dice que es la colegiata de este nombre tiene visita, no se dice porque sí. La tiene, aunque no es fácil. Admirarla desde fuera, sí, por supuesto, y ya de esta manera queda claro que es una obra maravillosa, tan alta y con todas esas figuritas en los capiteles y canecillos; otra cosa es meterse dentro.
Aunque en las webs se invita a llamar a algunos números para concertar la visita, en cuanto se llega al pueblo probablemente lo primero que digan los vecinos es que de eso nada, que desde que cambiaron por última vez al párroco ya no es posible. También se dejará caer que ir el domingo sobre las diez de la mañana -que es cuando realizan las tareas de limpieza- es una forma de apreciar lo que vale este templo también por su interior, donde están las que, si pudieran, presumirían de ser las únicas pinturas románicas de toda la comunidad. Otra opción es asistir a misa, el domingo también, a la una.
Por fuera, de todos modos, la de Elines es una edificación sorprendente, con esa torre circular tan alta adosada, todas esas figuras y las cenefas, las ventanitas decoradas. Según los estudios, fue construida a principios del siglo XII sobre los restos de una iglesia anterior que sería de estilo mozárabe; de esta otra época, dos siglos antes, conserva algunos restos. Y el claustro renacentista por el que se entra a la iglesia expone piezas de la colegiata y de algunas iglesias de los alrededores (canecillos, pilas bautismales y sepulcros).
Hablando de los alrededores, muy cerquita -tanto que se puede ir a pie, no llega a media hora el paseo y permite acompañar un rato al Ebro y cruzarlo- está la ermita rupestre de Arroyuelos. El alcalde del pueblo se encarga de abrirla todos los días temprano y el acceso es libre, así que acercarse a este pueblo subido en la ladera y con buenas vistas de los bosques, los campos de cultivo y la sierra enfrente, siempre tiene recompensa.
La roca arenisca horadada allá por entre el siglo VII y el X está consagrada a San Acisclo y Santa Vitoria de Arroyuelos, y aseguran que es la de mayor complejidad de las ermitas rupestres de Cantabria. Tiene dos plantas. Abajo se ve perfectamente el banco corrido y hasta los armaritos excavados en las paredes, y unas escaleras suben a la de arriba, que es mejor adivinar desde fuera. Lo que se ve así es una pared levantada por mano humana y una ventanita y en el suelo, los restos de una necrópolis con tumbas de tipo antropomorfo. Un paseo por el pueblo, subiendo y bajando las cuestas, permite asombrarse también con los sistemas constructivos empleados en la arquitectura civil, porque la existencia de estas paredes calizas ha hecho que se apoyen en ellas partes de las casas. Y continuar camino hasta la iglesia barroca de Santa Catalina, en el otro extremo.
Desde la ermita rupestre parte un sendero entre árboles que llega hasta Villaverde de Hito, que dicen que debe la primera mitad de su nombre a la frondosidad del bosque. Allí, a unos minutos a pie del punto anterior, hay un iglesia, la de San Cosme y San Damián, cuya particularidad es que tiene una espadaña adosada a la que se sube por una escalerita. Lo mismo ocurre en la vecina Santa María de Hito, donde la espadaña es el único resto de su construcción románica del templo de Santiago Apóstol. Aquí, además, se encuentran los únicos vestigios de romanización encontrados hasta el momento en la comarca. El yacimiento existe pero no se visita, pero que se sepa.
De vuelta de estos paseos, en la carretera que une San Martín de Elines y Polientes hay que hacer una parada en Cadalso. El pueblo es minúsculo y lleva un nombre que asusta pero tiene una ermita rupestre, también pequeñísima, y es un hallazgo. No es que haya que buscarla mucho, está situada a ras de carretera, bien a la vista. Lo de hallazgo viene a que es como si alguna expedición alenígena hubiera dejado ahí tirada una de sus naves para que los curiosos tuvieran que detenerse sí o sí y acercarse a observarla. Creen que data del siglo IX. En la distancia, en la llanura junto al Ebro, se ve una torre fuerte en estado de abandono total, con más de cinco siglos de vida.
Es raro ver una torre defensiva en el llano, teniendo colinas desde las que vigilar el avance del enemigo. En Ruerrero optaron por este otro sistema, más tradicional. En lo alto del pueblo se levanta así una atalaya construida en los siglos XIV-XV; le faltan muchas piedras, pero su carácter de vigía sigue intacto. Tiene adosada otra torrecita más pequeña, que sirve como contrafuerte, y que se puede apreciar mejor desde alguno de los caminillos de la parte baja y a las afueras del pueblo.
Un pueblo que merece un paseo por sus casonas y palacios blasonados, por la iglesia de Nuestra Señora de los Nieves, por alguna cuadra en la que no falta una nota de escultura en la fachada o la ventana, por la plaza y calle principal con soportales, por el puente medieval... y hasta por la quesería que elabora los quesos Valluco, que tiene varios premios en los World Cheese Awards.
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En Polientes, el pueblo más grande de la comarca y en el que ya hay unos cuantos retaurantes y alojamientos entre los que elegir además de supermercado, biblioteca y otros recursos, está situado el museo etnográfico que sirve para hacerse una buena idea de la vida en este rincón cántabro. Se organiza en tres plantas y secciones –Valderredible en la Historia, Vidas Cotidianas y Otras Vidas, Otros Mundos–, pero ya antes de entrar en el centro la clave arquitectónica dice mucho: se atraviesa un arco y se entra en un patio en el cual se abren puertas a diversas edificaciones, farmacia incluida.
La visita al museo se realiza a demanda en horario del Centro Cultural o de la Oficina Municipal de Turismo. Un paseo por Polientes también ayuda a situarse en el paso del tiempo. Porque aunque existe desde hace por lo menos diez siglos, el corazón es la plaza de la Olmeda (por un árbol enorme que hubo allí) y sus edificios, que datan de finales del XIX y comienzos del XX. Hay que merodear por el barrio del Palacio para ver casonas antiguas y si se llega al río, se podrá tomar algo en lo que antes fue el molino de Valdeperal (www.molinotejada.com), ahora restaurante y centro de ocio.
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