M-Clan, de nuevo en la ciudad
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Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez regresan a Torrelavega, esta vez en formato acústico, con un completo repaso a su extensa trayectoria«Me parece muy complicado hacer crónicas de conciertos». Quien expone esta reflexión es Daniel Martínez, compañero, periodista político y además, persona, que semana tras semana es capaz de poner ritmo y claridad al complejo ruido de sus señorías, los políticos cántabros. ¿Más difícil que ... eso? Improbable.
Pero verán, si me permiten el inciso, los periodistas que escribimos sobre música, que no musicales (aunque eso es otro debate), llegamos a pie de escenario como los rastreadores del covid. Tenemos las herramientas necesarias para analizar al sujeto que ofrece el espectáculo y valorar su estado.
El análisis realizado a Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez ha dado positivo. Positivo en lo que a salud se refiere. Dos horas de concierto se marcaron los M-Clan en Torrelavega, en formato acústico, de menos a más y recuperando la esencia de lo que era la banda en sus comienzos. Una ciudad donde son habituales. Cuando a la renombrada como cruce de caminos, la llamas «Torre», sin más, es porque sabes donde estás. Y así lo hicieron en varias ocasiones.
Empezaron fríos, las cosas como son, pero el rock, como el fuego, va alimentándose poco a poco sobre su propia brasa. No es fácil, cual emperador con traje nuevo, presentarse ante más de 700 fieles con menos ropa de lo habitual. Pero hay dos cosas en sus costuras que no fallan: dos décadas de escenarios y la maestría al manejar sus recursos, en este caso, escasos: cajón, guitarras, pandereta y armónica.
Con esos mimbres iniciaron el show con 'Filosofía barata' (2004) y 'Souvenir' (2001), extraída del disco 'Sin enchufe', cuyo aniversario tenían previsto honrar este año con la grabación de nuevo de esa colección de canciones. Antes, claro, de que el covid lo silenciara todo.
«Es bastante emocionante esta gira», reconoció Tarque al comienzo de su comunicación con el público. «Gracias por hacer esto posible». Ruipérez, siempre más comedido, se estrenaría hablando tras la interpretación de 'Para no ver el final'. «Me encanta oírlo cantar», afirmó sobre su compañero del que conoce todo lo bueno y lo malo. Nobleza obliga. Lo destacable de Ruipérez es que puede suplir él solito a toda una banda sin que se note su ausencia. O no mucho. Cierto que el espíritu de Coki Giménez a la batería, Prisco y Raya a las guitarras o el descomunal talento de Luis Prado a los teclados, sobrevolaron toda la sesión, pero la cocina de aprovechamiento impuesta por la pandemia lleva la sopa a estar más fría que nunca. Sienta bien, sin embargo, en este concierto tipo Blas de Lezo, donde el concepto está presente aunque falten piezas.
Tarque, que se ha estrenado con la guitarra en este confinamiento, a pesar de haberse reconocido siempre como mal instrumentista, se arrima a la sombra del enhiesto compañero, donde todo refugio parece posible. Se miran, se ríen y demuestran que la distancia, la pausa, les ha sentado bien. El vocalista por antonomasia se revuelve entre el cajón, tocado con escobillas, «el ERTE de los bateristas», como lo define un experto y controlando su natural presencia escénica en un terreno menor, pero sin nada que envidiar a la lengua de Gene Simmons. Suenan 'Llamando a la tierra', Roto por dentro' o 'Perdido en la ciudad', la primera canción que tocaron en directo ya como M-Clan, registrada en 1995 en el disco 'Un buen momento', grabado en Memphis. Empezaron con fuerza.
«Esperanza, ilusión y ganas es lo que necesitamos para seguir viviendo -afirma Tarque- Todo saldrá bien». Es una constante en los conciertos que se van sucediendo en la capital del Besaya, esa especie de letanía que se lanza desde el escenario. La música une, hermana. Hagamos lo mismo con el mensaje, parecen querer decir los artistas. Abajo, con sus mascarillas, los asistentes se entregan. La aficionada lo dejaría aquí. La cronista tiene que añadir algo más: da igual los intentos que hagamos; no sabemos dar palmas. Miren que parece sencillo seguir el ritmo que establecen las cuerdas, pues no hay manera. De lo que debería ser un sonido común salen cinco ritmos independentistas repartidos cada uno por su república de filas. Y parecido nos pasa con los coros. Ahí tienen a Tarque, insistiendo «Esta va con la u», y lo intentamos, pero nada. ¿Qué importa, si lo que suple la coordinación es el sentimiento?
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Pilar González Ruiz
Pilar González Ruiz
En medio de los temas extraídos de su particular «sueño americano», el redondísimo 'Delta', publicado en 2016, se coló el 'Welcome to the jungle' de los Guns N´ Roses, se paseó el león de Belfast, Van Morrison y aparecieron incluso Los Rodríguez.
Hubo dos dedicatorias significativas. La primera, con la emblemática 'Miedo', para los sanitarios, «la gente que más se ha ocupado de nosotros, que se han jugado la vida». Un agradecimiento extensivo a los servicios esenciales durante el confinamiento «que esperemos, no se vuelva a repetir; está en nuestra mano. Seamos responsables», insistió Tarque. El segundo, con 'California', para «todos los profesionales que hacen posible tener música en directo». Un privilegio que, confiemos, nos dure todo el verano y recupere su terreno en las salas en el invierno. Sin ello, el frío será más duro.
'Damn the torpedoes' fue, a finales del 79, el disco que cambió la vida de Tom Petty y de sus Heartbreakers, referente continuo de M-Clan (Tarque lucía camiseta con su nombre al acabar el concierto, de hecho). La magia del de Gainesville fue hacer que el público sintiera que las canciones hablaban de y para cada uno de ellos. En esa normalidad tan ruda que esconde el género más catártico, reside también el éxito de una banda que ya no debe favores. Que puede permitirse hacer un alto para seguir su búsqueda. Que no quiere repetirse cantando 'Carolina' para llevárselo fácil y asume nuevos retos para levantar el vuelo. Mientras esperamos la siguiente venida, «ponme a los Stones para aterrizar mejor».
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