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Todavía bajo el efecto del golpe que ha supuesto el anuncio del Grupo Solvay respecto a reducir la capacidad de producción de la fábrica de Torrelavega y ceder el mercado exportador latinoamericano a la planta homóloga de Estados Unidos, la multinacional desplazó ayer a ... Cantabria a varios directivos e insistió en un mensaje que viene reiterando desde hace años. La diferencia, en este caso, es que la química belga ya ha empezado a tomar decisiones sobre el porvenir del complejo de Barreda, por lo que cabe intervenir con urgencia para garantizar el futuro de la instalación.
En esa encrucijada en que se halla la factoría, que acumula trimestres esperando que la Administración central apoye sus inversiones para abandonar el carbón y producir con fuentes renovables, los directivos de Solvay insistieron ante sus colegas de Torrelavega en que la transición energética es «vital» para garantizar que la planta especializada en la elaboración de carbonato y bicarbonato siga teniendo futuro, más en un contexto en el que el coste de los derechos de emisión de CO2 irá dificultando todavía más la actividad fabril.
El mensaje, además, no provino de cualquiera. Fue el propio Philippe Kehren, responsable de la división de carbonato en Europa, el que abundó en esta necesidad. Así lo confirma a El Diario el presidente del comité de empresa, Roberto García (UGT), que precisa que ahora la prioridad pasa «por reducir costes energéticos».
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Para García, además de ser una necesidad ineludible, el ámbito energético igualmente podría traer, en el medio plazo, nuevas oportunidades en caso de situar a Barreda en niveles competitivos de producción.
Lo que también quedó claro para el comité de empresa en la reunión mantenida con los altos directivos de Bruselas es que la medida de rebajar el volumen de producción de carbonato en un 33% anual, para pasar de 900.000 a 600.000 toneladas anuales, no tiene vuelta atrás ni será coyuntural.
Una decisión definitiva sustentada en que «la situación en el mercado no parece que vaya a variar los próximos diez años», manifiesta el presidente del comité.
La consigna, por tanto, está clara. «Tenemos que ser competitivos contra los turcos en nuestros mercados locales -España, Portugal y quizá Francia-, como lo hacen el resto de fábricas europeas».
Durante el encuentro también salió a colación el temor por el impacto en el empleo de la reestructuración. «Nos han dicho que no tiene por qué haber impacto, que en todo caso se trata de optimizar la fábrica. Eso sí, nos han adelantado que en caso de tener que negociar alguna cosa se hará como se ha hecho siempre en Solvay, con consideración con los trabajadores».
El presidente del comité matiza además que el fin de la exportación hacia los mercados latinoamericanos se acometerá de forma progresiva a pesar de que la propia multinacional fijó el 1 de enero como fecha para el cambio, especialmente porque la planta de Estados Unidos, situada en Wyoming, igualmente debe adaptar sus procesos.
Mientras tanto, muchas de las miradas están puestas en el Perte de Descarbonización, cuyas primeras líneas de ayudas debían salir este mes, de modo que los proyectos pudieran presentarse en noviembre. El Gobierno dijo que era inminente, pero aún no hay noticias. Y el tiempo corre.
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