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Nuestro inolvidable paisanuco Vital Alsar fue el hombre al que, candil en mano, buscaba Diógenes por las calles de Atenas. Podemos dar fe de su honestidad y bonhomía quienes tuvimos la fortuna de conocerle y, en consecuencia, admirarle. Qué tristeza provoca la noticia de su fallecimiento en México ... , qué infinita tristeza. Le entrevisté tantas veces en mis programas de radio y televisión... Siempre me dejó una huella indeleble. Su mensaje universal de paz quedaba impreso en cualquier conciencia pura. Calaba hasta el alma. Podría evocar en estas líneas infinidad de momentos que me contó. Elegiré dos que considero muy representativos. El primero, su encuentro en Nueva York con otro genio que España regaló al mundo: Salvador Dalí. ¡Vital Alsar y Salvador Dalí juntos en la ciudad de los rascacielos! Conectó con el artista para que plasmara su creatividad en la vela de una de las embarcaciones desde las que fomentaba la reconciliación universal. Resultó inmediata la sintonía entre ambos, por lo que el pintor se puso manos a la obra, convirtiendo en realidad la petición. Otro pasaje extraordinario de su vida tuvo lugar en alta mar. En medio de un terrible temporal, olas gigantescas zarandeaban de madrugada su balsa como si fuera un pelele. «En esos instantes, cuando veía más cerca que nunca la muerte, agarrado como pude para no caer, empapado, decidí ponerme en pie y gritarles a cada una: ¡guapa!, ¡bonita!, ¡preciosa!, ¡maravillosa! Y de repente... el mar se calmó. Mágicamente. La noche volvió a ser estrellada y placentera». Vital llevó a la práctica cada día las palabras de George Bernard Shaw: «Ves cosas y dices: '¿Por qué?'. Pero yo sueño cosas que nunca fueron y digo: '¿Por qué no?'». Hacedor de sueños, demostró que la ilusión no tiene fronteras, que casi todos los ciudadanos somos carceleros de nuestra propia falta de voluntad para romper la rutina e ir más allá de los deseos. Su ejemplo de romanticismo y su testamento de Paz (así, con intencionada mayúscula), chirriante con la realidad que sigue imperando, constituyen un legado sin precio. Iluminan el camino a seguir. Feliz travesía por la eternidad, querido e inolvidable amigo.
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