
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La avenida La Naval,la calle Duque y Merino o el área de La Vidriera. Son todos espacios prácticamente montados en el cauce del río ... Híjar. Lógico que hayan resultado ser las zonas más inundadas tras la riada de la madrugada del pasado viernes. Las crónicas de Reinosa no recuerdan inundaciones semejantes en su historia, con excepción de las que asolaron a Cantabria entera en 1983, y tiene su lógica. «La realidad urbana de la ciudad ha cambiado mucho en los últimos dos siglos y sobre todo en las últimas décadas», explica el profesor de la Universidad de Cantabria Juan Carlos García Codrón.
Lo del pasado jueves fue la confluencia perfecta de factores para que sucediera la catástrofe. Primero, los suelos, saturados de humedad por el otoño lluvioso, no tienen capacidad para absorber nada más. Segundo, a unos cuantos días de bajas temperaturas e intensa precipitación, que en Campoo se tradujo en nevadas, le siguieron varias jornadas de viento sur, con lo que eso repercutió en el desnieve. Y para completar el cóctel, las lluvias torrenciales del jueves fueron la gota que colmó el vaso. «Es una lotería de origen natural que es difícil que toque, pero hay que estar prevenidos porque a veces toca», razona el profesor del Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio.
«Reinosa está ubicada en la confluencia entre el Ebro y el Híjar, en buena parte de lo que es la zona inundable y esto es un fenómeno relativamente reciente, derivado de los planes de ordenación urbana de las últimas décadas», agrega el experto. Sobre todo, a raíz de las inundaciones históricas de verano de 1983, se realizaron numerosas obras de canalización de cuencas en toda Cantabria y Reinosa fue uno de los ejemplos más claros. «Cuando acometes una intervención de este tipo te sirve para frenar pequeñas riadas, pero no para cuando la naturaleza se desboca de verdad». «Además, tiene un efecto pernicioso sobre la percepción humana porque da cierta imagen de seguridad que en realidad no existe y esto lleva a que la urbanización se meta más y más en las zonas que son susceptibles de inundarse».
Una vista cenital del mapa de la ciudad permite ver con claridad cómo las zonas más afectadas por la riada del pasado viernes son precisamente las que invaden el margen del río y aquellas que tienen una conexión directa con el cauce por medio de calles y avenidas. «Hay gente que afirma que esto es culpa del cambio climático, pero en realidad no es tanto así. Lo que pasa es que ha cambiado mucho la vulnerabilidad humana».
Sucede que el siglo XIX trajo un cambio considerable en el urbanismo de la ciudad. Se levantaron edificios monumentales, como el Ayuntamiento o la plaza de abastos. Crecieron también las calles, paseos y alamedas. En 1871, por ejemplo, se inauguró la estación de ferrocarril y la fábrica de vidrio de Santa Clara.
Más tarde, con el incremento de población que llegó con el decenio comprendido entre 1920 y 1930, hubo que construir grupos de viviendas como sucedió con Las Eras, La Remonta, Los Tinglados, Las Casas de Valle y Ciudad Jardín. En algunos casos se ubicaron en enclaves de riesgo, demasiado cercanos a la cuenca del Híjar. «Luego están los casos de Matamorosa y Bolmir, que literalmente son pueblos que están sobre el cauce del río. Lógicamente suceden cosas de estas cuando viene una riada de verdad», concreta el experto.
Reinosa y la zona de Campoo han conocido algunas de las nevadas más intensas de Cantabria, pero nunca antes, salvo en agosto de 1983, se había vivido un episodio semejante de inundaciones.
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Ana del Castillo
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