«La gestión del covid en una residencia es como sostener un jarrón chino durante un seísmo»

«Ha sido un diciembre tremendamente complicado y muy duro. Llevábamos trabajando muchos meses para tratar de evitar lo que finalmente ocurrió. El problema es que cuando el virus llega a un centro residencial no entra, más bien explota».

Lázaro explica que «el foco comenzó en una planta de la Residencia San Francisco I, luego se extendió a otra y finalmente a todos los edificios de la misma. Por contra, la incidencia ha sido muy limitada en la Residencia San Francisco II, donde sólo se llegaron a contagiar cinco trabajadores y un residente, que resultó asintomático». Pero el director ha querido valorar el papel de los trabajadores, también del personal de refuerzo. «A todos ellos se les ha pedido un plus de responsabilidad, aunque han adquirido además un compromiso extra con los propios residentes, personas de riesgo y muy vulnerables. Estas semanas han dado el 120%. Sabía que la fundación tenía muy buenos profesionales, ahora lo puedo demostrar».

Según Lázaro, «la gestión del coronavirus en una residencia de ancianos es como sostener un jarrón chino durante un terremoto. Tienes algo muy valioso y frágil en las manos al tiempo que vives con la incertidumbre y el miedo a lo que va a suceder en cada momento. Esa es la sensación que tenemos los profesionales y para afrontarla recurrimos a todas las herramientas a nuestro alcance, como los barridos de test, que se han demostrado imprescindibles, al igual que la coordinación sociosanitaria. El virus no sólo es invisible, sino que llega con nocturnidad y alevosía. Además es devastador, hemos visto casos de gente que en apenas unas horas pasaban de estar bien a casi no llegar al hospital. Ha habido casos que nos han partido el alma, profesionales que han llorado tras el fallecimiento de residentes no solo muy responsables sino además optimistas, ellos nos animaban a nosotros. Nunca se nos va a olvidar el mes de diciembre de 2020».

Emilio Saiz, uno de los usuarios de la Residencia San Francisco I de Reinosa, reconoce que «lo más duro del mes de diciembre ha sido la imposibilidad de salir a la calle, de pasear, porque me encanta andar, pero he asimilado que no podía salir. Todos nos hemos resignado a las circunstancias». Emilio insiste en destacar que el personal «se ha portado de diez con nosotros. Todos son muy atentos y comprensivos. Siempre están detrás mío para que me coloque bien la mascarilla, se me baja y voy a tener que poner una pinza de la ropa».

Por su parte, las gerocultoras Mari Carmen Hernando y Laura Vicente reconocen que han sido semanas «muy duras, con muchísimo trabajo y ver a los abuelos en esa situación nos ha tocado muy de cerca, pero ha habido mucho compañerismo y organización». «La residencia se ha dado vuelta siete veces y de un día para otro cambiaban las cosas. Fue catastrófico. Además, los que hemos tenido que pasar la cuarentena en casa, tampoco lo hemos pasado nada bien sabiendo la situación del centro», explican.