El cuerpo encontrado en las marismas de Santoña es el del pescador desaparecido

Los dos pescadores intentaron llegar a tierra a nado, incluso ya habían hecho pie, cuando un segundo golpe de mar arrastró a José Luis. Su compañero Fernando logró llegar a la orilla y, tras intentar localizar a su compañero sin éxito, acudió al Club Náutico de Laredo a pedir auxilio, a unos 150 metros del lugar, que pudo salvar a pesar de las olas y a ciegas en medio de la noche. Allí le atendió un vigilante de seguridad, Gonzalo Herrería 'Zali', «el detector de movimientos notó que alguien se estaba acercando al club. Era un chaval pidiendo auxilio». Era Fernando, que, aterido de frío, contó al vigilante que un golpe de mar había hecho volcar su barca cuando estaban levantando los aparejos en una rompiente muy cercana a la orilla. Zali fue quien dio aviso a los servicios de emergencias. «Tenía síntomas de hipotermia y un golpe en la nariz. Apenas podía hablar. Me contó que estaban levantando los aparejos cuando recibieron el golpe de la ola», relató el vigilante.

En «apenas cinco minutos» se personó en el lugar el 061, que atendió a Fernando, y posteriormente lo hicieron dotaciones de Bomberos, Policía Local y Guardia Civil. En ese momento se puso en marcha el dispositivo de búsqueda del pescador desaparecido.

Un amplio dispositivo de rescate, con embarcaciones, helicópteros y patrullas, llevaba buscando a Muela desde que naufragó. Los rescatadores encontraron la barca volcada en el mar, a la altura del hotel Playamar, y unas botas, que supuestamente pertenecían a José Luis. Luego la mar echó a tierra los remos y aparejos.

Durante diez horas los distintos servicios de emergencias peinaron por tierra, mar y aire toda la zona, ante la preocupación de los familiares y amigos del desaparecido, que aguardaban en la explanada de El Puntal de Laredo. A las dos y media de la tarde el helicóptero del Gobierno de Cantabria localizó y rescató el cuerpo de José Luis en una zona del interior de las marismas, en Bárcena de Cicero; posteriormente trasladó el cuerpo al Pasaje de Santoña, donde se procedió al levantamiento del cadáver.

Para el patrón mayor, Miguel Fernández, el naufragio es «un palo» para la Cofradía, para el pueblo y para la familia, y «nos hace recordar los peores momentos que vivimos los que vamos a la mar». Fernández reconoció que, al ver que pasaban las horas y no aparecía, se temían ya lo peor y «dentro de la desgracia por lo menos ha aparecido el cuerpo, que es un descanso para la familia y para todos».

«Es una perdida muy dolorosa. Mira cómo hemos terminado el año», señaló Fernández, en referencia a la pequeña Celia, cuyo cuerpo apareció también en diciembre en la bahía de Santoña, «y lo hemos empezado de la peor manera posible». La tristeza invadía al representante de los pescadores en la villa porque se da la circunstancia de que José Luis trabajó en su barco «de tripulante unos cuantos años y después ha estado en otras embarcaciones; además, es amigo de mis hijos».

Un sentimiento de pesar y consternación que invadió a todo Santoña, que ya sabe lo que es sufrir los duros embates de que da la mar. Los amigos de José Luis (todos le llamaban Viki o Vikingo) no se podían creer la noticia pues el mismo martes algunos habían estado hablando con él. «Era muy trabajador. Y siempre te echabas una risas con él», recuerdan. Además de en la mar, José Luis también había trabajado en la construcción y era padre de una hija de unos diez años. Su familia «es muy conocida y querida» en la villa. Tiene dos hermanas –él era el menor– y una de ellas regenta una peluquería en Santoña. Su padre, con el que comparte nombre, fue durante un tiempo encargado de obras en el Ayuntamiento.