![Los hermanos Tárano achican agua y limpian la planta baja de su casa en Molleda.](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202111/26/media/cortadas/69456002--624x415.jpg)
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Entre la «indignación» y la «resignación». Así vivieron el día después los vecinos de las zonas más afectadas por las inundaciones del pasado miércoles, provocadas por el desbordamiento de ríos y arroyos en la comarca occidental de Cantabria. «Estamos ya más que hartos, es ... lo mismo de siempre cada vez que llueve, y aquí nadie hace nada por solucionarlo», clamaron mientras se afanaban en baldear agua del interior de sus domicilios. Aunque el Deva, el Nansa, el Saja-Besaya y el Híjar recuperaron niveles normales y salieron de las zonas de vigilancia y alerta, los habitantes de Val de San Vicente, Cabezón de la Sal, Mazcuerras, Reocín, Torrelavega, Reinosa, Campoo de Enmedio y Campoo de Suso continuaron mirando al cielo. «Esto no ha terminado, sólo ha sido la primera del año», se lamentaron.
La zona más afectada fue la localidad de Molleda, en Val de San Vicente. La noche anterior los vecinos se habían movido en barca por las principales calles del pueblo, pero unas horas después sólo quedaban los efectos del primer temporal. Casi una veintena de casas afectadas y lodo por todas partes. Purificación Fernández mostraba su casa, mientras su marido desprecintaba una manguera. Habían subido la lavadora y otros electrodomésticos por las escaleras exteriores, a cubierto bajo un zaguán. «Lo vamos a limpiar todo, pondremos los deshumidificadores y encenderemos la cocina de leña para que se vayan secando las paredes», explicó. Su casa es habitualmente la primera que se inunda. El miércoles las marcas del nivel sobrepasaron el metro y medio de altura. Siempre ha vivido en ella y, aunque ha estado tentada en más de una ocasión a mudarse, quiere seguir aquí. «No puedo. Hay algo que me liga a esta casa. No entiendo por qué me tengo que marchar. Sólo pido que nos resuelvan de una vez por todas el problema de las inundaciones», reivindicó.
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El conocido barrio de La Plaza fue el epicentro del temporal. La pista de futbito, que se encuentra varios metros por encima de la carretera de entrada, se llegó a anegar completamente. Ni siquiera se veían los bancos para sentarse. Obdulia Bustamante tiene dos viviendas -en las que no reside- unos metros más arriba. «En cuanto nos enteramos, nos vinimos corriendo y el agua nos pilló sin terminar de sacarlo todo», relata. La solución fue repartir los enseres entre la planta superior y una cuadra. «Así no se puede estar tranquilo ni tener las casas decentes», apostilló.
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Lo que sí han aprendido durante este tiempo los vecinos de Molleda es a actuar con rapidez, sin que nadie les diga nada. Concepción es un buen ejemplo de ello. Vive en Avilés. Aquí tiene una casa, justo a la entrada del pueblo, en la curva de la N-621 por donde el Deva suele desbordarse. El miércoles, en cuanto echó un vistazo al nivel que indicaba la página web de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico (CHC), se vino corriendo. En la planta de abajo, tenía muebles, por lo que ayer le tocó sacarlos y limpiar a fondo. «Mientras no encuentren una solución, cada vez vamos a peor», se lamentó. «Los ignorantes dicen que por qué no ponemos ladrillos o sacos con arena. Eso es para las grandes riadas, aquí el nivel va subiendo poco a poco y se te cuela por todas partes», subrayó a continuación.
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En Molleda confluyen varios problemas a la vez. Nunca se inunda por una tromba repentina. Hay dos arroyos que cruzan el pueblo que, cuando llueve mucho, no pueden desaguar en el Deva porque el caudal de este se encuentra muy por encima de lo habitual. El tapón provoca que los dos riachuelos crezcan poco a poco y los terrenos anexos se conviertan en una gran bañera. Poco a poco el nivel va subiendo, hasta que acaba anegando el interior de los domicilios.
Tan acostumbrados están que algunos vecinos han decidido poner en alto, sobre repisas, los aparatos eléctricos que habitualmente están a ras de suelo. Es la solución que ha encontrado Santiago García para la lavadora y el lavavajillas que tiene en el garaje. Este madrileño, que hace tres años se compró una casa en esta localidad de Val de San Vicente para vivir de continuo, es, además, el portavoz de la Plataforma por la solución de las inundaciones en Molleda. El «hartazgo y olvido» de las administraciones les han hecho organizarse para protestar. El covid les obligó a hibernar, pero ahora han comenzado a reorganizarse. «Estamos encabronados, aunque suene fuerte. Lo único que queremos es que venga un camión y se ponga a trabajar de una vez por todas», comentó visiblemente molesto.
Acababa de colgar tras hora y diez minutos hablando por teléfono con la directora general de Obras Públicas del Gobierno de Cantabria, Sandra García Montes. «Lo que me ha dicho que traslade a los vecinos no me convence, ni siquiera he sacado en claro lo que les tengo que comunicar. A ver si es verdad que en breve tenemos una reunión con el consejero (José Luis Gochicoa)», explicó sobre la conversación.
Tan acostumbrados están los vecinos de esta zona a las inundaciones que algunos hasta se lo tomaron con humor. «Yo me fui a dormir con metro y medio de agua en la planta de abajo, y dormí bien», relató a El Diario Montañés José Antonio Tárano. Junto a su hermano empleaba un recogedor para achicar el agua que aún estaba acumulada a la entrada de la casa. «Como ya sabemos lo que pasa, abajo sólo tenemos un congelador y trastos, botas y cosas así», añadió. Tampoco el bar estaba abierto por la mañana. El dueño de Casa Pepe, José Fernández, limpiaba a la espera de ver cómo evolucionaba la jornada. «Aquí el agua llegó a los cuarenta centímetros», aseguró.
Mientras tanto, los alcaldes de las zonas afectadas se felicitaban porque ayer llovía menos. «Ahora sólo queda que el Ayuntamiento limpie las calles y los vecinos sus viviendas para recuperar la normalidad», explicó Roberto Escobedo, regidor de Val de San Vicente. El de Mazcuerras, Javier Camino, aseguró que la estructura del nuevo puente que se está construyendo -incluso el antiguo- entre Virgen y Villanueva de la Peña «ya no corre peligro».
Las fuertes lluvias que el pasado miércoles anegaron gran parte de la comarca occidental de la región darán paso a la nieve. La Agencia Estatal de Meteorología ha activado hoy la alerta amarilla por nevadas en Liébana, que se ampliará a naranja en la jornada de mañana en el centro de la comunidad y el valle de Villaverde –en Campoo será amarilla–. Además, habrá nivel amarillo este viernes por fenómenos meteorológicos adversos, especialmente en la última parte del día. El 112 recomienda «extremar al máximo la precaución» y «evitar el uso del coche» si no es estrictamente necesario.
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