![Santoña recobra su pulso a medio gas](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202009/20/media/cortadas/santona-kRCG-U120223327159pME-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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«Perdona, ¿sabe si hay mercadillo?». La pregunta se escucha en los aledaños de la plaza de Abastos. Un matrimonio bilbaíno cargado con varias bolsas de pescado recién comprado plantea la duda.
– Es que con esto del desconfinamiento no sabemos si ya se pueden ... colocar los puestos.
– Sí, sí, están, les responde un vecino.
Santoña volvió a acoger ayer en sus calles y terrazas a visitantes foráneos. Tras el levantamiento del cordón sanitario, este primer fin de semana era una prueba de fuego para calibrar el regreso de los turistas. Que, sí, se dejaron caer, pero menos de los esperados. Nada que ver con la afluencia de agosto y principios de septiembre cuando justo se 'detuvo' la vida.
En la villa se respiró ayer cierto ambiente sobre todo a última hora de la mañana. Pero la mayoría eran lugareños con ganas de tomarse algo en sus bares. «Nosotros hemos vuelto a abrir el viernes y se está notando poco movimiento», comenta Soraya Fernández, del bar Peralvillo. «Los que más están viniendo son vecinos que creo tienen ganas de apoyarnos después de lo que nos han hecho con el cierre».
Mientras habla dos agentes de la Policía Local están controlando que entre las sillas de las terrazas se garanticen los dos metros de distancia. «La gente de fuera aún tiene miedo a venir a Santoña por como nos han puesto». Estos primeros días de de vuelta a la rutina están recibiendo principalmente «a personas del País Vasco que tienen casa en Santoña y vienen a comprobar cómo está su vivienda, pero se echa en falta a visitantes que vengan con la única intención de pasar el día y disfrutar». El pálpito lo comparte todo el gremio. «Tras el estado de alarma a la gente del pueblo le costó como un mes volver a los bares, pero esta vez han salido desde el primer momento», cuenta el hostelero Marce Martínez, que también tiene la idea de que los veraneantes que se acercan al municipio es porque tienen piso. «La cosa está floja en general porque hay poca gente de fuera. Contados. Como que han cogido un poco de respeto», añade Jaime, del bar Caserío.
La sensación de la hostelería es que va a costar recobrar el pulso, más aún si el tiempo no acompaña porque el cliente «quiere sobre todo sentarse en las terrazas al aire libre». Los camareros están constantemente recordando al público las restricciones que todavía hay que cumplir en Santoña. «Los clientes tienen muchas dudas, están confundidos... Te preguntan dónde se pueden poner porque la barra no se puede usar».
Las limitaciones se están cumpliendo a rajatabla y los visitantes perciben la seguridad. «Estamos viendo que se respeta mucho las distancias obligatorias», valoran Yolanda, Toño e Iván. Son de Vitoria con segunda residencia en Noja. «Hemos venido a Santoña por si acaso estaba abierto el mercadillo y hemos dado una vuelta sin agobios y hay bastante espacio entre los puestos». Tras el paseo, aprovecharon para consumir en una de las terrazas de la plaza de San Antonio junto a sus pequeñas.
El popular mercadillo es el mejor escenario para medir el pulso del municipio un sábado. Si hay clientela allí, a buen seguro la va a haber en las calles y plazas. Y ayer en el mercadillo faltaba ese bullicio que tanto le caracteriza. Algunos comerciantes ambulantes estaban sentados de brazos cruzados detrás del puesto. «No hay nada de nada. La gente vasca que es la que suele comprar no ha venido. Quizás muchos no se han enterado de que se ha abierto», apunta Carmen Orja, rodeada de pijamas y mascarillas. Durante el confinamiento, se suspendió el mercadillo que ayer se volvió a retomar con el 50% de puestos y bajo constante vigilancia policial y de seguridad privada.
En el otro mercado, el del exterior de Abastos, las sensaciones tampoco eran para tirar cohetes. Los hermanos Javier y Arturo, de encurtidos Blázquez y conservas Blasan, aún no creen que el pueblo se encuentre a pleno rendimiento. «Está viniendo algo de gente pero no lo que esperaríamos. Con este paréntesis parece que la gente ha cogido un poco de miedo, respeto y precaución».
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