«Lo de las vacas de San Roque de Riomiera ha sido obra de un cobarde, un malnacido»

No es el caso de Marta García. Voz de los ganaderos en el Parlamento de Cantabria en la pasada legislatura, propietaria de la ganadería Val de Mazo, en Soba, y mujer sin pelos en la lengua, a ella no le cabe ninguna duda de que lo ocurrido «ha sido obra de un cobarde, un malnacido», una persona «sin corazón», dice, «que tendría algún problema con los dueños».

No entiende, de otra manera, «una acción tan vil como esta», «intolerable, vergonzosa, escandalosa», por la que pide justicia. «Espero que caiga todo el peso de la ley sobre las personas que han hecho esto». Porque, añade, «esa atrocidad no la ha hecho solo una persona».

Dicho eso, la exparlamentaria, que advierte de que sucesos así «avivan el miedo entre los ganaderos», aboga ahora por dejar trabajar a la Guardia Civil y al juez y ponerse al lado de los afectados, dos colegas, Rubén y Raúl, «con los que todos tenemos que ser tremendamente solidarios» y «a los que el Gobierno regional tiene que ayudar para que no pierdan las ayudas concedidas y puedan reiniciar su actividad con plenas garantías».

Ganadero, quesero y sindicalista, Luis Pérez Portilla, que es copropietario de la Quesería El Pendo, en Escobedo de Camargo, y coordinador nacional de las juventudes agrarias de COAG, no entiende «cómo puede haber alguien capaz de hacer algo así», «una barbaridad», lo califica él, que reprueba los hechos contundente y pide «la máxima implicación del Gobierno de Cantabria» para que los dos afectados puedan reflotar su negocio ganadero y no acaben claudicando. «Que no se rindan», les pide Pérez Portilla a Rubén y a Raúl. «En este sector hace mucha falta la gente joven».

Lo mismo que él, Ainoa Villota, que tiene una ganadería de vacuno de raza pirenaica en Guriezo, se pregunta «quién ha podido tener tanta mala baba para hacerles algo así», porque lo ocurrido «no ha podido ser fortuito». «Quieres pensar que se han metido solas, se ha cerrado la puerta y ha caído la aldaba, pero parece evidente que no ha sido así», dice la mujer, que lamenta lo ocurrido «porque a estos pobres chavales les va a costar mucho levantar la cabeza». Con todo, ella confía en que puedan remontar con la ayuda de todos los ganaderos, «porque arrojar la toalla siempre es lo último».

Propietario de una cabaña ganadera en San Vicente de Toranzo, donde trabaja la vaca asturiana de los valles y la yegua hispanobretona, Francisco Gómez es de los que prefiere pensar que a los autores de tal bestialidad el asunto se les fue de las manos. «No sé. Es que me cuesta tanto pensar que ha sido a propósito... Me parece de una cobardía tal... Yo creo que cuando lo hicieron no pensaron en las consecuencias». Nefastas para las vacas y para sus dueños, a los que Gómez también pide que no cejen y, sobre todo, «que no caigan en el juego de la venganza».