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Bajamar en la primera mitad del siglo XX en el entorno de la dársena de Molnedo, con la hilera de casas de la calle Castelar al fondo.

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Bajamar en la primera mitad del siglo XX en el entorno de la dársena de Molnedo, con la hilera de casas de la calle Castelar al fondo.
Dársena de Molnedo

El balcón de Santander a su bahía

La construcción de la Dársena de Molnedo, que fue inaugurada en 1887, marcó un hito en la evolución del Puerto, facilitando las labores de los barcos pesqueros

Candela Gordovil

Santander

Jueves, 24 de octubre 2024, 07:25

Cuando los santanderinos se asoman al mar, generalmente lo hacen desde este punto de la ciudad: la Dársena de Molnedo. Proyectada en 1882 por el ingeniero José de Lequerica e inaugurada cinco años después, este lugar y su entorno han sido determinantes para el desarrollo de Santander. La dársena, junto con su espigón protector, supusieron un hito en la evolución del Puerto de la capital cántabra, «facilitando las labores de los barcos pesqueros y configurando la disposición lineal de los muelles que caracteriza la zona», recuerdan desde el Ayuntamiento de Santander.

«Está dársena fue el puerto pesquero que hubo en la ciudad hasta que los pescadores fueron trasladados al Barrio Pesquero», comenta Gerardo García-Castrillo, biólogo y exdirector del Museo Marítimo del Cantábrico. Entonces, según recuerda, se desembarcaba toda la mercancía a través de una de las rampas de Puertochico –la de al lado de la gasolinera– para luego ir a la lonja, ubicada inicialmente en la calle Casimiro Sainz, frente al solar donde en estos momentos se está levantando el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria (Mupac). Años después se trasladaría al edificio en el que está actualmente el centro cultural Doctor Madrazo. Hasta la mudanza de los pescadores al Pesquero, lugar en el que se mantienen hoy en día, en la dársena «convivían pescadores, barcos mercantes y algún barco deportivo de la zona. Después su uso quedó para barcos de actividad deportiva o de recreo, que continúa en la actualidad», añade García-Castrillo.

Calle Castelar y Dársena de Puertochico en una imagen de 1914. El tranvía cruza una amplia avenida sin vehículos.

Otro de los hitos que recuerda Juan Carlos Flores-Gispert, periodista especializado en la historia de Santander, es la tolva que se instaló en el extremo del dique. «Allí había una estructura muy famosa en la que se descargaba la arena del dragado del Puerto que posteriormente se podía utilizar para la construcción», explica. Ahora, este enclave de la ciudad, que fue bautizado inicialmente como dársena de Navarro, encara su futura renovación –será en 2025– con más de un siglo de historia sobre sus adoquines.

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