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Los vecinos de San Román tienen el corazón dividido entre los elogios a la vida que llevan a pocos minutos de Santander, «vida de campo, sostenible, con huertas ecológicas y espacio para que los niños corran», y los inconvenientes, «inseguridad vial, falta de aceras, poca ... frecuencia de autobuses, pocas paradas y sin marquesinas para guarecerse de la lluvia». San Román se fundó en 1788 por una decena de vecinos ganaderos. Hoy su población se cuenta por miles. 13.500 habitantes, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), o 17.500, según la asociación de vecinos, cifra que incluye a los residentes en la Avenida del Deporte.
«El crecimiento del barrio ha sido exponencial. De las vacas y la herencia ganadera casi no queda nada y hemos pasado a tener grúas por todos lados, que es lo que más define el paisaje actual de San Román. Nuevas construcciones de viviendas unifamiliares de nivel adquisitivo medio alto», destaca José Miguel Fernández, presidente de la asociación de vecinos de Piedras Blancas. Su queja es que este crecimiento no ha ido acompañado de servicios ni de un plan de urbanismo: «Falta iluminación, especialmente en la urbanización de Piedras Blancas, aceras y pavimentación».
«Vivir en San Román nos permite llevar el estilo de vida del que tanto se habla hoy. Aquí la mayoría tenemos nuestras huertas y el que no, le coge los tomates al vecino con toda confianza», asegura Jesús Gómez, tercera generación de una familia arraigada en el barrio.
Como desventaja, la contaminación: «El gran punto negro es la depuradora, que está obsoleta y que provoca malos olores y vertidos contaminantes que van a parar a la Virgen del Mar. Todos hemos sufrido alguna vez las consecuencias de las ronchas al salir del agua. El Ayuntamiento tiene que invertir en una depuradora nueva», defiende Gómez.
Entre los vecinos que llegaron hace menos de una década a una nueva promoción está Carmen Chamorro, que pensó que sus hijas «crecerían felices con campo y jardín para correr más libres que en la ciudad». No se arrepiente, pero reconoce que esa libertad se ve limitada por la falta de seguridad vial, en especial al ir al colegio». Además, se forman grandes atascos en verano: «Somos la carretera de las playas y la rotonda de Corbán colapsa». En el lado positivo, «no hay ruido y se oye el mar».
A este barrio pertenece un paraje muy especial, la Virgen del Mar, que por su paisaje, su playa, su ermita y sus atardeceres es el lugar favorito de muchos santanderinos. Para los beatos, el orgullo de custodiar a la patrona de la ciudad es la seña de identidad de San Román.
«La ermita de la Virgen del Mar cada vez está más abierta y recibe visitantes de colegios y turistas de fuera de Cantabria», destaca Jesús Arroyo, presidente de la Hermandad. Sin embargo, otra vecina de la zona, Marisa, se queja de que el acceso a dicha ermita «esté igual que cuando yo era niña, peligroso. Es un riesgo llegar, no se corresponde con la categoría que se le está dando».
San Román ha cambiado completamente, dicen los más mayores entre sus vecinos. «Era un pueblo de vacas y ahora es parte de la ciudad», asegura uno de sus vecinos más longevos, Mariano Pérez Camus, que reside en el barrio desde hace 80 años. La Asociación de Vecinos La Conchita es una de las más antiguas -en activo desde 1877- y todos los consultados alaban la gran labor social que ha hecho la Cooperativa del Campo de San Román, «como el banco de todo el pueblo».
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