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Uno de los pilares sobre los que se sustenta la acusación –y las consiguientes peticiones de pena– frente a Bryan Barroso y Adrián Bedia en el caso del atropello de Castelar en el que perdió la vida Bret Elorza es el supuesto pique o carrera ... al volante que acabó con el fatal desenlace. Conscientes de ello, los dos acusados rechazaron el martes este extremo, cada uno de ellos a su manera. Mientras que Barroso explicó que «llegaba tarde» a recoger a un amigo de un cumpleaños, Bedia afirmó que iba a cenar al MacDonalds de la S-20 junto a su novia y que una distracción por mirar el móvil de ella provocó que tuviera que «esquivar» al otro acusado adelantándole por el carril bus. Todo ello después de negar que estuviera compitiendo con Barroso.
Teniendo en cuenta este relato, la pareja de Bedia ratificó este miércoles la versión de su novio durante la tercera sesión del juicio con jurado popular que se celebra en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial. El problema es que cayó en una contradicción, tal y como resaltó la acusación particular– que puede ser relevante para el jurado a la hora de emitir su veredicto, ya que durante la fase de instrucción previa al juicio, esta testigo declaró que Adrián Bedia, «solo se picó con el coche negro (el Audi de Barroso) hasta el túnel de Botín, luego ya no». Pero hoy cambió su versión. Admitió que esa noche su novio iba «un poco más ligero» de lo normal, en especial por el túnel del Centro Botín, por donde circulaba «más rápido», porque no había tráfico. «Igual iba más fuerte porque no había circulación, pero picado no», afirmó, al tiempo que quiso dejar claro que en ningún momento «sentí miedo por la velocidad».
Según esta testigo, que lleva diez años con Bedia y que aseguró que no conoce al otro acusado, la noche del accidente vio por primera vez el coche negro al final de la calle Hermida, en el último semáforo, cuando ellos estaban parados en el carril central y les pasó el Audi, con el que volvieron a coincidir en el siguiente semáforo, frente a la estación del ferry y antes del túnel del Centro Botín, que estaba en rojo pero a punto de cambiar a verde.
En ese punto, relató que ambos vehículos redujeron la velocidad, y que al reanudar la marcha el otro lo hizo a una superior que ellos y que circularon detrás. «Nos mantuvimos así durante todo el trayecto hasta que tuvo lugar el accidente». Sin embargó, precisó que al acercarse a la rotonda previa al siniestro, la de Puertochico, «pasó el Audi a gran velocidad por delante nuestro», hasta que perdió el control y «Adrian frenó». Fue en este punto del relato cuando al fiscal no le encajó que la testigo dijera que en todo momento fueran por detrás de Barroso y que antes de la rotonda de Puertochico les adelantara. «¿Entonces hubo un momento en el que Adrián adelantó a Barroso?».
Ante la pregunta, la joven alegó que ella «no estaba pendiente del coche negro, no sé por dónde iba», si bien corroboró que su novio se distrajo «por culpa mía» al enseñarle mientras conducía cupones de los menús. Como consecuencia de esa distracción dice que su pareja tuvo que hacer una adelantamiento por el carril bus para «no comerse al coche de delante». «Al hacer el adelantamiento me asusté. Le miré y resoplé».
Durante la jornada de este miércoles también declararon otros testigos presenciales como un conductor que viajaba con su expareja y que tuvo que frenar cuando accedía a la rotonda de Puertochico para «evitar ser el chico de la moto». Según relató, el día del accidente vio aproximarse por el Paseo de Pereda, a la altura del paso de cebra que hay junto al Club Marítimo y el monumento a Los Raqueros, «cuatro luces» de dos coches (los de los acusados) a una velocidad «bastante alta». Entonces dice que frenó de forma «bastante brusca» para que no chocaran con él, casi hasta detenerse pero sin llegar a hacerlo. «Pasaron tan rápido que no hizo falta. No me dio tiempo más que a reaccionar para salvar mi vida. El frenazo fue vital, si no me habrían llevado por delante. De hecho me he planteado muchas veces que podía haber sido yo o mi expareja los que hubiésemos muerto en lugar del chico de la moto».
Tras evitar el choque, este conductor siguió la marcha en dirección a Castelar y fue cuando vio «una nube de plástico y metal volando por los aires» y acto seguido el coche negro subido con la mediana, el rojo detenido y el cuerpo de Bret tendido en el suelo. Después vio a Barroso «echarse la manos a la cabeza y decir: 'lo he matado, ha sido su culpa, me ha sacado de la carretera' (en referencia a Bedia)».
El juicio continuará el jueves, a partir de las 10.30 horas, con la práctica de las periciales.
En la sesión de este miércoles también comparecieron, a petición de la acusación particular, el padre de la víctima y abogado Eduardo Elorza, quien aseguró que tiene reconocida una discapacidad del 55%, y explicó que la madre de Bret no había ido al juicio porque «hace 39 años que está en silla de ruedas por culpa de un borracho que se saltó un stop en Londres». También declaró el hermano mayor del fallecido, que hizo de testigo del levantamiento del cadáver, una imagen «se me que quedará grabada para el resto de mi vida». «Sigo viviendo esta pesadilla».
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