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Los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Santander sabían desde hacía tiempo que en el número 3 de la calle José Rioja, un bloque con doce viviendas bajo su responsabilidad, había «problemas de convivencia» que urgían una solución. Se los habían trasladado los propios vecinos ... al menos dos veces. Una en noviembre del año 2019 y otra en mayo del año en curso. Lo que no sabían, ni imaginaban, era que pudieran desembocar en un homicidio.
«Desde luego, nada de lo hablado con la comunidad de propietarios nos hacía pensar que fuera a pasar algo como lo que ha pasado», dice el concejal del área, Álvaro Lavín.
Que él sepa, hasta este lunes había mantenido con la presidenta de la comunidad dos contactos, ambos a petición de ella y por la misma razón.
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Mariña Álvarez Ana del Castillo
El 13 de noviembre de 2019 «tuve una reunión con la presidenta de la comunidad de vecinos de los bloques 1 y 3 de la calle José Rioja», recuerda Lavín. «Me trasladó los problemas que estaban causando algunos vecinos que, por lo que dijo, no cumplían las normas de convivencia». Problemas tan insignificantes «como utilizar un patio común para colocar los tendales de la ropa o estacionar sus vehículos fuera de las plazas de aparcamiento asignadas» de los que la propia presidenta volvió a quejarse en mayo de 2021 mediante un intercambio de correos electrónicos con el concejal.
«Esa es toda la relación que hemos tenido con esa comunidad», subraya a este respecto Lavín, que para solucionar la papeleta ordenó el envío de sendas cartas «apelando a esos residentes al cumplimiento de las normas de convivencia».
Abierto a reunirse con los vecinos las veces que sea necesario, el concejal de Servicios Sociales, que está pendiente de los resultados de la investigación ya en marcha para aclarar lo ocurrido, no tiene constancia de que la convivencia en esos pisos sea peor de la que se comenta.
No tiene constancia de que allí se estén produciendo constan-temente trapicheos con drogas, ni peleas entre okupas, ni amenazas a vecinos y comerciantes, ni ninguno otro de los problemas que ayer, apenas 24 horas después de producirse el suceso, empezaron a airear muchos de los residentes en el edificio y los alrededores.
Ni él ni la presidenta de la asociación de vecinos Entrehuertas, para quien lo ocurrido el lunes «es un hecho puntual».
«Estoy muy sorprendida, porque este es un barrio muy tranquilo», asegura Margarita Villa, que lleva más de cuarenta años haciendo vida en la zona y nunca ha visto «nada que no se pueda ver en cualquier otro barrio de Santander».
«Estamos hablando de un edificio en el que residen personas en riesgo de exclusión social y, bueno, en fin... Yo no digo que no haya habido algún problema relacionado con la convivencia porque, de hecho, me consta que algunos vecinos se han quejado, aunque es verdad que aquí no han venido a hacerlo», dice Villa, que reconoce que en esta zona «se ve algún trapicheo de droga, pero nada que ver con lo que se veía hace años».
También en desacuerdo con lo que aseguran algunos residentes, Villa defiende que el barrio «es seguro» y «es tranquilo», ello independientemente de que «pueda haber media docena de personas que sean algo conflictivas y provoquen algún problema de convivencia que por supuesto hay que corregir».
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