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La vida detrás de la carpa

La vida detrás de la carpa

Cuatro de los artistas de Il Circo Italiano de los hermanos Rossi, en el aparcamiento de El Sardinero, cuentan a ElDiarioMontañés cómo es el día a día en esta instalación itinerante

Laura Fonquernie

Santander

Domingo, 6 de diciembre 2020, 07:49

Payaso

Pau Sarraute: «Ver reír no tiene precio»

Pau Sarraute, en el interior de su autocaravana, maquillado como el payaso Paute.

«Siempre pensé que sería músico». Ese era el plan que el barcelonés Pau Sarraute tenía en su cabeza. Pero a veces la vida abre puertas allí donde uno nunca piensa que habrá una oportunidad. En 2005 ayudó a montar una orquesta para un circo navideño en Barcelona, de ahí dio el salto al departamento artístico del Teatro Circo Price de Madrid. Un día el payaso principal faltó a varias actuaciones. «Me voy, me tenéis que sustituir», dijo. Y así lo hizo y, además, muy bien.

Años después, tras una llamada, se incorporó al Il Circo Italiano, donde ya lleva casi una década interpretando al payaso Paute. Lo que iba a ser un verano, se ha convertido en su vida. «Lo dejé todo por el mundo del circo», reconoce. Y se embarcó en una aventura que no para. «No hay días de descanso». Así es el circo itinerante, siempre de gira. «El circo y tu casa están en el mismo sitio».

En el parking de El Sardinero la carpa esconde las autocaravanas donde pasan los días. Allí ha formado «otra familia». Es algo así como «una cena de Navidad todos los días», explica. «Nos pasamos el día llevando platos de un sitio a otro», comenta entre risas. Nadie come solo. Ha compartido más horas de convivencia con la familia Rossi y el resto de trabajadores que con sus amigos. La conexión es «especial» por eso también hay que ser «flexible, solidario y saber adaptarse». Aunque discutan como cualquier familia, allí no hay tiempo para el enfado ni el rencor.

Esa es la vida detrás del escenario. La que arranca cuando la actuación se acaba, la gente abandona la carpa y las luces se apagan. «No veo mi vida fuera de aquí», reconoce. Por eso no se arrepiente de la decisión que tomó hace años sin saber muy bien a dónde le llevaba. Salir a la pista y ver la sonrisa de la gente «aunque ahora sea a través de los ojos, lo compensa todo». Es algo que «no tiene precio». Y que los más pequeños se acerquen a darle regalos y dibujos es lo que convierte su trabajo en su pasión. Esa que también ilumina sus ojos al hablar.

Acróbata

Michell Vassallo: «Soy feliz cuando actúo»

Michell Vassallo, la artista más joven del circo, apoyada en los asientos de la carpa.

Con 12 años, Michell Vassallo es la integrante más pequeña de Il Circo Italiano de los Rossi. Es hija de Fátima, una de las hermanas de la familia que da nombre al circo. A pesar de su juventud, quizá sin darse cuenta, habla de su trabajo con una pasión contagiosa. Esta semana no ha podido ensayar porque ha estado de exámenes. El viernes hizo el último, el de inglés, y fue bien. «Gracias por preguntar», dice.

Estudia vía telemática. Se levanta, desayuna y de 08.00 a 14.00 horas tiene clase. «Los profesores me mandan los deberes, los hago, los envío y ellos me ponen la nota». Como cualquier otro estudiante, sólo pasará de curso «si lo hago bien», cuenta. Esa es su escuela y le gusta, aunque echa de menos cuando «había más niños y estudiábamos juntos». Tras unos días de mucho trabajo por fin ha podido retomar los ensayos. Y lo hizo con esa ilusión arrolladora que también transmite cuando habla. Es acróbata, empezó a practicar cuando tenía 6 años. «Tenía ganas porque veía a mis tres hermanas y a mis primos». De momento, hace un número con ellas. Y lo compagina con la actuación individual que está preparando con todo su empeño. «La estoy montando. Me ayudan mucho mis hermanas y mi padre», explica. Él, además de corregirle, fue quien empezó a enseñarle lo relativo al mundo del circo, donde «nosotros decidimos qué es lo que queremos hacer». A ella le entusiasmó un tipo de actuación: el verticalismo. Y eso es lo que ensaya desde entonces.

De la vida itinerante le encanta «viajar» porque es «lo más bonito» y disfruta «conociendo las ciudades» en las que paran. También hacer amigos allí donde van y compartir el día a día con su familia. «A veces hacemos barbacoas todos juntos o celebramos los cumpleaños». Su ilusión la pone en el escenario, cuando puede mostrar a la gente el trabajo de tantos meses. «Vivimos de esto», dice. Y les hace feliz que «nos aplaudan y admiren lo que hacemos», reconoce.

Juegos icarios

Alejandro Rossi: «Poder viajar es un lujo»

Alejandro Rossi posa sentado en la silla que utiliza en la actuación con su hermano.

Pensaba en tener un número bonito, pero para estar en casa». Lo que a Alejandro Rossi no se le pasó por la cabeza fue que la actuación poco común de juegos icarios que hace con su hermano les llevaría a recorrer el mundo. Concretamente a visitar 31 países y a actuar en lugares como el Madison Square Garden de Nueva York o el Sidney Opera House.

Ellos son la sexta generación de Il Circo Italiano y los «más internacionales». Cuando apenas tenían siete y ocho años, «nuestro padre pensó que podríamos funcionar bien juntos» y empezaron a ensayar. El número requiere «mucha confianza y horas de práctica», explica. A esa edad viajaban con el circo y, como el resto de sus más de treinta primos, estudiaban en la escuela itinerante. Todos juntos. Con ellos se desplazaban dos profesores. Una educación que «no hubiera cambiado por nada», reconoce. El recreo lo pasaban en el parque que hubiera frente a las autocaravanas en las que viven. Y los viernes hacían un tour para conocer la ciudad donde estuvieran. «Conozco España entera», cuenta Alejandro. A los 16, para llevar el número a otro nivel, él y su hermano fueron a una academia en Verona. A partir de ahí, un año después, empezó su periplo internacional.

Nunca saben de dónde van a llamarles o en qué país terminarán el año. Han trabajado en cruceros, cabarets, discotecas y casinos. En ocasiones ante miles de personas e incluso frente a la familia real británica. Viajar es un «lujo», aunque actuar en un «show de calidad» también genera «mucha presión y ansiedad». Y les exige estar siempre en plena forma. Por ahora están a la espera de incorporarse a un espectáculo en Alemania. Un plan que el covid ha retrasado. Y tienen un proyecto debajo del brazo: «Estrenar nuestra propia producción». Pero ese objetivo llegará ya en 2021. De momento se quedan en casa, allí «donde esté el circo». Siempre acompañado de su perro Twinkie con quien Alejandro comparte autocaravana.

Equilibrista con espadas

Nuria Mariani: «No me veo en otro sitio»

Nuria Mariane mientras sujeta una de las espadas que usa en su número de equilibrismo.

Aunque es portuguesa, Nuria Mariani nació en Alemania. Es el país en el que estaban sus padres de gira hace ya 46 años. Habla varios idiomas. Al vivir en el circo «te acostumbras a que tus amigos sean de otras nacionalidades» y, al final, casi sin querer, aprenden otra lengua. En marzo del 2021 cumplirá dos años en Il Circo Italiano haciendo equilibrismo con espadas. Igual que a veces se discute con algún familiar por elegir uno u otro camino, a Nuria le costó convencer a su padre de que ese era el número que quería hacer. Él se rindió porque «vio que no había manera de convencerme», explica.

Y, mientras iba de gira con el circo, ensayaba su actuación con espadas. Un número que estrenó a los 17 años. A partir de ahí, entre quien se ha interesado al verle y las llamadas que llegan tras recibir su vídeo, Nuria ha estado en siete circos y ha viajado por todo el mundo. Sin vacaciones porque «cuando el circo para es porque no hay trabajo», comenta. Es decir, mala señal. En cuanto al horario, cada uno adapta el suyo. Salvo cuando ensayan una parte en la que salen todos, entonces «sí se pone un horario». Detrás de la carpa «somos muy amigos, muy cercanos». Y cuando alguien se despide, saltan las lágrimas porque la «relación es especial». Uno no llega al trabajo y a una hora se marcha. No, aquí siguen juntos. Ella se mueve acompañada de su marido, su hijo de 15 años, también artista, y sus padres ya jubilados. Cada uno en su vehículo.

Por ahora «no me veo fuera del circo». Quizá mañana sí y por eso reconoce una desventaja de la vida itinerante. «Siento que no tengo raíces en ningún sitio». No hay una casa a la que volver. Cuando llegue el día de parar, si es que lo hace, cuenta que le gustaría quedarse en España. Aunque igual tras una temporada fuera se da cuenta de que no quiere dejar el circo. No tiene su futuro muy pensado, pero de momento sí una cosa clara: disfrutar de lo que le apasiona. «Esto es lo que nos gusta hacer», resume.

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