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Lola, sentada en su andador en el pasillo de su casa en Catarroja, atendida por un enfermero voluntario. Óscar Chamorro

El anuncio viral que salvó a Lola

Una mujer de 64 años, enferma y con dependencia, recibe una oleada de solidaridad y cariño tras conocerse que estaba sola y aislada en una vivienda de Catarroja, un municipio devastado por la DANA

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Martes, 5 de noviembre 2024

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Esta historia de cariño comienza con una sencilla hoja de papel colocada por un desconocido en un portal de Catarroja, una localidad valenciana de 26.000 habitantes arrasada por la gota fría. «¡¡¡Lola!!! Persona en situación de dependencia. Sola!!. Por favor la Pta 8!! Atención diaria», decía el cartel escrito en letras mayúsculas negras, como si quisiera subrayar el desesperado grito de auxilio.

El mensaje, que añadía un número de teléfono, se fue viralizando por esa extraordinaria magia de las redes sociales, y acabó en los móviles de decenas de voluntarios desplegados en la catástrofe de Catarroja. También se hizo eco AyudaTerreta, una popular web impulsada estos días desde Valencia que pone en contacto a voluntarios y solicitantes de ayuda.

Desde esta plataforma se lanzó un segundo anuncio que decía así: «Nos hemos encontrado a una señora en situación de dependencia. Está sola. Le hemos dado comida y ha roto a llorar. No puede cocinar porque tiene la cocina rota. Si alguien de Catarroja se puede pasar en los próximos días para llevarle comida o cualquier tipo de suministro se lo agradecerá ella, yo y la vida».

Todo esto sucedió el domingo, y este lunes Lola ha recibido un 'tsunami' de cariño y solidaridad, transitando en unas horas de la pesadilla al mejor de los sueños. Aún conmovida nos atiende en el pasillo de su vivienda de la calle Charco (qué paradoja teniendo en cuenta que la vía sigue completamente enfangada), un cuarto piso que quedó a salvo de la riada por la altura. Allí, recostada en un viejo andador, cuenta que tiene 64 años, «los cumplí ayer», que es viuda y que vive sola, para, a continuación, describir un doloroso cuadro médico. «Tengo fibromialgia, tiroides y la tensión muy alta. La rodillas las tengo fatal y la cadera con artrosis, pero lo que peor llevo son los acúfenos en el oído. Esos ruidos me están volviendo loca«, describe, mientras el telefonillo del portal es un goteo incesante de llamadas de voluntarios que preguntan si ahí vive Lola, porque han visto el anuncio y llevan agua, comida y productos de limpieza.

Lola, junto a Ana, una de las voluntarias que ha acudido en su ayuda tras conocer la situación de la sexageneria. El nuevo cartel colocado en el portal de su domicilio, y Lola, emocionada, atiende una llamada en su piso de Catarroja. Óscar Chamorro
Imagen principal - Lola, junto a Ana, una de las voluntarias que ha acudido en su ayuda tras conocer la situación de la sexageneria. El nuevo cartel colocado en el portal de su domicilio, y Lola, emocionada, atiende una llamada en su piso de Catarroja.
Imagen secundaria 1 - Lola, junto a Ana, una de las voluntarias que ha acudido en su ayuda tras conocer la situación de la sexageneria. El nuevo cartel colocado en el portal de su domicilio, y Lola, emocionada, atiende una llamada en su piso de Catarroja.
Imagen secundaria 2 - Lola, junto a Ana, una de las voluntarias que ha acudido en su ayuda tras conocer la situación de la sexageneria. El nuevo cartel colocado en el portal de su domicilio, y Lola, emocionada, atiende una llamada en su piso de Catarroja.

«Podéis subir si queréis, pero Lola ya tiene todo», les contesta Ana, una vecina de 18 años, que se presentó en el domicilio a primerísima hora de la mañana tras ver la noche anterior el anuncio en las redes sociales. «Cuando me lo enviaron, vi que su casa estaba justo a una calle de la mía y lo primero que he hecho nada más despertarme ha sido llamarla y preguntarle qué necesitaba. Me ha pedido medicinas, agua, leche, algo de comida caliente y productos higiénicos«.

Cuando Ana llegó cargada con todo lo que había logrado reunir se cruzó en las escaleras con dos ertzainas voluntarios (agentes de la Policía Vasca) que también habían acudido al piso advertidos por un mensaje que una amiga les había enviado al móvil. Como parecía cansada, deprimida y confusa, los policías llamaron a un médico militar, que enseguida se personó en la vivienda para examinarla y suministrarle algunos medicamentos indispensables.

Enfermeros, médicos, voluntarios...

«He recibido tanto cariño y solidaridad que estoy abrumada», dice Lola aún conmovida por la ola de afectos y cuidados recibidos tras viralizarse su situación. Mientras desgrana su vida y alguna desgracia familiar, el timbre sigue sin dejar de sonar con ofrecimientos de todo tipo. Primero llegan tres enfermeras, luego suben dos médicos y más tarde un grupo de seis voluntarias recién aterrizadas desde Castellón dejan en el piso un cargamento de botellas de agua, cajas de leche, pan y latas de conserva. Y sin tiempo a que se vayan llama a la puerta otro voluntario con varios tapér de comida caliente, arroz y macarrones con tomate.

Ante el trasiego de solidaridad que no deja de subir y bajas las escaleras (el ascensor está inundado), Ana, la joven vecina de Lola, decide escribir un segundo cartel bien diferente a aquel que se hizo viral al principio: «Ya está atendida. Muchas gracias por todo. Solo medicación». Y es que Lola aún esperaba la llegada de Tinnitan, un medicamente que alivia sus «odiosos» acúfenos.

Ana se ha ofrecido a estar «siempre atenta» a que a la mujer no le falte de nada y brindarle su compañía. «Yo estoy aquí al lado y puedo venir cuando lo necesite. Esta noche le traeré algo caliente de cenar y mañana volveré a pasarme. Y si necesita estar un ratito con alguien pues también estaré aquí acompañándola. No me cuesta nada«, dice acariciándole con ternura la mano mientras Lola la mira con lágrimas en los ojos.

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