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María José Carchano
Valencia
Miércoles, 6 de noviembre 2024, 00:10
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Santos estaba pensando en jubilarse, le pesaba demasiado agachar el lomo con seis décadas a la espalda y después de toda una vida con la paleta en la mano. Llegó hace treinta años al Parque Alcosa de Alfafar desde Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, buscando mejores oportunidades, y en este barrio, que creció sobre todo al abrigo de la inmigración andaluza en los años sesenta, ha tenido a sus hijas y ahora a sus nietos.
«Me he pasado toda la vida luchando», asegura, con la paleta en la mano, e intentando hacerle algunos apaños al humilde local que es sede de su negocio de albañilería. «Está todo destrozado». Hasta el marco de la puerta se la llevó por delante, y está intentando arreglarla. Pero está agotado y, sobre todo, abatido. Desde su casa pudieron rescatar cinco personas a las que la fuerza de la corriente arrastraba lanzándoles cuerdas, pero Santos no va a olvidar nunca la cara de la joven que después de dos intentos fallidos no pudo agarrarse. Se le llenan los ojos de lágrimas, y cuenta además cómo su yerno salvó la vida de milagro.
Solo asoma una pequeña sonrisa en sus ojos al hablar de cómo se ha reencontrado con uno de los vecinos que pudo salvar la vida. «Cada vez que me ve me da las gracias». cuenta, aunque enseguida recuerda a aquella joven.
Parque Alcosa es un barrio de bloques de viviendas de protección oficial en el que apenas hay bajos comerciales, ocupados por viviendas humildes y donde vive mucha gente mayor. Uno de ellos, Eusebio, ha dormido varios días en un colchón mojado porque no tiene otro sitio donde ir. Se tapa el cuello con una bufanda, y lleva en la mano una cerveza sin alcohol. Los vecinos están acostumbrados a autoorganizarse, por ejemplo, lograron que asfaltaran las calles o que construyeran el centro de salud. Ahora Daniel ha podido movilizar a su finca para poder limpiar o ayudar a quienes más lo necesitan.
También ha sido una de las zonas más afectadas por la riada, que no sólo arrastró coches e inundó bajos, sino que se llevó por delante muros y reventó puertas y ventanas. La única farmacia es ahora un espacio diáfano donde el muro que lo separaba del bar contiguo, El Rincón, ya no existe. Pedro, que se encargó de la reforma de la farmacia hace ya varios años, revisa su estado para comenzar la próxima semana las obras necesarias, empezando por volver a levantar el muro y también la fachada, arrancada de cuajo. ¿Dónde están los medicamentos? «A saber, el agua lo arrastró todo», dice apesadumbrado.
El barrio bulle de actividad, lleno de voluntarios y de bomberos -la mayoría gallegos- que están trabajando en esta zona. Consuelo González mira con orgullo la plaza y se acuerda de aquellos años en los que prácticamente fundaron el Parque Alcosa. «Queríamos mejorar la calidad de vida de las personas que vivíamos aquí», recuerda a la puerta del negocio que heredó de su madre, y que antes que dedicarse a la venta de pirotecnia era un quiosco llamado La Estrella. Le han conservado el nombre y ahí ni siquiera hay petardos que salvar.
«Seguiremos luchando», afirma Consuelo, porque en este barrio están acostumbrados a hacerlo. De hecho, las tasas de paro y de personas en exclusión social son mayores que en otras zonas, mientras se quejan de que han estado tradicionalmente abandonados. «También ahora... aquí no vino nadie hasta cuatro días después y la única ayuda al principio fue de voluntarios», critica.
Uno de los centros neurálgicos del barrio es la asociación andaluza, por la procedencia de sus vecinos. Su presidente, Paco, enseñaba el estado en el que han quedado las instalaciones, completamente devastadas por la fuerza de la riada que arrancó ventanas y se llevó por delante un barracón, que ahora está del revés. «Habíamos hecho una reforma hace poco», lamenta. A las puertas del centro un grupo de voluntarios ofrece comida, aunque en realidad el centro no ha estado abierto estos días. «Eran más importantes las casas que limpiar y arreglar la asociación», dice Paco, que vive en Sedaví y también ha sido afectado.
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