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gabriel gonzález
Pamplona
Miércoles, 15 de noviembre 2017, 09:08
La presunta víctima de la violación grupal en los sanfermines de 2016 declaró ayer en el juicio que «no podía imaginar» lo que le esperaba cuando, de forma «muy sorpresiva», la agarraron y la introdujeron en el interior del portal. Dijo que no emplearon la ... violencia, pero que le taparon la boca y entró «en un estado de shock» que le llevó a «someterse» a los cinco acusados, con los ojos cerrados y en una actitud pasiva en todo momento, «deseando que todo terminara cuanto antes». Preguntada si les pidió expresamente que pararan, respondió que no, pero que su actitud no fue de consentimiento, que fue «sometida» a hacerlo.
La joven madrileña, que ahora tiene 20 años, declaró ayer durante tres horas en el Palacio de Justicia de Pamplona. Lo hizo en medio de grandes medidas de seguridad que la protegieron de los focos mediáticos y también de la vista de ‘la manada’. Nadie la vio entrar ni salir. Sentada en una silla, no lloró durante su testimonio, algo que sí hizo cuando declaró durante la instrucción y hubo que parar varias veces el interrogatorio. Ayer se ratificó en sus tres declaraciones prestadas durante la investigación y mantuvo la misma versión.
as defensas de los cinco acusados parecían salir satisfechas al finalizar la segunda sesión. «No hacía falta hacer una recreación sobre los hechos, ha quedado suficientemente claro bajo nuestro punto de vista», resumía el abogado Agustín Martínez. Al inicio de la vista, la fiscal había pedido que no se mostraran a la chica los siete vídeos que los acusados grabaron en el interior del portal, ya que podía afectar a la joven. El tribunal se retiró a deliberar y tomó la decisión de que sí podían mostrarse si alguna de las partes lo solicitaba, pero que solo se emitiría una vez cada uno y siempre y cuando se argumentara el motivo por el que era necesario visionarlo. Durante la declaración se mostró a la denunciante varios fotogramas, pero ninguna de las partes pidió que se emitieran los vídeos.
Confirmó ante el tribunal que llegó a Pamplona con un amigo sobre las seis y media de la tarde del día del chupinazo. Aparcaron en la zona del Soto de Lezkairu y posteriormente se dirigieron al casco viejo. Estuvieron en la Plaza del Castillo, donde había un concierto, pero poco antes de las tres de la madrugada su acompañante ya se había ido a dormir y el grupo de amigos de la universidad con el que estaban «se había perdido». Se sentó en un banco donde había un joven que hablaba con otros que se encontraban de pie. Resultaron ser los ahora encarcelados. Dicho joven le preguntó de dónde era, qué hacía en sanfermines, cómo se llamaba... y entablaron una breve conversación sobre fútbol y la fiesta hasta que ella les dijo que se iba a dormir al coche.
La presunta víctima negó ayer que durante la conversación trataran algún tema de índole sexual, contradiciendo así la versión de los acusados. Ellos sostienen que empezaron a hablar de sexo, que la charla fue subiendo de tono y decidieron, ellos y la chica, buscar un lugar apartado para mantener relaciones sexuales en grupo. La joven ya declaró durante la instrucción que en el trayecto ellos intentaron entrar en un hotel y que ella esperó fuera fumando. También que empezó a sentirse incómoda por ciertas actitudes de los jóvenes e intentó cambiar de dirección, pero que ellos insistieron en acompañarla. Al llegar a la calle Paulino Caballero, prosiguió, uno de los cinco sevillanos entró en un portal aprovechando que una vecina había abierto la puerta. Afuera, ella reconoció que se dio un beso en la boca con uno de ellos. A continuación, el que había entrado salió y mientras sujetaba la puerta dijo a los demás: «Vamos, vamos».
Fue entonces cuando dos de ellos la agarraron de un brazo y la introdujeron en el portal, donde le dijeron que se callara y que no gritara. Dejaron sus vasos de cubata en el suelo, le arrancaron la riñonera y el jersey y los tiraron al suelo. En ese momento, insistió, la rodearon y la obligaron a mantener relaciones sexuales con todos ellos. Cuando le preguntaron detalles sobre lo que ocurrió a partir de entonces, ella mantuvo que su actitud fue pasiva y que tenía los ojos cerrados –así lo reflejó la Policía Foral en su informe–, que había pasajes que no recordaba, e insistió en que fue obligada a mantener relaciones con todos, que reclamaban el turno mientras esperaban. «Quillo, me toca a mí», declaró que oía.
La denunciante no sabe cuánto duró la violación (según las cámaras pudo ser algo menos de veinte minutos), pero sí que «de repente» se marcharon y ella se quedó recogiendo sus cosas. Ahí descubrió que le faltaba el móvil, sustracción que acaba de reconocer el exguardia civil acusado. Salió y se sentó a llorar en un banco, donde la encontró una pareja. Después de estos hechos, la joven se encuentra bajo tratamiento psicológico. Según el informe pericial, sufre un estrés postraumático cuyas consecuencias aún no se pueden establecer.
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