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Hermanos, el vínculo ¿indestructible?

No hay vínculo más duradero, y al mismo tiempo más complejo, que el de los hermanos. Son amigos y rivales, su relación condiciona la identidad, la autoestima y el comportamiento para toda la vida. Nuevos estudios lo confirman.

Domingo, 06 de Marzo 2022

Tiempo de lectura: 9 min

Mitos, cuentos de hadas y relatos bíblicos llevan más de dos mil años tratando esta relación tan especial: Caín y Abel, Hansel y Gretel… envidia y rivalidad hasta el asesinato, también amor y unión. Los hermanos están vinculados por un lazo ancestral, por unas experiencias compartidas que se hunden en su pasado. Desde muy pronto aparecen la rivalidad y la sensación de comunidad, la cercanía y la distancia, la pelea y la reconciliación. Las relaciones entre hermanos suelen ser ambivalentes como pocas, afirman los psicólogos.

De hecho, ser hijo único, el hermano mayor, el mediano o el pequeño determina cosas tan poco evidentes como la actividad profesional. Lo asegura el psicólogo e investigador alemán Jürg Frick. Este especialista no dudaría en preguntar en una entrevista de trabajo por el puesto de nacimiento familiar. «Si estoy buscando a alguien que deba hacer labores preliminares para otro y me cuenta que es el hijo mayor y que en su casa llevaba la voz cantante, no lo contrataría», dice Frick. No lo haría porque está convencido de que de adultos continuamos reproduciendo el papel que asumimos de niños en nuestra familia, y el hijo mayor suele ser responsable, está acostumbrado a tomar decisiones y le puede costar tener que plegarse ante un jefe.

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Eternas rivales. Olivia de Havilland y Joan Fontaine se llevaban 15 meses. La rivalidad y los celos marcaron su relación toda la vida.

La Universidad de Texas en Austin corrobora la opinión de este investigador respecto a los primogénitos: concluye que son equilibrados, persistentes, extrovertidos, responsables y con iniciativa, cualidades que pueden explicar por qué, según un estudio realizado por esta institución, los hijos mayores tienen un 30 por ciento más de posibilidades de ser políticos o altos directivos.

Conflictos: cómo superarlos

La mayoría de los estudios coincide en que el puesto de nacimiento en la familia marca la personalidad, pero, por supuesto, hay más factores. Según Enrique Arranz, autor del libro Psicología de las relaciones fraternas (Herder), el estatus fraterno lo definen el orden de nacimiento, el tamaño de la familia, el sexo y el margen de edad entre hermanos.

El hábitat en el que naces te modula. Cuando tienes hermanos, surge la competencia. «Los hermanos se pelean y los padres no deben intervenir porque, si lo hacen, se decantarán por una parte y eso generará envidias. Los padres deben tener el número del Samur a mano y dejar que los hermanos aprendan a negociar por sí mismos», manifiesta la psicóloga María Cristina Pérez Díaz-Flor, profesora jubilada de Terapia de Grupos e Historia Social Familiar de la Universidad Complutense de Madrid y terapeuta veterana en el Instituto de Familia Formación e Intervención.

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Competencia. Michael Jackson ha contado que su padre comparaba constantemente a los hermanos para meterles presión.

Lo que los hermanos viven juntos no solo marca su relación, también influye en cómo ven el mundo, en cómo afrontan las relaciones de pareja o se desenvuelven en el entorno laboral y en cómo desarrollan su autoestima y su identidad. Y, en ocasiones, esas experiencias compartidas también pueden provocar trastornos. Algunos especialistas consideran que entre el 10 y el 15 por ciento de los niños sufre mobbing o malos tratos por parte de sus hermanos. Incluyen en este cómputo todas las formas de abuso y vejación continuada entre niños: golpes, insultos, burlas, humillaciones, marginación...

Por eso, la psicóloga María Cristina Pérez Díaz-Flor trabaja en sus terapias «lo horizontal, con los hermanos más que con los padres. La relación con los hermanos es la más duradera de la vida; a tus padres los pierdes y a tu pareja la encuentras más adelante. A ellos los conoces desde siempre. A mis terapias vienen los hermanos porque enfermas en familia y te curas en familia. La familia de origen es fundamental», cuenta.

"No hay que intervenir en las peleas. Los padres deben tener el número del Samur a mano y dejar que los hermanos aprendan a negociar", dice la psicóloga María Cristina Pérez

Uno de los primeros investigadores en profundizar en la importancia de tu lugar en la familia ha sido el psicólogo norteamericano Frank Sulloway, quien en su libro Rebeldes de nacimiento expuso sus conclusiones tras estudiar la vida de diez mil hombres y mujeres. Muy resumidas, son las siguientes: los primogénitos tienden a mostrar un comportamiento orientado al modelo de éxito de los padres. Los que están en medio son especialmente sociables. Los pequeños acaban siendo rebeldes y no es raro que terminen triunfando en el mundo de la ciencia gracias a unas ideas que se salen de la norma.

Hoy, las tesis de Sulloway se ven desde una perspectiva más bien crítica. Los estudios e investigaciones incluyen ahora a todos los miembros de la familia. Algunas conclusiones recientes son: cuando los padres prefieren claramente a uno de sus hijos, los hermanos se llevan peor de adultos; si los padres son violentos, se reproduce un efecto similar en sus hijos, aunque a veces también provoca que los hermanos se apoyen más entre ellos; los hermanos de niños discapacitados o enfermos crónicos suelen desarrollar un sentido de la justicia y la responsabilidad especialmente marcado; las hermanas suelen cuidar más de los pequeños y se sienten más unidas a ellos que los hermanos, que los ven más como competidores. Y tanto para chicos como para chicas: cuanto menor sea la diferencia de edad, mayor es la cercanía… y la rivalidad.

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Cercanía.Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, tiene una relación estrecha con su hermano mayor, Tomás.

Vivir con los hermanos es como participar en un campamento de aprendizaje social. Constantemente se practica el arte de pelearse, compararse y ser comparado, de encajar derrotas, forjar alianzas, imponer los propios intereses y apoyarse mutuamente. Los hijos únicos pueden aprender estas habilidades igual de bien, siempre y cuando pasen suficiente tiempo con otros niños de su edad. Pero lo de los hermanos es un entrenamiento permanente.

Patrones: una pesada mochila

Cuando los hermanos abandonan el hogar familiar, se llevan consigo sus patrones de la infancia. Deshacerse de esos papeles es una tarea que se alarga durante toda la vida. En el lugar de trabajo, en las relaciones sentimentales o en los equipos deportivos, las personas a menudo se comportan conforme a lo aprendido de la interacción con sus hermanos. Por ese motivo, muchas veces los viejos conflictos pendientes, pero también los deseos y anhelos de la infancia, acaban llegando a la oficina o el matrimonio. ¿Y qué pasa entonces? Pues que se acumulan los malentendidos.

Así lo cree Karl Heinz Brisch, psiquiatra infantil y juvenil que investiga en las universidades de Múnich y Salzburgo cómo se forman los vínculos entre niños pequeños y lo que de ahí surge con el tiempo. «Si la pareja la forman dos personas con tendencia a encargarse de todo, probablemente choquen porque cada uno de ellos sentirá que es él quien debe resolver el asunto en cuestión», explica en un reportaje de la revista Der Spiegel.

Vivir con hermanos es un campamento de aprendizaje social. Pero los hijos únicos pueden aprender esas habilidades igual de bien, si pasan suficiente tiempo con niños de su edad

El recurrir al llanto practicado de niños también suele prolongarse en la vida adulta, dice el investigador Jürg Frick: «La hermana pequeña aprende que, si quiere que la ayuden, basta con que se eche a llorar».

Pero cuando más frecuente es que una persona caiga en los viejos roles es cuando pasa a formar parte de un grupo nuevo de gente. El psiquiatra Brisch se encuentra en sus investigaciones con muchos casos de este tipo: por ejemplo, la empleada nueva que le consulta todas sus dudas al compañero de más edad, aunque no sea el más experimentado. «Se comporta como si ese compañero fuese su hermano mayor, a quien siempre tomó como modelo de niña». O la nueva jefa, con un expediente impecable pero que en casa era la pequeña y casi nunca decidía: «Una persona así siempre encontrará en su equipo empleados que de niños se encargaban de organizarlo todo y que la tomarán bajo su ala», cuenta Brisch. No se le da bien asumir autoridad.

Cuando no se pueden entender bien las reacciones de los demás, asegura Karl Heinz Brisch, lo más habitual es que detrás de esa incapacidad se encuentre un tema de hermanos aún sin resolver. «Ser consciente de ello puede facilitarte mucho la vida».

«Hasta cierto punto, cada hermano crece con unos padres diferentes porque la situación de la familia cambia con cada nuevo hijo que viene al mundo», añade Brisch. Además, es frecuente que perciban en sus hijos los roles que se daban entre sus propios hermanos y tomen partido de forma inconsciente.

A los padres no les gusta oírlo, pero preferir a uno de los hijos por encima de los demás es más una regla que una excepción. Según Jeffery Kluger –autor de The sibling effect–, «el 95 por ciento de los padres tiene un hijo preferido, y el 5 por ciento restante miente».

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Divergencias. Arantxa, la pequeña de los Sánchez Vicario, denunció a sus padres y se alejó de sus hermanos.

Eso agudiza el conflicto de base, la competición por el amor y la atención. Si esa competencia es justa, resulta positiva para los niños. «Los celos, en principio, son un estímulo para el desarrollo –admite el psicólogo Jürg Frick–, un motor que ayuda a dar forma a la vida». Pero si los celos son desmedidos pueden provocar un sufrimiento que se alarga en el tiempo. Hace 20 años, un grupo de científicos investigó la evolución de varias parejas de hermanos durante un periodo prolongado. Los resultados: aquellos que de niños se sentían menos queridos que sus hermanos tendían a sufrir de adultos más ansiedad, depresión y baja autoestima.

El reto, la familia 'patchwork'

Quienes más complicado lo tienen a la hora de actuar con equidad son los padres de familias patchwork. De un día para otro, el que había sido el pequeño pasa a tener un medio hermano más joven que él o a vérselas con una hermanastra nueva. Esto altera el ecosistema familiar y puede provocar rivalidades. Hay que volver a negociarlo todo desde el principio. Y si la pareja tiene hijos en común se suma un plus de dificultad.

De todos modos, y como ocurre en el conjunto de la investigación sobre el mundo de los hermanos, no se puede generalizar: que los hijos de estas familias patchwork se peleen, se acepten o se quieran depende también de si crecen juntos en la misma casa o si solo se ven durante los fines de semana, las fiestas y las vacaciones familiares.

«Los celos pueden ser un un estímulo para el desarrollo –admite el psicólogo Jürg Frick–, un motor que ayuda a dar forma a la vida». Pero si son desmedidos pueden provocar un prolongado sufrimiento

Además, se ha demostrado falsa la creencia de que los medio hermanos por lo general se sienten menos unidos que los hermanos de padre y madre. Si los padres se esfuerzan en construir una buena relación, su vínculo no será de medio hermanos, sino completo y se aportarán estabilidad. «La cercanía entre hermanos –dice el investigador Karl Heinz Brisch– nace de las buenas experiencias, no del parentesco genético».

El amor, la clave de todo

En cualquier caso, las críticas, quejas y reproches constantes por parte de los padres –sean biológicos o no– no suelen funcionar. Y en épocas en las que dos hermanos necesitan mucha atención a la vez, a todos ayuda que el padre se encargue de uno y la madre de otro. «De esa manera, los hermanos perciben que no hace falta competir por la atención de los padres porque a todos les dedican la que necesitan».

Es crucial que ningún hijo se sienta menos querido. «En la base de casi todas las dolencias psicológicas están los padres», afirma María Cristina Pérez Díaz-Flor. «Un hijo relegado a un segundo plano será un adulto inseguro mañana», sostiene Ellen Weber Libby, autora del libro The favourite child.

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