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Pequeñas infamias

Saber o no saber

Carmen Posadas

Viernes, 14 de Marzo 2025, 11:09h

Tiempo de lectura: 3 min

No he querido saber, pero he sabido…». Así comienza una de las mejores novelas de Javier Marías. En sus primeras páginas se narra el suicidio de una joven en plena reunión familiar, y ese «no he querido saber, pero he sabido» resuena a lo largo de todo el libro como un inteligente ritornelo para recordarnos que en la vida hay cosas que preferimos saber y otras que voluntariamente optamos por ignorar.

Me ha venido a la memoria esta frase de Corazón tan blanco al leer El sorprendente encanto de la ignorancia, un texto del premiado articulista norteamericano Mark Lilla en el que afirma que, a pesar de que todos aseguramos preferir saber, existen buenas razones tanto para desear saber como para elegir la ignorancia. Analicemos el caso de las relaciones personales.

¿De verdad es preferible saberlo todo? ¿No será que si la sabia naturaleza nos negó el don de leer los pensamientos de otros lo hizo por algo?

«En mi pareja busco sobre todo la sinceridad –suele decir la gente–, que no me mienta, que no se guarde nada». Pero ¿de verdad es preferible saberlo todo? ¿No será que si la sabia naturaleza nos negó el don de leer los pensamientos de otros lo hizo por algo? Imagínense lo que sería ir por ahí 'leyendo' mentes ajenas. Las de personas no allegadas y, peor aún, las de aquellos a quienes amamos. ¿Quién quiere, por ejemplo, conocer las oscuras pulsiones (el que esté libre de ellas que tire la primera piedra) que de vez en cuando pasan por la cabeza de un cónyuge, un padre, una madre, un hijo o cualquier otra persona querida?

Y existen, asimismo, muchas más verdades que también es prudente ignorar. Tal como señala Mark Lilla en su artículo, que a un trapecista a punto de subirse a la barra le dé por averiguar la tasa de mortalidad en su profesión no parece la mejor de las ideas. En esta y en otras tantas situaciones, la decisión de no saber es pragmática, inteligente, protectora. Existen, por contra, situaciones en las que elegir la ignorancia no es protectora ni tampoco muy inteligente. Como, por ejemplo, cuando optamos por informarnos de lo que ocurre en el mundo solo a través de medios de comunicación afines para que ratifiquen lo que ya pensamos de antemano. Y da igual que la realidad –que es tozuda– demuestre que los hechos no son así. Porque lo que esta clase de ciegos voluntarios busca es hacerse con un 'relato' que sirva para versionar lo que desearían que fuese cierto sin serlo.

Nunca como ahora la realidad ha sido un concepto tan 'discutido y discutible'. O, peor aún, se ha convertido en plastilina moldeable al gusto y en un bien fungible. Pero aun así hay verdades que pueden ser ignoradas/tuneadas/manipuladas y otras que no. Y las que no suelen tener la mala costumbre de pasar factura. En esta curiosa situación nos encontramos hoy en día.

Por un lado, la gente se empeña en exigir 'verdad' en el terreno íntimo y amoroso, mientras que, en lo que respecta a lo que ocurre a su alrededor, opta por la ignorancia. Algunos lo hacen porque piensan que para qué saber si no pueden hacer nada al respecto. Otros, porque estiman que, puesto que no pueden hacer nada, en la ignorancia se vive mejor y ojos que no ven, corazón que no siente. De ahí que el dilema 'saber-no saber' resulte tan complejo. Porque no es una regla fija que saber sea siempre mejor que la ignorancia, lo que simplificaría mucho la elección. La dificultad viene, precisamente, porque somos libres de elegir. Y elegir entraña (o debería entrañar) la necesidad de sopesar muy bien qué implica dicha elección y no hacerse trampas en el solitario.

Y sí. Una cierta y deliberada ceguera es, en según qué casos, no solo conveniente, sino una idea salvadora. Pero en otros puede ser letal; por eso es importante saber en qué situaciones prefiere uno la ignorancia sobre el conocimiento y en cuáles no. Contrariamente a lo que creen muchos en el terreno familiar y sentimental, muchas veces mirar para otro lado puede ser una opción pragmática e inteligente. Pero en otros órdenes de la vida, tanto o más importantes, elegir la ignorancia y la ceguera se paga demasiado caro.

Saber o no saber, esa es la cuestión y las dos son necesarias en la vida. Usted decide en qué caso prefiere una opción u otra.