Cómo mirar un cuadro... Las auténticas 'Hilanderas'

Hay muchas interpretaciones sobre el mensaje que lanza Velázquez en esta obra. Una de ellas sostiene que se trata de una loa dedicada al arte. Explica el Museo del Prado que la obra podría representar «el paso de la materia (el proceso de hilar) a la forma (el tapiz) a través del poder del arte, con lo que estaríamos ante una defensa de la nobleza de la pintura».

El Museo del Prado destaca que «la imitación del movimiento está perfectamente lograda en la rueca». Velázquez lo consigue difuminando los contornos y el color. El resto de la escena también se mueve: los personajes conversan, trabajan y gesticulan. Se muestra una actividad artesanal en plena producción. También hay acción en la escena del fondo, con Atenea (esta vez representada con casco) reprendiendo a Aracne.

Los personajes están inmersos en sus asuntos y labores, de espaldas o mirando a su interlocutor. Hay un único personaje que mira de frente. Se trata de la joven en el plano elevado que gira la cabeza como si atendiera a una llamada proveniente de fuera del lienzo. Los expertos enlazan la actitud de encararse con el espectador de este personaje con otras obras en las que Velázquez se retrata a sí mismo en una actitud similar, mirando al espectador.

La luz tiene un papel muy importante. El foco entra por un ventanal que no está a la vista situado a la izquierda del fondo. El rayo de luz atraviesa toda la composición y se refleja en la blusa blanca de la joven de la derecha. Esta luz aporta realismo y genera una sensación de escenificación teatral.

Los personajes más cercanos no son los más importantes. Se disponen en una línea con forma de uve, de modo que el centro de la atención recae sobre la escena del fondo, y más ahora tras el borrado de lo añadido en el siglo XVIII: una banda en la parte superior (con un arco y un óculo) y unas bandas de menor tamaño en el resto de los lados. Ahora, el cuadro es más pequeño.

EL AUTOR: Diego Rodríguez de Silva y Velázquez Virtuoso del naturalismo, del manejo de la luz y del retrato, Velázquez mostró también interés por los temas mitológicos en obras como La fragua de Vulcano, El triunfo de Baco o Los borrachos, La Venus del espejo y Mercurio y Argos. Sobresalió por la naturalidad que impregnaba a sus obras y la creación de atmósferas envolventes. Gozó de éxito en vida, y su prestigio ‘resucitó’ en el siglo XIX cuando deslumbró a Manet, Goya y otros pintores que peregrinaban al Museo del Prado a admirar sus cuadros. Es uno de los grandes de la historia del arte.