Un siglo de la invención del tanque El acorazado que cambió la guerra Bestias de acero: del Mark I al Leopard 2, la gran esperanza de Ucrania frente a Putin

Nacidos hace más de cien años para acabar con la guerra de trincheras, hoy son la gran esperanza ucraniana para romper el frente y recuperar los territorios ocupados por la Rusia de Putin. Del Mark I al Leopard 2: esta es la historia del tanque, rey del campo de batalla.
Viernes, 24 de Febrero 2023
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Fue una de las más sangrientas carnicerías de la Primera Guerra Mundial, la batalla del Somme, y empezó como siempre, con una oleada de hombres lanzándose al ataque. Pero aquella vez había algo diferente: «Allí, entre ellos, escupiendo muerte, unos monstruos de otro mundo», escribió un soldado alemán recordando la estampa de decenas de colosos mecánicos, erizados de ametralladoras, que avanzaban lentos pero imparables desde las posiciones británicas. Era el 15 de septiembre de 1916, y el sector de Flers-Courcelette, en el norte de Francia, estaba asistiendo al debut de un arma que iba a cambiar el desarrollo de esa guerra y de las futuras.

Aunque los comienzos no fueron especialmente prometedores. Con sus 31 toneladas de peso y su precaria mecánica, aquellos Mark I todavía eran torpes y poco maniobrables, además de muy proclives a las averías, y solo un puñado de ellos llegó al final de la jornada. No consiguieron grandes avances, pero sí convencieron al alto mando de las posibilidades que tenía aquel nuevo invento. El éxito definitivo llegó casi dos años más tarde en la batalla de Amiens, cuando los tanques aliados lograron adentrarse 20 kilómetros tras las líneas alemanas, un avance sin precedentes en aquella guerra que llevaba tanto tiempo estancada.
Romper las líneas enemigas siempre ha sido una de las claves para alcanzar la victoria. Esta tarea recayó durante milenios en la caballería pesada, pero la primera gran contienda del siglo XX vino marcada por las ametralladoras, las trincheras y el alambre de espino, y todo cambió. Cruzar la tierra de nadie era una misión suicida que se cobraba innumerables vidas. Hacía falta algo que permitiera avanzar por terrenos desiguales, superar las alambradas y llegar hasta las líneas enemigas sin detenerse ante las balas, algo que fuese más robusto que los automóviles blindados con planchas de metal que ya llevaban un tiempo operativos en otros frentes. Algo, en definitiva, parecido al famoso vehículo de combate que diseñó Leonardo da Vinci allá por el siglo XV, pero todo de acero, movido por un motor de combustión y a ser posible con un sistema de tracción más versátil y resistente que las ruedas.

Ernest Swinton, un oficial de ingenieros británico, fue quien propuso basarse en los tractores de orugas, nacidos originalmente para realizar trabajos agrícolas, pero que ahora se usaban para arrastrar cañones a través de caminos impracticables y campos embarrados. Los sucesivos prototipos fueron confluyendo en el Mark I, un modelo romboidal sin torreta, impulsado por dos orugas paralelas que recorrían todo el lateral del vehículo. Los trabajos de desarrollo y construcción se llevaron a cabo en el mayor de los secretos. De hecho, los obreros que los fabricaban pensaban que eran depósitos de agua y se referían a ellos como 'tanques', de ahí el nombre por el que los conocemos hoy.
Hitler y la Blitzkrieg
La irrupción en los campos de batalla de cientos de blindados aliados de versiones mejoradas, más fiables y maniobrables que el Mark I, precipitó la derrota de Alemania y el final de la Primera Guerra Mundial. Mientras que los británicos fueron los pioneros en el desarrollo del tanque y los franceses, los responsables del primer modelo de configuración moderna, el Renault FT-17, los alemanes se quedaron con el papel de alumnos rezagados y apenas llegaron a fabricar una veintena de tanques propios. Pero aprendieron la lección.
Fueron ellos los primeros en apreciar el potencial de los blindados para la guerra de movimientos, es decir, usados como algo más que meras fortalezas sobre orugas para proteger el avance de la infantería. Por eso se centraron en el desarrollo de tanques más veloces, que actuaban en formaciones independientes coordinadas por radio, apoyadas por unidades de infantería motorizada y aviación. Había nacido la Blitzkrieg, la famosa guerra relámpago, perfeccionada en las primeras campañas de la Segunda Guerra Mundial.
Los obreros creían que estaban construyendo un depósito de agua y se referían a él como tanque, de ahí su nombre
Los Panzers alemanes no tardaron en adquirir un aura de imbatibilidad, ganada en las contundentes victorias sobre Polonia y Francia, en su fulgurante avance por las estepas rusas o en las correrías de Rommel en el norte de África. Los alemanes crearon algunos de los tanques más icónicos de la guerra, como el Panzer IV, el Panther o el Tiger, modelos cada vez más potentes y mejor blindados. Pero el tanque más determinante fue el T-34 soviético, rápido, muy maniobrable, duro como él solo. Y fabricado en un número fuera del alcance de la industria alemana: unos 57.000 salieron de las fábricas soviéticas y rodaron sobre el barro y la nieve de media Europa hasta llegar a las calles de Berlín.
El tanque había alcanzado su mayoría de edad, tanto en el diseño como en la táctica. Durante los años de la Guerra Fría se introdujeron mejoras técnicas en motores, suspensión, control de disparo o estabilidad del cañón, y el debate entre priorizar los tanques medios o pesados se resolvió en favor de una solución única e intermedia, el conocido como Main Battle Tank, o 'carro de combate principal', la columna vertebral de las fuerzas acorazadas del Pacto de Varsovia y la OTAN. Los tanques desempeñaron un papel fundamental en las guerras árabe-israelíes y no tanto en las de Vietnam o Afganistán. La guerra del Golfo de 1990 confirmó su pérdida de protagonismo en beneficio de la aviación y del helicóptero de ataque. Muchos ejércitos optaron por reducir sus contingentes blindados y centrarse en la mejora de modelos de tanques ya contrastados, adaptándolos a las siempre cambiantes características del campo de batalla moderno.
El M-1 Abrams norteamericano, el Challenger 2 británico, el T-90 ruso y el Leopard 2 alemán, nombres que la guerra en Ucrania ha puesto de triste actualidad, son los herederos de aquellos monstruos que hace cien años cambiaron el curso de la historia. Hoy, por desgracia, todos los ojos vuelven a estar puestos en ellos.
EL VERDADERO BLINDAJE DE LOS LEOPARD

Alemania entregará a Ucrania 14 Leopard 2 antes de finales de marzo y 100 Leopard 1, más débilmente blindados. El Leopard 2 ataca objetivos fijos y móviles, atraviesa aguas de hasta cuatro metros de profundidad, alcanza los 60 kilómetros por hora y pesa 60 toneladas. De fabricación alemana, ningún país comprador puede vendérselo a un tercero sin su autorización.
Ahora mismo, soldados ucranianos están recibiendo instrucción contra reloj en Alemania para su manejo. Serán de seis a ocho semanas de entrenamiento, cuando lo normal son dos años. La razón de las prisas es que la OTAN cree que Putin prepara una gran ofensiva en primavera cuando le lleguen refuerzos. Ucrania tiene, por tanto, una oportunidad para contraatacar, ahora que los rusos están débiles. Pero necesita tanques. Y los mejores del mundo son los alemanes, los británicos y los estadounidenses. Con una diferencia: hay más de 2000 Leopard almacenados en Europa. Por tanto, existe un gran abastecimiento de municiones y piezas de repuesto en el continente. Son, pues, fáciles de mantener. Asimismo, con estos tanques y demás material, Ucrania está dejando atrás el obsoleto material militar soviético, convirtiéndose cada vez más en una fuerza con los estándares de la OTAN. Ese blindaje, y no el acero de los Leopard, es el que más preocupa a los rusos.
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