
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Jueves, 13 de Febrero 2025, 13:28h
Tiempo de lectura: 4 min
Hay monstruos de boca enorme y cuerpo gelatinoso que son casi inmortales, como los gusanos de tubo gigante, que viven 200 años. Habitan en la zona abisal de los océanos, a entre 4000 y 6000 metros de profundidad. Y son muchos: según cálculos del Census of Marine Life, las profundidades están habitadas por más de 17.000 especies abisales. Queda mucho por descubrir allí abajo.
Viajamos a la Luna y a Marte, pero no prestamos tanta atención a lo que los estudiosos denominan ‘la última frontera de la exploración humana en la Tierra’, el hábitat de criaturas enormes como el Mesonychoteuthis hamiltoni, el calamar gigante del que hablaba Julio Verne en sus Veinte mil leguas de viaje submarino.
Es el hábitat también de seres diminutos, como los que se están descubriendo ahora gracias al proyecto Pourquoi pas les abysses? (‘¿Por qué no (en) las profundidades?’), del Instituto Francés de Investigación para la Exploración del Mar (Ifremer).
Su objetivo es estudiar la biodiversidad de las aguas más profundas. Las extrañas criaturas que sobreviven allí son vitales para el ecosistema marino y podrían, además, ayudarnos a encontrar respuestas para sanar enfermedades o prolongar nuestra vida, porque son seres que se adaptan a las condiciones más extremas; algunas aguantan meses sin comer; otras están dotadas de una fisiología excepcional que les permite sobrevivir a temperaturas de 2 a 400 grados, a soportar emisiones de metano o sulfuro de hidrógeno… Y, además, son muy longevas.
Algunas criaturas abisales incluso poseen un sistema inmunológico capaz de responder a bacterias mediante la producción de proteínas con propiedades antibióticas. Esa posible capacidad curativa las convierte en más atractivas y menos monstruosas.
Ahí abajo hay un mundo fascinante. No olvidemos que la vida se originó en el mar. En el proyecto científico Pourquoi pas les abysses? trabaja una treintena de investigadores con la misión de inventariar la biodiversidad de la zona abisal. Para identificar esas miles de especies desconocidas, los científicos toman muestras que luego se procesan para extraer el ADN y –gracias a los nuevos métodos moleculares de ‘códigos de barras’– realizar un inventario de especies.
También completan un álbum fotográfico de la fauna abisal. Han captado imágenes excepcionales de criaturas de lo más extrañas, como gusanos de cerdas, anquilostomas o copépodos.
No es fácil tomar fotografías a kilómetros de profundidad y sin nada de luz; así es el 75 por ciento del espacio oceánico habitable: afótico, sin luz, sumido en una oscuridad total. El fotógrafo Gilles Martin, uno de los integrantes del proyecto Pourquoi pas les abysses?, ha logrado retratar estas criaturas diminutas a partir de muestras tomadas del fondo de las grandes llanuras y laderas de las fosas de agua situadas a entre 4500 y 6000 metros de profundidad. Lo ha hecho sin necesidad de zambullirse en el mar. Las expediciones al mundo abisal tienen similitudes con las exploraciones espaciales: buscan vida en lugares ignotos, de difícil acceso y con unas condiciones de extrema hostilidad. A partir de los 200 metros de profundidad reinan el frío, la negritud y las presiones altísimas. ¿Cómo llegar allí? Igual que a Marte: se envían equipos no tripulados, guiados a distancia. Y, de momento, con mucho éxito.
En este proyecto trabajan tres eminencias de la investigación marina: Daniela Zeppilli, especializada en nematodos, pequeños gusanos de la meiofauna (animales de menos de un milímetro); Julie Poulain, experta en muestreo y secuenciación genética; y Sophie Arnaud-Haond, que investiga cómo las poblaciones de organismos marinos están conectadas a través de la migración. Están contentas. «Con cada muestra descubrimos vida nunca vista», explica Daniela Zeppilli.
El proyecto también proporcionará información sobre los efectos de la contaminación en el fondo de los océanos; sobre las consecuencias de la minería marina en el ecosistema subacuático; y también sobre la evolución de la vida y los movimientos de la fauna durante las grandes edades geológicas.
Daniela Zeppilli cuenta que el 80 por ciento de la biodiversidad se esconde bajo los océanos. Quedan muchos secretos por desvelar.
Las expediciones al mundo abisal tienen similitudes con las exploraciones espaciales: buscan vida en lugares ignotos y en condiciones de extrema hostilidad. Se envían equipos no tripulados, guiados a distancia. A la izquierda: el Oktopus, capaz de descender hasta a 6000 metros de profundidad. Se posa en el fondo marino y sus ocho tubos permiten realizar un muestreo sin alterar el sedimento. Recoge seres minúsculos como los poliquetos, que luego se extraen y analizan.