El cosmólogo que cree en los OVNIS En plena colaboración con el gobierno estadounidense Avi Loeb: «Que haya más civilizaciones como la nuestra es de sentido común»
El cosmólogo israelí-estadounidense Avi Loeb levantó un huracán mediático cuando sugirió que Oumuamua, un objeto interestelar descubierto en 2017, podría ser una nave alienígena a la deriva y no un cometa. Loeb dirige el Instituto de Teoría y Computación del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian y ha publicado Extraterrestre (Planeta).
XLSemanal. ¿Por qué un astrónomo eminente se mete en semejante lío?
Avi Loeb. El descubrimiento de Oumuamua cambió mi perspectiva. Hicimos un informe de aquel extrañísimo objeto interestelar del tamaño de un campo de fútbol descubierto por un telescopio de Hawái, y que se alejaba del Sol empujado por una fuerza misteriosa…
«Hemos descubierto otros dos objetos interestelares que llegaron al Sistema Solar antes que Oumuamua»
XL. Una vela solar, según usted, aunque muy pocos en la comunidad científica secundan esa hipótesis.
A.L. Ya, pero despertó un enorme interés internacional. La gente corriente me abordaba en charlas y conferencias y me preguntaba. La gente quiere saber. La ciencia avanza gracias a la curiosidad humana. Por eso hay que investigar y descartar. Y a eso me estoy dedicando.
XL. Supongo que no le será fácil encontrar financiación pública para sus investigaciones.
A.L. No, pero tengo inversores privados muy potentes que me respaldan. Desde entonces, hemos descubierto otros dos objetos interestelares que llegaron al sistema solar antes que Oumuamua. Uno de ellos es un meteorito que impactó en la Tierra en 2014. Se estrelló en el Océano Pacífico, en las inmediaciones de Papúa Nueva Guinea. En un par de meses dirigiré una expedición para buscar fragmentos y descubrir cualquier indicio que nos saque de la duda sobre si se trata de una nave espacial o es sencillamente un meteorito con una composición muy inusual. Y seguimos buscando más artefactos interestelares.
XL. Usted colabora con la Fuerza Espacial de Estados Unidos…
A.L. Es una colaboración mutua. Nosotros le hemos ofrecido nuestra ayuda al gobierno de Estados Unidos para esclarecer fenómenos aéreos no identificados en la atmósfera terrestre.
XL. ¿De qué modo?
A.L. Hemos instalado un sistema de telescopios en el observatorio de Harvard que monitorizan constantemente cualquier movimiento en la atmósfera terrestre y el cielo con una gran resolución, tanto en el espectro visible como en el invisible, desde los infrarrojos a las ondas de radio. Ya estamos recolectando datos y analizándolos con Inteligencia Artificial. Y subimos todos esos datos a la nube. No nos guardamos nada.
«Ya estamos recolectando datos y analizándolos con Inteligencia Artificial. Y subimos todos esos datos a la nube. No nos guardamos nada»
XL. Ha dicho que la colaboración es mutua…
A.L. Sí, ellos también nos han ayudado. Amir Siraj, uno de mis estudiantes, fue el que descubrió que el meteorito que le he mencionado, que estaba registrado en un catálogo, como otros muchos, sin que se le prestara más atención, debía ser extrasolar por su trayectoria y velocidad. Lo cual es rarísimo. Hicimos los cálculos, basándonos en los datos disponibles, y así era. ¡Se movía demasiado rápido! Redactamos un artículo científico y lo enviamos a la revista The Astrophysical Journal. Pero en la revisión por pares lo rechazaron.
XL. ¿Por qué?
A.L. ¡Porque no se creían los datos! Y la NASA también los puso en duda. Nos vimos en una situación muy comprometida. Por aquel entonces, yo presidía una de las cátedras de la Academia Nacional de Estados Unidos. Allí conocí a un miembro del Laboratorio de Los Álamos, en los que se llevan a cabo investigaciones clasificadas, le conté la historia y me ofreció ayuda.
XL. ¿Qué tipo de ayuda?
A.L. Ayuda para verificar los datos, que habían sido recopilados por sensores del gobierno, aunque solo se habían hecho públicos parcialmente. La Casa Blanca, en la que tengo contactos, también se involucró. Y Joel Mozer, jefe científico del Comando de Operaciones Espaciales, los comprobó y emitió un informe en el que se confirmaba, con una certidumbre del 99,9 por ciento, que teníamos razón. El memorando oficial fue firmado por el teniente general John Shaw, de la Fuerza Espacial. No es muy habitual que un gobierno ayude al progreso de la ciencia. Pero, en nuestro caso, así fue.
XL. ¿Y la comunidad científica se siente cómoda con esa ayuda?
A.L. En ciertos ámbitos, el gobierno dispone de más recursos y utiliza sensores a los que no tiene acceso el colectivo de astrónomos. Pero lleva su tiempo convencerles de que los gobiernos saben de lo que están hablando.
XL. ¿Tiene la impresión de que sus propios colegas le miran por encima del hombro?
A.L. Hay mucho escéptico, no lo niego. Pero yo no tengo ningún interés en exagerar ningún hallazgo, o en ocultarlo si no resulta ser sensacional. Pasó con otro artefacto detectado por el telescopio de Hawái en 2020. Resultó ser de origen artificial, sí, pero humano. Una lanzadera de un cohete de la NASA que fue lanzado en 1966. No pasa nada, se aclaró y a otra cosa. Así progresa la ciencia. Pero es muy difícil cambiar el paradigma. Hay astrónomos que piensan que en el espacio solo hay rocas, y que se niegan a profundizar no sea que tengan que cambiar de opinión.
XL. Usted es uno de los grandes expertos mundiales en agujeros negros, un tema ya de por sí apasionante y misterioso...
A.L. Mire, en astronomía no conocemos la mayor parte de la materia que hay en el universo. La llamamos materia oscura. Hay teorías sobre si está compuesta por una partícula que interactúa débilmente, o si se trata de agujeros negros primordiales… Hay muchas posibilidades. Y se está gastando muchísimo dinero en comprobarlas. El Gran Colisionador de Hadrones de Ginebra ha estado buscando la partícula supersimétrica más liviana. Y luego resulta que no existe. Todo ese dinero se ha empleado en algo que solo era teórico. Y nadie se queja. No veo por qué investigar si tenemos compañía en el universo debe mirarse con recelo. Si encontramos vida ahí fuera, será mucho más importante para la historia de la humanidad que si encontramos una partícula elemental. Cambiará la historia, nos afectará profundamente a todos.
XL. Le veo lanzado…
A.L. ¡Es que pensar que estemos solos en el universo me parece tan improbable! Sería extrañísimo que no hubiera más civilizaciones como la nuestra. La mayoría de las estrellas se formaron antes que el Sol. Ha habido mucho tiempo para que otras civilizaciones hayan podido proliferar y también extinguirse. Es de sentido común. Pero entre algunos de mis colegas ese es el menos común de los sentidos.
XL. El gobierno de Estados Unidos ha derribado varios objetos que habían irrumpido en su espacio aéreo. Uno era un globo espía, los otros ni se sabe…
A.L. Sí, pero el gobierno quiere saber lo que son.
«La manera de proceder sobre los fenómenos no identificados ha cambiado: el gobierno de Estados Unidos parece dispuesto a compartir lo que se averigüe»
XL. ¿Y está dispuesto a compartir lo que sabe?
A.L. Eso parece. La manera de proceder sobre los fenómenos no identificados ha cambiado. Y, sobre todo, ahora tenemos aparatos, sensores y cámaras mucho mejores que hace décadas. Tenemos satélites que vigilan todo lo que entra en la atmósfera terrestre y que antes no había. Sensores capaces de detectar objetos de un metro de diámetro por el simple reflejo de un rayo de luz en su superficie. Telescopios tan potentes que todo lo que entre en el sistema solar lo van a captar…
XL. Pero la paradoja de Enrico Fermi sigue inamovible: si hay billones de mundos donde puede existir vida, ¿dónde están los extraterrestres que no los vemos?
A.L. Ya. Pero eso es como un señor que está encerrado en su casa, sentado en el sofá del salón. Puede que viva en el centro de la ciudad, en un barrio muy poblado. Pero si no mira por la ventana no verá a nadie. ¡Hay que mirar afuera!
XL. Los científicos involucrados en el proyecto SETI llevan mirando más de sesenta años y no han encontrado nada… La astrofísica Jill Tarter dice que porque solo hemos explorado el equivalente a una gota en el océano.
A.L. La enormidad del cosmos es una razón, sí. Pero el enfoque del SETI tiene sus limitaciones. Rastrean el universo para ver si pueden detectar una señal de radio inteligente. Las ondas de radio eran lo más avanzado en los años sesenta, cuando a Frank Drake, que falleció el año pasado, se le ocurrió la idea. Pero nuestro enfoque en el Proyecto Galileo es totalmente diferente y creo que más prometedor.
XL. ¿Por qué?
A.L. Porque detectar una señal inteligente de otra galaxia es como sentarte a esperar a que te llamen por teléfono. Nosotros, en cambio, miramos el buzón todos los días a ver si ha llegado algún paquete. Un objeto que ya está aquí, o muy cerca.
«No debemos tener miedo. El universo tiene 13.800 millones de años y nosotros apenas llevamos un par de millones de años aquí. Hemos llegado tarde a la función. No sabemos de qué va la obra. Alguien que haya llegado antes nos podría explicar el argumento»
XL. ¿Y cómo nos afectaría ese conocimiento?
A.L. Por lo pronto, sería la señal más clara de que no somos los chicos más listos del barrio.
XL. ¿En el caso de recibir una señal del espacio de origen inteligente, deberíamos responder?
A.L. No tenemos que tener miedo, no somos tan importantes... Pero antes habría que recopilar toda la información disponible, tratar de averiguar cuáles son las intenciones de los que han enviado esa señal… Tomarse un tiempo y decidir.
XL. Yo hubiera apostado a que usted respondería de inmediato…
A.L. Actuar con cautela no quiere decir que no acaricie la idea de tener un compañero ahí fuera con el que poder charlar. Si además es alguien con conciencia, con una inteligencia más avanzada, con una experiencia acumulada de la que podamos aprender, sería como encontrar la pareja perfecta en una cita a ciegas. [Ríe]. A la humanidad le vendría muy bien, desde luego.
XL. ¿Por qué?
A.L. Decía Steven Weinberg, el premio Nobel de Física, que cuanto más entendía el universo menos sentido le veía. Y creo que no estar solos le daría algo más de sentido a nuestras existencias. El universo tiene 13.800 millones de años y nosotros apenas llevamos un par de millones de años aquí. Hemos llegado tarde a la función. No sabemos de qué va la obra. Alguien que haya llegado antes nos podría explicar el argumento.
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