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Viernes, 16 de Febrero 2024
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El madrileño Enrique Meneses (1929-2013) llegó al periodismo por tradición familiar. Su casa era una especie de redacción ambulante. Un padre millonario sucesivamente arruinado, heredero de la fábrica de Plata Meneses y dedicado en cuerpo y alma a la revista que había fundado. Una madre bellísima, campeona de tenis. El inicio de la Guerra Civil sorprendió a la familia en Biarritz, y el posterior exilio a París marcó su educación. Su vida fue un periplo constante: África, Oriente Medio, la India, América… Logró exclusivas mundiales. Publicó en los medios más poderosos. Era un periodista de pura cepa. Odiaba que lo llamasen 'maestro'.
«Seguí a Luis Miguel Dominguín durante tres semanas y estaba haciendo una mierda de fotos; no soy fotógrafo ni de toros ni de toreros. Y de repente aparece la décima parte de 'potra' que necesita un periodista», explica Meneses. Llamaron a la puerta y Dominguín le pidió que abriese. Era Picasso con su perro.
Castro estaba leyendo Kaputt, de Curzio Malaparte. La cartuchera y la pistola no eran de Fidel, sino de un soldado que fue ejecutado por trabajar para Batista. «El revólver del chico, con cuero y todo, era mejor que el de Fidel». Meneses había conseguido camelarse a los 'barbudos' y cubrir la revolución cubana desde Sierra Maestra, una exclusiva mundial.
Meneses era amigo de la Familia Real desde la boda de don Juan Carlos y doña Sofía. Pidió a don Juan que intercediese para lograr la acreditación para la ceremonia y vender las imágenes. «¡Jooooder!», exclamó don Juan cuando supo que debía pedirle permiso a la reina Federica, madre de la novia. En la imagen, don Juan Carlos jugando al golf en Estoril.
El presidente Kennedy y su mujer, Jacqueline, a las puertas de la catedral de Viena. «Ella se quedó hablando con la gente en la calle y él salió a buscarla para decirle que el arzobispo estaba esperándolos para empezar la misa». Es la época de la Guerra Fría, el mundo está al borde de un conflicto atómico y JFK no está para bromas.
En 1963, Meneses fotografía la Marcha sobre Washington por los Derechos Civiles y asiste al mítico discurso Yo tengo un sueño, de Martin Luther King, que inflama su espíritu solidario y comprometido. «Éramos 2200 periodistas acreditados… Yo iba detrás de Luther King con el dedo en el disparador, se volvió y, ¡plas!, me salió la foto con una definición tremenda».
«¡Han asesinado a la Navidad!», exclamó Salvador Dalí, tirándose sobre un abeto de la Quinta Avenida. El genio de la pintura también lo era del marketing. Dalí había telefoneado al apartamento neoyorquino del fotógrafo a las seis de la mañana. «Soy el divino Dalí», se presentó. Celoso, quería una cobertura mediática a la altura de la que había recibido la Gioconda, obra recién llegada a la Gran Manzana gracias a las gestiones de Jacqueline Kennedy.
Meneses llegó a Egipto en 1954. El barco donde pernoctaba se hundió. Pero él no solo se salvó, sino que vendió las fotos del naufragio, fiel a su máxima: «Ya lloraré mañana». Es testigo de la revolución egipcia, con Nasser y Anuar el-Sadat (que sería asesinado por los Hermanos Musulmanes), aclamados por las multitudes.
Meneses cubrió numerosos eventos históricos, incluido, en 1993, el asedio de Sarajevo. Sería su último trabajo como enviado especial. Ya enfermo, se recluyó en su casa, pero continuó su vocación profesional por medio de blogs y con la ayuda de jóvenes colegas convirtió el salón de su casa en Utopía Televisión, inspirada en el movimiento del 15-M.