El maltrato condujo al hijo pequeño, Meinhard, al alcoholismo y, finalmente, a la muerte en un accidente de coche. En Arnold, sin embargo, ejerció el efecto contrario. Le proporcionó una determinación a prueba de Terminators y, guiado por esa sentencia repetida hasta el hastío por su progenitor, se convirtió en el mejor culturista de la historia, en la estrella que cambió para siempre el cine de acción e incluso en gobernador de California. No extraña, por tanto, que este austriaco con nacionalidad estadounidense de 76 años, padre de cinco hijos reconvertido en apasionado ecoactivista, titule su nuevo libro Be useful ('Sé útil' en inglés, aunque traducido en España como El poder de ser valiosos). Es a lo que Arnold, al fin y al cabo, dice haber dedicado su vida.
«El día debe empezar con felicidad, da igual si eres gobernador o peluquero»
XLSemanal. ¿Nunca tuvo dudas de que iba a tener éxito?
Arnold Schwarzenegger. Siempre quise ser un campeón, el mejor culturista de la historia, y luego hacerme un hueco en el cine. Quería ganar millones, hacerme rico y famoso; era mi sueño. No era una fantasía, era una visión clara y precisa de mi futuro, lo que me hacía avanzar, lo que me daba la disciplina necesaria para levantar más peso, para trabajar más duro. ¿Por qué iba a tener dudas?
XL. Reconozco que hubo un tiempo en que me costaba creer que usted mismo se tomara en serio como artista...
A.S. Hay unas personas que ven arte en lo que yo hacía y otras que no. Me da igual. Yo solo quería entretener a la gente, que pasara un buen rato. Ver el trabajo de actor como un arte es algo muy europeo. Cuando estuve en política, también mezclaba ideas liberales y conservadoras; las etiquetas no significan nada para mí.
XL. ¿La mezcla lo define?
A.S. En cierto modo, sí. Cuando era culturista, aprendí que no importa tu origen ni tu color de piel. A esos 225 kilos que esperan les da igual si eres negro, blanco o asiático; si eres hombre o mujer; rico o pobre, 225 kilos son 225 kilos. Las pesas nos igualan a todos.
XL. Últimamente hace breves vídeos de Internet con comentarios políticos. ¿Qué lo animó a dar el paso?
A.S. Siempre he visto las cosas muy claras. Una fue aceptar a Joe Biden como mi presidente porque fue quien hizo la mejor campaña y porque era el mejor. Me molestaba que muchísimos otros republicanos, como yo, no lo vieran igual. Así que un día estaba en el jacuzzi, mirando el fuego en la chimenea, y sentí el impulso de hacer algo.
«¿Quieren mi consejo? Tiren sus dispositivos digitales y aléjense de toda esa basura que las redes sociales esparcen a diario»
XL. ¿Y qué fue?
A.S. Elaboré con mi equipo un texto que dijera lo que quería decir y, de un día para otro, teníamos cinco millones y medio de visualizaciones. Estaba en todos los medios. Me di cuenta de que debía de haber dicho algo importante. Obviamente, mi origen ha tenido un papel fundamental. Ver a americanos con banderas nazis me perturba. Vengo de un país donde vivimos algo parecido y acabó muy mal. Sentía que las cosas acabarían igual de mal si no se hacía nada.
XL. En Europa, la ultraderecha cada vez es más fuerte. ¿Qué le dice su corazón?
A.S. Prefiero responder con la cabeza y no con el corazón.
XL. ¿Y cuál es la respuesta?
A.S. Uno de los motivos por los que estos radicales se están haciendo tan fuertes es que desde la izquierda también se actúa de forma radical. La izquierda rechaza todo lo que no encaja con sus ideas. Siendo gobernador de California, yo sentaba a representantes de puntos de vista opuestos y les hacía participar en la toma de decisiones, en vez de excluirlos. 'Inclusión' es la palabra clave. Es complicado, pero merece la pena. En Estados Unidos no funciona porque nuestros dirigentes son demasiado mayores, carecen de la energía para unir a ambos bandos. Albert Einstein dijo que quien genera un problema no es quien puede solucionarlo. Por eso confío en las cabezas jóvenes. Los viejos son incapaces de hacerlo.
XL. El mundo está bajo la impresión del conflicto en Oriente Medio. ¿Ve alguna solución?
A.S. Lo que hizo Hamás es terrible, fue un ataque no provocado, una pesadilla. Por decirlo con claridad: todos tenemos la obligación de estar del lado de Israel.
XL. Pero…
A.S. Al mismo tiempo, todo el mundo debería tener claro que esto no puede seguir así. Los palestinos tienen derecho a su propio país, a vivir en paz y libertad. Por muy compleja que sea la situación, ambas partes deben buscar un acuerdo.
XL. ¿Y cómo?
A.S. Es una vergüenza que no haya un solo líder a la altura. Desde hace décadas no hay nadie capaz de ofrecer soluciones, nadie que actúe con sensatez. Y por eso mueren tantas personas, soldados y civiles. Israel tiene derecho a existir, es innegociable, pero ese derecho solo es válido si hay un Estado para los palestinos. Tengo un enorme respeto por las personas que hicieron posible Israel. Apoyo a Israel al cien por cien, pero me gustaría que se encontrara una solución para la autodeterminación de Palestina.
XL. Su credo es hablar con todo el mundo. ¿Pero cómo hacerlo con asesinos?
A.S. Muchas veces senté a la mesa a personas que no me gustaban nada o cuyas ideas no compartía en absoluto. Muchos conservadores me rechazaban, entre otras causas, por defender el derecho al aborto, pero me respetaban porque dije que tendría en cuenta sus posturas aunque no las compartiera. Así llegué a gobernador. Era republicano, no tenía muchas posibilidades en California.
«Mi padre me pegaba, era duro e injusto. Yo he sido muy estricto con mis hijos, pero de una forma moderna. Había lágrimas, pero no era tan malo»
XL. ¿Y por qué es republicano?
A.S. Cuando emigré a Estados Unidos, en 1968, seguí muy de cerca los debates electorales. Richard Nixon y Hubert Humphrey ofrecieron un intercambio de golpes intenso, pero el demócrata Humphrey me sonaba como si todavía estuviera en la Austria de posguerra.
XL. ¿Nixon era mejor?
A.S. Está adoptando otra vez una perspectiva europea. Hasta el Watergate, Nixon fue un presidente excepcional.
XL. ¿Sí?
A.S. Nixon no era un republicano al uso; por ejemplo, era partidario de la atención sanitaria universal. Algo que en Estados Unidos sigue siendo extremadamente progresista. También creó la Agencia de Protección del Medioambiente, la primera iniciativa en Estados Unidos a favor de todo lo que yo defiendo. Es el espíritu que siempre he querido defender.
XL. Los republicanos actuales están lejos de ese espíritu...
A.S. Así es, por eso les digo que, si quieren ser los nuevos Reagan, tienen que actuar como Reagan.
XL. ¿Qué tenía Reagan que fuera tan extraordinario?
A.S. Le citaré solo un ejemplo: fue el primero en readmitir a un maestro gay apartado de la enseñanza por su orientación sexual. Esos son los republicanos a los que admiro. Sé que muchos de los nuevos republicanos no son así. Como gobernador elegí a una demócrata como jefa de gabinete. Hubo protestas entre los republicanos porque era lesbiana. Les dije: «Tengo derecho a escoger a mis colaboradores; yo no represento al partido, sino a todos los californianos. Y así es como voy a actuar, da igual lo que penséis. Estoy al servicio del conjunto del pueblo, no de vuestros intereses».
XL. Europa está dividida. ¿Qué le aconsejaría usted?
A.S. Todos los países europeos están pasando por momentos complicados. ¿Pero quién soy yo para decirles a los demás lo que tienen que hacer?
XL. Pues es eso justo lo que pretende con El poder de ser valiosos, su libro...
A.S. Sí, pero no está pensado para los gobernantes. La idea es otra. Hay encuestas que dicen que el 78 por ciento de las personas odia su trabajo y, joder, debe de ser terrible. Mi mensaje es: «Descubre lo que quieres ser y apuesta por ello». ¿Quieren mi consejo? Desháganse de los dispositivos digitales, tiren sus tabletas, no lean la vida de otros en una pantalla, aléjense de toda esa basura que las redes sociales esparcen a diario. Y lo mismo se puede aplicar a un país. ¡Descubrid qué país queréis ser! Me pone furioso que la gente joven se pase tantas horas con la nariz pegada al móvil.
XL. Y lo dice usted, que tan a gusto se siente en los medios digitales...
A.S. Claro, pero al levantarme no me lanzo a mirar el móvil. Intento no pensar en nada.
«Si eres culturista, no importa tu origen ni tu color de piel. A esos 225 kilos que te esperan les da igual si eres rico o pobre. Las pesas nos igualan a todos»
XL. Un consejo peculiar…
A.S. No hay que darle muchas vueltas. Cuando me levanto, es como si estuviera en una película en blanco y negro. Hasta que no hago mis ejercicios el color no entra en mi vida. El día debe empezar con felicidad. Ser consciente me permite encararlo de forma positiva. Siempre ayuda, da igual que seas jefe de Gobierno o peluquero.
XL. Tuvo una infancia difícil, su padre le pegaba. Sin embargo, dice que aquello le hizo ser lo que es.
A.S. Es cierto. Era un hombre terriblemente duro e injusto, pero, si hubiese tenido una infancia más feliz, quizá no habría estado tan motivado para salir de todo aquello.
XL. ¿Fue estricto con sus hijos?
A.S. ¡Por supuesto! Pero de una forma moderna. Piense que crecí en la posguerra, eran otros tiempos. No teníamos nada que comer, mi madre salía a buscar comida donde fuera. Volviendo a su pregunta: mi mujer era la permisiva y la generosa; yo, el estricto.
XL. ¿En qué se traducía eso?
A.S. Si los niños se dejaban la luz encendida, la primera vez se lo decía con amabilidad. Si no servía de nada, se quedaban sin luz, les quitaba la lámpara. Y, cuando se ponían a llorar en la oscuridad, les decía: «Si volvemos a encender la luz, vamos a ser más cuidadosos con ella; si no, seguimos sin luz». No es un método cruel, pero sí eficaz. Aprendieron a no despilfarrar. Uno de mis hijos me dijo una vez que él no hacía la cama, que para eso estaba la niñera. Le dije que no solo iba a hacer la cama, sino a lavar las sábanas. Y su ropa. Y, si eso no funcionaba, las sábanas y el colchón se iban por la ventana.
XL. Una actitud muy dura.
A.S. Había lágrimas, pero no era tan malo. Mis hijos están educando a sus niños igual.
XL. ¿Perdonó a su padre?
A.S. No había nada que perdonar, yo lo quería. Siempre fue más estricto conmigo que con mi hermano, y eso me hizo más fuerte. Mi hermano, desgraciadamente, cayó en el alcoholismo y murió en un accidente de tráfico que provocó por ir borracho.
XL. Perdonar se le da bien. Hace unos años se negó a reclamar a los médicos por cometer un error grave durante una operación rutinaria de sus válvulas cardiacas. ¿Por qué?
A.S. Yo veo las cosas de otra manera: lo importante es que salí bien del asunto. ¿De qué me habría servido demandar a los médicos? Solo pensaba en volver a ponerme en forma. Para eso necesitaba a los médicos como aliados, no como enemigos. Cada día entrenaba un poco más fuerte, me atrevía a ir un poco más lejos. Los pacientes cardiacos tienen el riesgo de sufrir una inflamación pulmonar severa si no se ponen en forma rápido. A los seis días volví a casa y a los tres meses rodaba Terminator 6. E hice todas las escenas de acción.
XL. La mayoría no habría permitido que los médicos se libraran de una negligencia.
A.S. Mire, y esto quizá sea lo más importante que le puedo decir sobre mí: no soy como la mayoría de la gente, nunca he querido serlo. Y le recomiendo a todo el mundo que busque su propio camino.