Borrar

Marina Gorbis Directora del Instituto por el Futuro "Soy futuróloga, la más improbable de las profesiones"

Esta mujer es capaz de saber cómo viviremos en los próximos años. Dirige el Instituto por el Futuro, en Palo Alto (California). Una reputada institución que adelanta las tendencias sociales, económicas, políticas y culturales antes de que se produzcan y a la que acuden empresas de todo el mundo en busca de respuestas. «Para construir el futuro –dice Marina Gorbis–, antes hay que hablar sobre él».

Lunes, 27 de Septiembre 2021

Tiempo de lectura: 10 min

La mayoría de las cosas que hacemos tienen consecuencias inesperadas», afirma Marina Gorbis, directora ejecutiva del Instituto por el Futuro (IFTF, por sus siglas en inglés), una consultora sin ánimo de lucro con sede en Palo Alto (California) que asesora a multinacionales como Microsoft, Merck, Accenture o la Fundación Bill y Melinda Gates o el Gobierno de Finlandia. El IFTF está considerado como una referencia mundial en predicciones sobre las nuevas corrientes sociales, políticas, económicas… Desde 2006, Gorbis desempeña, según sus propias palabras, «la más improbable de las profesiones: futuróloga». No obstante, se apresura a reconocer que nadie puede predecir el futuro. ¿Entonces? Aplica el método científico y la estadística para detectar señales latentes en el día a día, pequeñas innovaciones a nivel local que tienen potencial para convertirse en tendencias globales en unos años.

XLSemanal. Usted nació en Ucrania. Su historia es la de una emigrante.

Marina Gorbis. La vida siempre te sorprende. Yo pasé de vivir en una ciudad que por entonces todavía era soviética y que inmortalizó el cineasta Serguéi Eisenstein en el Acorazado Potemkin al corazón de Silicon Valley. Pero me gusta decir que todos somos migrantes que viajan al futuro, en el sentido que le daba la antropóloga Margaret Mead: nadie ha nacido en esa tierra, pero nos dirigimos hacia allí.

XL. Su equipo lleva meses intentando descifrar cómo será el mundo una vez que superemos la pandemia. ¿A qué conclusiones han llegado?

M.G. Las grandes pandemias no solo causan trastornos sociales y políticos, sino que su impacto económico puede sentirse durante décadas. Investigadores del Banco de la Reserva Federal han examinado las pandemias en Europa desde el siglo XIV hasta hoy y calculan que efectos en los niveles de actividad pueden durar hasta cuarenta años.

XL. Es mucho tiempo…

M.G. Sí, pero también es bueno que recordemos que lo que estamos viviendo en la actualidad es el resultado de decisiones que se tomaron hace décadas. Del mismo modo, nuestras respuestas de hoy y las elecciones que hagamos probablemente configuren el futuro a medio y largo plazo.

"El impacto de las grandes pandemias puede sentirse durante décadas. Investigadores de la Reserva Federal hablan de cuarenta años"

XL. ¿Cuál es su metodología?

M.G. Para empezar a pensar en el futuro, tenemos que entender la historia y los patrones del pasado. La pandemia ha revelado múltiples debilidades, fragilidades y fallos en nuestra sociedad y en nuestra economía que nos han hecho vulnerables a este virus. Estas fragilidades se han ido acumulando a lo largo del tiempo, pero fueron enmascaradas o ignoradas. Y esto ha permitido que la COVID-19 esté causando daños generalizados.

XL. Viajemos al futuro. En el IFTF describen cuatro escenarios.

M.G. Hay que entenderlos como arquetipos que proporcionan una estructura para organizar toda una gama de posibilidades que pueden aflorar. Cada uno de estos escenarios está relacionado con un valor que la sociedad considera prioritario: economía, salud, política y bienestar social.

XL. Empecemos por la economía…

M.G. Este escenario está impulsado por el deseo de volver a la senda del crecimiento y restaurar la economía lo antes posible. Se hace hincapié en la apertura de negocios y lugares de trabajo. Hay varias herramientas para abrir con seguridad: la gestión de datos, las aplicaciones de rastreo y localización, la automatización en la producción y en la entrega… ¿Pero qué va a pasar con toda esa deuda que vamos a arrastrar tras la pandemia?

XL. En Europa se están inyectando fondos para evitar que muchas empresas que serían solventes en condiciones normales desaparezcan y para que los hogares no pierdan liquidez.

M.G. En Estados Unidos es algo diferente. La Reserva Federal ha inyectado unos diez billones de dólares en los mercados financieros como parte del paquete de estímulos. Esto permitió que el Mercado de Valores se recuperase, incluso cuando la actividad seguía cayendo en picado. Pero el dinero del Gobierno no se gastó para reactivar la economía real, es decir, la producción y el consumo, sino para minimizar las pérdidas de los accionistas. En realidad, la economía estadounidense se dirige hacia una depresión.

XL. ¿Cuál es el siguiente escenario?

M.G. Las restricciones. El valor clave ya no es la economía, sino la salud individual. Comenzó con las burbujas que se crearon para reabrir las escuelas. Pero estas burbujas se han trasladado también al hogar, al lugar de trabajo y al entorno social. La vida se está reorganizando en torno a estas cápsulas de seguridad.

"El tercer escenario que manejamos es el colapso. Cuando un país se vuelve ingobernable. Algunos creen que estamos en una guerra civil fría"

XL. También las vemos en España. Son para contener al virus.

M.G. Pero vivimos en una sociedad cada vez más polarizada. La capa superior de los poseedores de la riqueza ya vivía en espacios separados del resto; en burbujas exclusivas con seguridad privada, clínicas, escuelas, aviones… Pero esta tendencia se está acentuando. Y las burbujas justifican esa segregación, haciéndola aceptable bajo el pretexto de la salud. Esto puede hacer que aumenten las grandes desigualdades sociales y la polarización, lo cual nos lleva al tercer escenario…

XL. ¿Cuál es?

M.G. El colapso, cuando un país se vuelve ingobernable. Está impulsado por las divisiones políticas, que se trasladan a las calles y a las redes sociales. Esas divisiones no son nuevas. Pero han adoptado nuevas formas. Por ejemplo, aparecen en ámbitos que no deberían ser controvertidos, como el uso de mascarillas, para avivar el enfrentamiento. Y en Estados Unidos, donde mucha gente tiene acceso a las armas, esto puede degenerar hasta convertirse en una especie de guerra civil. Algunos expertos creen que ya estamos en una guerra civil ‘fría’. Me sorprende, además, la cantidad de gente que se siente atraída por un escenario de colapso.

XL. ¿Qué les resulta atractivo?

M.G. La lógica es bastante simple. Ante una situación donde todo está muy enredado, ¿por qué no dinamitar los sistemas que tenemos para construir otros nuevos? Pero el colapso no se distribuye por igual. Las poblaciones más vulnerables soportan la peor parte. Desde luego, no es nada deseable. Ninguno de estos tres escenarios lo es.

XL. Lo que nos lleva al cuarto y último…

M.G. En efecto, la transformación mediante la cooperación. ¿Cómo construir algo más resiliente sobre los cimientos que tenemos? El valor principal es el bienestar colectivo. La transformación está impulsada por el mutualismo.

XL. ¿Se refiere a la solidaridad?

M.G. Sí, pero va más allá. Porque es bidireccional. En biología, el mutualismo es una relación simbiótica entre dos organismos de diferentes especies cuya colaboración beneficia a ambos. A nivel social, implica el reconocimiento de que el bienestar social y económico de cualquier individuo depende en gran medida del bienestar de los demás.

"En las últimas décadas se ha privilegiado un individualismo feroz. Pero la pandemia nos ha enseñado que somos interdependientes"

XL. ¿Y a nivel práctico cómo se articula?

M.G. Las sociedades con recursos financieros limitados y sometidas a estrés desarrollan sólidas economías informales en las que el apoyo mutuo llena los vacíos. Con la pandemia hemos visto muchos ejemplos de mutualismo en todas partes: personas que se unen fuera de las estructuras organizativas formales para coordinar en su barrio el reparto de alimentos y de mascarillas, redes vecinales para ayudar a los mayores…

XL. Es muy loable, ¿pero no se trata del esfuerzo de un puñado de voluntarios para tapar vías de agua?

M.G. Muchos economistas tradicionales consideran que el mutualismo es ineficaz y marginal, pero la humanidad ha practicado este acuerdo social durante buena parte de la historia. Que la sociedad se transforme para mejor después de esta pandemia implica no solo admirar tales esfuerzos, sino la creación de infraestructuras que los trasladen desde los márgenes al centro de la actividad.

"Necesitamos iniciativas como el New Deal, que no solo sacó a Estados Unidos de la recesión, también lo cambió profundamente"

XL. ¿Qué se necesita?

M.G. Que se impulsen cientos de iniciativas, grandes y pequeñas, como sucedió con el New Deal del presidente Roosevelt, que no solo sacó al país de la recesión, sino que lo cambió profundamente, llevando la electricidad a áreas rurales o modificando las leyes fiscales. Hay que invertir en servicios públicos y en bienes básicos universales, incentivar acuerdos de responsabilidad empresarial… Conviene recordar que durante los primeros años de Estados Unidos el privilegio de crear una empresa se concedía de forma selectiva y solo a actividades de interés general, como construir puentes o canales. La primera corporación fue la Universidad de Harvard, una institución educativa. Pero en las últimas décadas se ha privilegiado un individualismo feroz. La noción de que uno puede tener éxito sin ayuda de nadie está muy arraigada en la mente estadounidense. La pandemia nos ha enseñado que somos interdependientes.

XL. El interés privado también es legítimo.

M.G. El mutualismo no consiste en deshacerse de los mercados, sino en establecer un nuevo equilibrio entre lo privado y lo público. Se trata de redefinir un conjunto de derechos básicos que deben ser disfrutados por todas las personas, sin importar quiénes sean. Esto incluye la vivienda, la educación, la salud, el arte, la naturaleza…

XL. Supongamos que nos ponemos manos a la obra, ¿de qué plazos estamos hablando?

M.G. No puede hacerse de la noche a la mañana, pero diez años es un buen horizonte temporal. Para construir el futuro, hay que empezar hablando sobre él. Que los ciudadanos participen en debates en su comunidad, que comenten en casa lo que ven a su alrededor. No hay que confiar solo en los expertos. En el fondo, el ser humano siempre se está contando historias a sí mismo. Contar historias es nuestro superpoder porque esas historias son el vínculo entre la memoria individual y la imaginación colectiva. Así es como construimos una realidad compartida.

UN INSTITUTO CREADO POR LOS PADRES DE INTERNET

Anticiparse a los acontecimientos para que el mundo sea mejor. Eso pretende el Instituto para el Futuro (IFTF), fundado en 1968 por un grupo de científicos que trabajaba para la Corporación RAND, un laboratorio de ideas de la compañía aeronáutica Douglas para las Fuerzas Armadas, y cuya contribución más notable fue la doctrina de la disuasión nuclear durante la Guerra Fría. Entre los fundadores del IFTF destacan Paul Baran, uno de los padres de Internet, y Roy Amara, que fue de los primeros en alertar sobre el cambio climático. Ya no tiene vinculación con la RAND y sus investigaciones se centran en la sociedad civil y la empresa. Utiliza herramientas como el método Delphi (por el oráculo de Delfos): una técnica predictiva en la que un panel de expertos responde de manera anónima a sucesivos cuestionarios, lo que permite cribar las ideas hasta alcanzar un consenso. El IFTF es conocido mundialmente por sus pronósticos a diez años, que orientan a gobiernos y corporaciones. Ha diseñado una herramienta para imaginar cómo será el mundo después de la pandemia. Se puede descargar en (www.iftf.org). Con ella ya ha detectado más de cien tendencias que podrían transformar la economía, las cadenas de suministro, la política, el tejido social... Estas son algunas:

→ La banca se vuelve saludable

Fitness Bank es un banco norteamericano que vincula los intereses que paga a sus clientes con buenos hábitos de salud, como caminar o correr. Su aplicación móvil no solo permite al usuario consultar el saldo, sino que incorpora un contador de pasos. Si el depositante alcanza una media diaria de 12500 pasos, recibe un 0,65 por ciento de interés por sus ahorros. El interés disminuye cuanto menos ande. ¿Qué pasaría si este tipo de cuentas se generalizan? Gana la banca, pues un estilo de vida saludable se relaciona con una menor morosidad. Y gana el cliente, que tendrá un incentivo extra para cuidarse. Pero los datos de salud también podrían utilizarse para penalizar a personas sedentarias o enfermas, a los que se podría denegar un crédito o encarecer una póliza.

→ Dólares de madera para el consumo local.

El Ayuntamiento de Tenino (Washington) decidió imprimir dólares de madera y los distribuyó entre familias necesitadas, que podían comprar con ellos en los comercios locales, muy golpeados por la pandemia. ¿Por qué no repartir las ayudas en billetes de curso legal o cargarlas en una cuenta bancaria, como es lo habitual? Porque así se aseguran de que ese dinero ayuda también a las tiendas del pueblo. Es un ejemplo de mutualismo, aunque no es nuevo. Se practicó durante la Depresión de los años treinta, curiosamente también en Tenino. ¿Qué pasaría si las monedas locales se generalizan como una manera de incentivar el consumo de proximidad?

→ Contra la pandemia, la estrategia del porno.

¿Alguna industria se había enfrentado ya a una crisis sanitaria causada por un virus? Pues sí, la del porno. Cuenta The New York Times que en 1998 un actor seropositivo falsificó un certificado sanitario y contagió a varias actrices. Se pararon los rodajes. El cine para adultos vio sus millonarios ingresos peligrar y puso en marcha el programa PASS. Cada catorce días, los artistas deben hacerse una prueba del VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. El resultado queda registrado en una base de datos centralizada. Si hay un positivo, se cierra el plató y se hace un rastreo. «Para reactivar la economía, será fundamental la confianza», afirma Ashish Jha, director del Instituto de Salud Global de Harvard.

→ Me quedo con tu cara

Santa Cruz (California) fue una de las primeras ciudades en adoptar un sistema de policía predictiva basado en algoritmos que envían a los agentes a patrullar a los lugares donde es más probable que ocurra un crimen. Y también ha sido la primera en prohibirlo, así como las cámaras de reconocimiento facial. Estas tecnologías están recibiendo muchas críticas porque se prestan a abusos y prejuicios raciales, aunque también han servido para detener a algunos de los asaltantes al Capitolio. Pero el debate se ha ampliado con la pandemia. China ha utilizado la vigilancia masiva mediante cámaras equipadas con inteligencia artificial para blindar barrios y ciudades durante los confinamientos, con evidente éxito. ¿La imitarán otros países?

MÁS DE XLSEMANAL