Recordando los bailes de película que protagonizaron Fred Astaire y Ginger Rogers

Fred y Ginger ganaron muchísimo dinero. Lógico, pues se convirtieron en un enorme negocio para los productores. Las salas se llenaban con cada film que protagonizaban. Todos, de atractiva puesta en escena. Además, ya funcionaba por aquel entonces el marketing. Se publicó en la prensa norteamericana que Ginger había decidido asegurar sus piernas en ¡un millón de dólares! La noticia, obviamente, se extendió por todo el planeta. Si hoy llamaría la atención, situémonos en los años treinta…

¿Qué tal se llevaba la pareja? ¿Era oro todo lo que relucía ante el público? No. Ginger definió en 1973 su relación como «muy seca. Es decir, estrictamente profesional. Nunca fuimos amigos. Fuera del plató, Fred era un hombre aburrido, insignificante, poco comunicativo». Más dulce, en 1991 afirmaría: «Fuimos colegas y aunque nos peleamos en ocasiones trabajamos juntos magníficamente. Basta con vernos en la pantalla: nos divertíamos, y eso se nota». ¿En qué comentario radica lo que sentía de verdad? Sólo ella lo supo.

Por su parte, Astaire manifestaría: «Ginger nunca había bailado con una pareja anteriormente. No sabía hacer claqué y no sabía hacer esto y aquello, pero tenía estilo y talento, y mejoró mientras la acompañaba. Lo entendió tanto que después de un tiempo, cualquiera que bailaba conmigo me parecía mal». Lo dicho: no era oro todo lo que relucía a través de las sonrisas de profidén del plató. Nada nuevo, en cualquier caso, en el territorio de la farándula, donde el ego –algo, por cierto, tan humano- se mueve a menudo sin riendas.

Fred Astaire y Ginger Rogers, sinónimo de 'glamour', trasladan al esplendor del cine como oferta de distracción y al de Hollywood como factoría de sueños. O sea, al arte de la pantalla gigante y a un tiempo/estilo irrepetible. Compárense sus películas con las más taquilleras de hoy y extraiga cada cual sus conclusiones al respecto. ¡Qué grandes artistas!