¿Sabes de dónde viene la expresión 'Echa vino montañés'?
RECUERDOS ·
A mitad del siglo XIX surgió el término 'jándalo', una acepción fonética que identifica a los cántabros que habían emigrado a Andalucía y que imita la forma de pronunciar la palabra por los nativos de esa zona
En los siglos XVIII-XIX y principios del XX, las gentes del norte de nuestro país buscaron fortuna en América o en Andalucía, y muchos cántabros, entonces llamados montañeses, optaron por las provincias de Cádiz y Sevilla. La conquista de América convirtió a ciudades ... como Sevilla y Cádiz en la puerta al Nuevo Continente, foco de riqueza emergente de comercio y de transacciones de todo tipo. Los habitantes del norte de la Península, por el contrario, padecían una crisis de subsistencia global, sobre todo en el medio rural, no existían salidas y sus gentes no tenían nada que perder lanzándose al éxodo.
En el destino, en Andalucía, se necesitaba mano de obra y los inmigrantes del norte eran bien valorados. Fue a mitad del siglo XIX cuando surgió el término 'jándalo', una acepción fonética que identifica al montañés 'andaluz' y que imita la forma de pronunciar la palabra por los nativos de esa zona.
Se formaron 'cadenas', unos propiciaban la llegada de otros conocidos o familiares, al tiempo que se afianzaba la especialización comercial de los montañeses. Por un lado, al frente de tiendas de ultramarinos; por otro, en las denominadas 'tiendas de montañés', que eran lo que entendemos como bodegas-bares.
Y de ahí proviene esa frase que en algunas ocasiones habréis oído en ambientes distendidos, sobre todo en Andalucía, «echa vino montañés» extraído de:
Echa vino montañés
que lo paga Luis de Vargas,
el que a los pobres socorre
y a los ricos avasalla.
Del romance 'Diligencia de Carmona' de Fernando Villalón.
Aparte de conseguir el reconocimiento e identificación de nuestros paisanos en Andalucía con el mundo los vinos y ultramarinos, esa inmigración, ha logrado que en nuestra tierra se haya reflejado la estancia de nuestros paisanos por allá. Y al respecto os voy a escribir sobre los blancos de solera.
El sistema de crianza del vino en soleras es característico de los marcos de Jerez y Montilla-Moriles, constando de unos barriles, llamados botas por allí, colocados generalmente en tres alturas, sacando para el consumo de la situada en el plano más inferior, por tanto junto al suelo, de donde proviene el término de solera. El sistema de solera favorece notablemente la crianza biológica bajo velo de flor, pues durante esta crianza los vinos están sometidos a una intensa y continua acción metabólica de la levadura en fase de velo.
Todos hemos visto y/o bebido vinos de solera, o al menos oído, que en nuestra tierra, sobre todo en establecimientos clásicos, disponían de un buen blanco de solera, al cual tambien se ha llamado blanco de la Nava. Las dos denominaciones tienen su razón, pues por una parte se usa vino blanco producido en la localidad castellana de Nava del Rey, que se introduce el mismo en cubas (barriles, barricas o botas) para que se produzca la crianza bajo velo de flor, a semejanza de la crianza en soleras.
Se colocaban dichas cubas en las zonas más profundas de los almacenes o en las trastiendas, pero pocas veces se podía observar la disposición en tres niveles, con las criaderas en segundo y tercer nivel, tal como se hace en Andalucía.
Recordad que José María de Pereda en Peñas Arriba (1895) nos dejó escrito: «Llaman la Montaña a la tierra llana, a los valles de la costa, y montañeses a sus habitadores». Y montañeses en vez de cántabros os seguirán llamando los descendientes de aquellos primeros jándalos que viven actualmente en esas provincias andaluzas, que procedían sobre todo de pueblos como Ruiseñada, Ruiloba o Caviedes y de otras localidades de los municipios de Val de San Vicente o Valdáliga, sobre todo. Y encontraréis hoy por hoy establecimientos dedicados a la hostelería con apellidos o alusiones topográficas de Cantabria, como Casa Ceballos, Bar los Pepes de la familia Sordo o Bodegas Obregón, en El Puerto de Santa María; Casa Manteca, en Cádiz, o La Flor de Toranzo, en Sevilla.
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