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JOSÉ CARLOS ROJO
SANTANDER.
Sábado, 26 de enero 2019, 08:15
No parece que vayan a utilizar las lanchas neumáticas, ni el helicóptero con capacidad para una veintena de personas, ni los grandes camiones de achique de grandes lodos, porque afortunadamente no ha habido espectacularidad en sus intervenciones. El temporal ha amainado, la situación se ... ha estabilizado y no ha sido necesario. Se han centrado más bien en arreglar pequeños problemas con las comunicaciones, y en achicar el agua de hogares, trasteros y garajes. «Son cosas que en principio parecen menores, pero son muy necesarias porque causan gran trastorno en el día a día de los vecinos. Y los efectivos de Cantabria no dan abasto para cubrir todo el territorio», certifica el capitán Juan Carlos Peñas, al mando de los 235 efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) desplazados para apoyar en el restablecimiento de la normalidad tras las riadas.
En Torrelavega han establecido su base de operaciones, el campamento base. Dos grandes pabellones del complejo de La Lechera quedaron completamente ocupados con catres donde siempre duermen 120 efectivos. «Hacemos turnos de 12 horas de trabajo y 12 horas de descanso», acredita el capitán.
Llegaron a Cantabria el jueves a media tarde. La activación del nivel 2 del Plan Especial de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones permitió al Ejecutivo regional solicitar sus servicios. «Nos movilizamos a las 12.00 horas del jueves y estuvimos trabajando a las 17.00 horas en Los Corrales, una de las zonas que al parecer habían quedado más afectadas», detallan en la UME.
Román Velarde Vecino de Cabezón de la Sal
Manuel Santos Vecino de Ruente
Existen cinco batallones de estas fuerzas especiales del Ejército repartidas por toda España. El protocolo establece que tienen que ser capaces de acceder a cualquier punto de la geografía nacional en menos de cuatro horas. Tienen sede en Madrid, Valencia, Zaragoza, Sevilla y León. «Nosotros pertenecemos a este último y abarcamos Cantabria, Asturias, Galicia y Castilla y León», concreta Peñas.
Cuando llegaron, mediada la tarde del jueves, el momento crítico había pasado. «No hemos tenido que evacuar a nadie porque eso ya lo hicieron los compañeros de emergencias de Cantabria, pero ahora hay mucho trabajo por hacer para restablecer la normalidad». El trabajo lo comenzaron en Los Corrales de Buelna. La riada afectó especialmente al entorno de la plaza de La Pontanilla, donde los garajes subterráneos quedaron anegados, en algunos casos, por más de un metro de agua.
Llegaron a Cantabria el pasado jueves hacia las cinco de la tarde, a petición del Gobierno regional. «Y no abandonaremos la región hasta nueva orden». Todavía queda mucho trabajo por hacer para limpiar de agua las zonas habitadas que fueron más afectadas por las riadas. Además, parece que las lluvias no van a amainar. De hecho, el pronóstico no es nada halagüeño para la semana próxima en cuanto a la intensidad de unas precipitaciones que parecen mantenerse. «Hemos desplazado todo lo necesario, tanto de medios humanos como materiales, para hacer frente a una situación de estas características y peor. Por eso no tememos».
«Las primeras horas de labores han sido un poco complicadas porque la riada era tan fuerte que no nos permitía achicar la inundación. No teníamos donde echar el agua», recuerda el capitán. Poco a poco las lluvias concedieron una tregua y los ríos fueron capaces de absorber todo el caudal. «Este viernes por la mañana (por ayer) la situación estaba ya controlada y hemos podido despejar las zonas que habían quedado más anegadas». En total, intervinieron en más de una treintena de garajes y apoyaron a los equipos de Conservación de Carreteras para liberar la CA-611 de los pequeños argayos que cerraron la vía al tráfico.
La operación de la UME continuó ayer en Cabezón de la Sal. Decenas de garajes permanecían aún cubiertos de agua por la crecida del Saja y los arroyos que lo circundan. «El río comenzó a entrar en el garaje hacia las cuatro de la tarde de ayer», explica Román Velarde, vecino de la urbanización 'Nuestra Señora de la Luz', en Cabezón de la Sal.
«Aparté como pude las cosas de valor que tenía. Otras las puse en alto, pero la verdad es que no daba mucho tiempo porque el nivel subió rápido hasta unos 40 centímetros», recuerda. El problema en su casa se acrecienta porque el suelo es de azulejo, «otros vecinos conservan el hormigón de obra y filtra mucho mejor», cuenta. Dos miembros de la UME conectaron una manguera a una autobomba y comenzaron a sacar agua de su trastero. La expulsaron a un prado junto al bloque de chalets, donde se formó un gran charco. «Ahora tendré que ver qué destrozo ha hecho y avisar al seguro para que me manden dos buenos deshumidificadores que se pongan a trabajar aquí fuerte», avanza.
Muy cerca de su casa, en la urbanización Las Salinas, la inundación ha dejado impracticable un garaje colectivo. «A mí no me afecta porque no tengo coche, pero sí que es una faena para los vecinos porque no puedes moverte con libertad», lamenta Gloria de Cos, vecina del bloque de viviendas. Es jubilada y confiesa que nunca ha visto un avance del agua hasta estos niveles. «Hubo inundaciones hace años, pero afectaron al centro del pueblo, aquí nada».
Y entre tanto, en Ruente el trabajo es el contrario. «En otras partes utilizamos el camión para sacar agua pero aquí lo que hacemos es llenar el depósito del pueblo porque la riada ha roto la traída de aguas y están sin abastecimiento», cuenta el capitán Peñas. La situación supone un trastorno para los vecinos. «No sólo para el día a día de los hogares, sino porque aquí hay establecimientos de hostelería que lo necesitan para trabajar, y a quienes tenemos ganado también se nos plantea un gran problema. Al menos el Ejército está llenando el depósito y eso nos ayuda algo», indica Manuel Santos Noriega, tras subir ayer al monte para llevar agua a sus cabras.
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