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«El agua entraba con tanta fuerza que arrancó las puertas de los armarios», dice Lorena Martínez, vecina de Villanueva de la Peña, mientras señala la marca de la pared del garaje: «Llegó hasta aquí», señala, y en esa mancha que le llega casi hasta ... la cadera se intuye el rastro de violencia que dejó la riada en su casa de Mazcuerras. «A la una y media de la mañana, el agua ya pasaba por encima de la caldera de gasoil, pero a las cuatro de la mañana, atravesó entró en casa», dice chapoteando por un salón que antes tenía parqué en el suelo, y en el que ahora sólo hay charcos y el ruido que hacen sus botas de goma.
Anoche, el Gobierno de Cantabria desactivó el nivel 2 del Plan Especial de Inundaciones de la comunidad autónoma (Inuncant) y decretó su paso a nivel 1 ante la mejora de las condiciones meteorológicas y de las cuencas fluviales. Esto supone, en términos generales, que se precisa movilizar menos recursos, que suelen ser los propios de la comunidad autónoma, dado que la situación es más estable y son menores las nuevas incidencias.
Mientras, lo cotidiano era un escenario devastado ayer en la región. Cantabria se levantó intentando asimilar la envergadura del desastre sufrido el jueves, y a primera hora de la mañana, en cuanto los seis ríos volvieron a su cauce (Deva, Saja, Besaya, Ebro, Pas y Asón), aparecieron las primeras marcas en el paisaje, las heridas: decenas de carreteras cortadas, 171 argayos, 60 viviendas de Unquera sin luz, tres pueblos de Cieza incomunicados y otros tres sin suministro de agua corriente (Camaleño, Pechón y Ruente), garajes arrasados, sofás flotando, el olor a humedad en las paredes. «Esto es lo que hay», dice Lorena Martínez, como si después de una noche en vela no pudiera asimilar que una tromba de agua ha arrasado con sus pertenencias.
Hay puertas que son inútiles, muros que parecen de arena de playa; nada de lo que hicieron los vecinos de los 62 municipios de la región afectados por las inundaciones sirvió para contener las crecidas provocadas por el desnieve y los torrentes de agua que caían por las laderas de las montañas cargadas de barro y troncos. Qué hacer frente al cauce que arrancaba de cuajo árboles de diámetros poderosos. De poco sirvieron los sacos de pienso a modo de barreras naturales que ayer se emergían entre el lodo, los tocones de madera reconduciendo cauces para alejar el agua de las casas, de las cuadras, de los aparcamientos.
La mañana del viernes, a pesar de que el agua seguía inundando varias localidades, los ríos llevaban menos caudal y ello posibilitó el inicio de las labores de limpieza. Y ahí, con un millar de efectivos desplegados por la región, mientras las balsas de color arcilla se replegaban de jardines y campos de fútbol, se vio el otro efecto del temporal: si las casas de los particulares se habían llevado un buen golpe, ahora tocaba abordar el estado de las carreteras: 37 estaban cortadas a primera hora, a última hora de la noche sólo ocho permanecían impracticables, y 26 con alguna incidencia. En muchas vías, era como si las montañas se hubieran desparramado sobre el asfalto, derretidas como lenguas de barro y piedras. La fuerza de los cauces fue tal que de las cuencas arrancaron árboles y los posaron con las raíces al aire, grotescas, en mitad de una plaza de Santa Olalla.
«Esto es un espectáculo terrible», dijo ayer el presidente Miguel Ángel Revilla tras visitar los pueblos más castigados por el temporal. De ahí que el esfuerzo principal durante toda la jornada se centrase en reestablecer las comunicaciones, en abastecer de servicios a las localidades más afectadas. ¿Cómo? Con mil efectivos. Según informó el Gobierno, ayer trabajaron con este objetivo en las zonas más afectadas de la región 45 bomberos del 112, el Centro de Coordinación de Emergencias de este servicio, 300 agentes del Medio Natural, 15 técnicos de la Dirección General de Protección Civil y Emergencias, 20 sanitarios del 061, 60 voluntarios de las agrupaciones de Protección Civil, 60 bomberos municipales, 30 personas de Cruz Roja, 200 agentes de la Guardia Civil, 271 efectivos de la UME y 17 policías locales.
Sus coches, camiones y máquinas desfilaron a lo largo y ancho de la región para hacer frente a los efectos de las riadas: desde las canalizaciones de agua potable que se vieron afectadas a las carreteras, puentes y vías de ferrocarril, donde las balsas de agua y, sobre todo, los desprendimientos, causaron estragos, hasta las labores de achique de agua de viviendas, garajes y locales, en Unquera con bombas de alta capacidad; y se está realizando una escollera provisional para reencauzar el río en Ontoria. ¿Y cómo quedan los caminos? A última hora del día, según Protección Civil, ocho carreteras de la región permanecían cortadas: la N-643 a su paso por el puerto de Lunada, la N-611 en Pesquera y Los Corrales de Buelna, la CA-802 en Collado, la CA-662 Regules-Los Tornos, la CA-804 en Los Llanos, la CA-425 en Hoz de Anero, la CA-180 en Ruente y la CA-281 entre Puentenansa y Piedrasluengas. Todo, tras una jornada en la que un millar de efectivos han trabajado en tareas de limpiaza, achique de aguas y asistencia a los afectados.
Cantabria trata ahora de evaluar los daños para pedir la declaración como zona catastrófica, y tal ha sido la magnitud de lo ocurrido que el Consejo de Ministros aprobó ayer mismo ayudas para paliar los daños por las inundaciones que han afectado más a Cantabria y Asturias. Se trata de un Real Decreto Ley que «servirá de marco para todos estos incidentes y otras situaciones que se produzcan hasta el 31 de marzo». De hecho, mañana domingo está prevista la visita de la ministra de Sanidad, Luisa Carcedo, para evaluar los daños en las localidades más afectadas por las inundaciones, como Torrelavega y Los Corrales de Buelna, sin descartar que puedan acercarse a Caranceja y Ruente.
No había amanecido cuando el Gobierno de Cantabria mandaba una información diciendo que los ríos estaban «en nivel de casi normalidad y con tendencia descendente», que las previsiones de tiempo eran buenas, que iba a parar de llover, pero los vecinos de los 62 municipios afectados por las inundaciones miran las puertas de sus casas con ese temor infantil a las rendijas. Por ahí entró lo incontenible, y ahora sólo queda cuantificar los daños materiales que las trombas de agua y las crecidas provocaron. Lo único bueno es que las evacuaciones llegaron a tiempo de evitar daños personales, de hecho, ayer sólo fue necesario evacuar a una persona del monte Aá (Ruente), con lo que el cómputo total de desalojados ha sido de 115 personas, sin que se haya registrado en las dos jornadas ningún herido. En total, según informa el 112, se han realizado 45 evacuaciones en Mazcuerras, 2 en Arenas de Iguña, 30 en Molledo, 34 en Suances y Coo de Buelna, uno de ellos un bebé.
. El presidente de Cantabria, Miguel Ángell Revilla, acusó ayer a las confederaciones hidrográficas del Ebro y del Cantábrico de «no estar haciendo nada» ni permitir a otras administraciones «hacer nada» para evitar, prevenir o minimizar los efectos de las inundaciones. «Nos llenan de multas si se toca una piedra y no dejan drenar los cauces de los ríos», criticó Revilla, y afirmó que hay zonas afectadas donde las confederaciones no permitían drenar cauces ni retirar árboles que estaban en el mismo río y que ahora han quedado arrancados por las inundaciones y han dañado puentes; una situación que responde a las intensas lluvias, unidas a la subida de la temperatura que ha derretido la nieve y desbordado los ríos.
Revilla hizo estas declaraciones durante el acto con motivo de la festividad de Santo Tomás de Aquino en la Universidad de Cantabria, al que acudió durante unos minutos después de estar durante gran parte del día visitando áreas afectadas por las inundaciones, que ha vuelto a calificar como una «auténtica catástrofe» que «nunca» se ha visto en los últimos cien años y que «costará reparar mucho tiempo».
Lo ocurrido estos días, dijo el presidente, es una «llamada de atención» sobre el cambio climático, un fenómeno ante el que «hay que tomar medidas», y por eso pidió que se escuche a los expertos y a la Universidad. «Hay que atender a los que saben de esto y alertar de que lo que ha sucedido puede repetirse», sobre todo ante la magnitud de lo ocurrido.
Por eso «recurrirá» a la Universidad de Cantabria para hacer estudios geológicos por los argayos que han sufrido diversas carreteras de la comunidad, como una en Cabuérniga, una zona que costará «meses» en poder estar comunicada con el resto de Cantabria.
La «prioridad» ahora pasa por hacer frente a los corrimientos de tierras y argayos como el de Ruente, provocados por las lluvias y las escorrentías, y que ayer aislaron varias zonas de la región. «Ese es el mayor problema», dijo ayer el presidente Miguel Ángel Revilla, que por segundo día se calzaba las botas verdes de goma: «La prioridad ahora es abrir carreteras que están cerradas y habilitar salidas a núcleos incomunicados», dijo tras visitar las zonas más afectadas de la región. «Hay algunos que para salir tienen que hacer trayectos por pistas, y ése es el trabajo que están haciendo ahora las brigadas de Obras Públicas: actuar de forma inmediata para que no haya ningún núcleo incomunicado». De hecho, tres pueblos que ayer mediodía quedaron aislados por un desprendimiento en Cieza (Collado, Villasuso y Villayuso) ya tienen un camino de acceso abierto. A las 19.00 horas se retiró parte del material caído a la CA-803, y eso posibilitó el acceso a estas tres localidades. Sin embargo, no todas las actuaciones son tan rápidas y sobre todo efectivas. Uno de los peores escenarios que ha dejado este temporal se sitúa en Ruente. De todos los argayos, el peor por envergadura y efectos, es el que tapona ahora mismo la CA-180, la vía de acceso al Valle de Cabuérniga y por la que no se puede transitar. Según Revilla, los militares iban a instalar un puente temporal que cruce el río más abajo, mientras que el Gobierno de Cantabria construirá dos kilómetros de carretera hasta enlazar con la autonómica. Entre tanto, la alcaldesa del Ayuntamiento de Los Tojos, Belén Ceballos, ya ha pedido al 061 que habilite una UVI móvil para proveer asistencia sanitaria a la población de la zona.
Las inundaciones afectaron a la A-67, a carreteras nacionales y autonómicas, pero también se ha visto interrumpido el tráfico ferroviario. Debido a las inundaciones registradas en las últimas horas en Cantabria, la conexión ferroviaria de Adif a la Meseta se vio afectada en la zona de Los Corrales hasta Reinosa, donde ayer se produjeron varios deslizamientos de tierra que obligaron a limpiar la vía. Sin embargo, la conexión entre Santander y Madrid, que estaba previsto se restableciera esta medianoche, al final se retrasa a esta tarde «por motivos de seguridad». En concreto, a las 16.00 horas, y se mantendrán los pasajeros por carretera hasta Reinosa, donde retoman el viaje en tren. ¿Ycercanías? La línea FEVE entre Santander y Cabezón de la Sal estaba paralizada por la inundación de la estación de Mogro, pero ayer quedó reestablecido el servicio, según informó Delegación del Gobierno.
Los trabajos de los efectivos de emergencias se centraron por tanto en infraestructuras, en reabrir carreteras y ferrocarriles, garantizar los suministros de agua y electricidad, y ayudar a los afectados en la recuperación de sus bienes, negocios, industrias y ganaderías. Es díficil de decir dónde estaría la 'zona cero' de un desastre que recuerda al de 1983, cuando las crecidas del Pas se cobraron cuatro vidas y sus efectos se cuantificaron por encima de los 10.000 millones de pesetas. Algunas comarcas, más acostumbradas a los efectos de las crecidas como en Molleda o Mazcuerras, admitían no haber visto nada igual. Sin embargo, donde más a contrapie cayó el desborde fue en Torrelavega y la cuenca del Besaya. La imagen de los trabajadores de Sniace achicando agua de la fábrica, de las plantas de Aspla y Solvay anegadas, de la calle Alcalde del Río como un pantano forman parte de un antes y un después.
Si a primera hora de la mañana de ayer, las tres fábricas habían retomado su actividad, los efectos sobre la ciudad tardarán algo más en pasarse. Las dos pasarelas peatonales del Barrio Covadonga sobre el río Besaya permanecerán varios días cerradas, y el llamado 'túnel de los italianos' (que comunica Sniace con Barreda) también permanecerá cortado al tráfico por un tiempo.
El Gobierno de Cantabria aconsejaba ayer a los vecinos que documenten, sobre todo con fotografías, los desperfectos sufridos, de forma que puedan acogerse a las ayudas autonómicas y del Gobierno de España. Se trata del consorcio de compensación de seguros, que «indemnizará los daños producidos a las personas o en los bienes sufridos por las inundaciones ocurridas en Cantabria desde el 22 de enero». La condición para acogerse a este fondo de compensación es que tanto personas y bienes dañados deberán estar amparados por una póliza de seguro que esté vigente en el momento de producirse los daños.
En un punto, medio monte se ha precipitado sobre la carretera, la CA-180, que une Ruente con Barcenillas, Sopeña y el resto del valle del Saja;y en otro, el asfalto se ha agrietado y elevado, convirtiendo la vía en un lugar peligroso al que conviene no acercarse. «Los terrenos se están moviendo mientras estamos hablando aquí», advirtieron ayer efectivos del equipo de Conservación de Carreteras, que se desplazaron al lugar para hacer un balance de daños del mayor argayo que ha dejado el temporal. La imagen era desoladora.
«Vamos a tardar mucho en reabrir esto al tráfico», advirtieron los especialistas. El deslizamiento de tierras afecta a unos 150 metros en, al menos, dos puntos de la carretera autonómica y ha dañado también al puente sobre el río Saja, bajo el que discurren las tuberías de la traída de aguas a la localidad de Ruente. La población pasó ayer el día sin agua corriente. Solo la Unidad Militar de Emergencias (UME), desplazada a la zona, logró surtir el depósito de la población para paliar el problema en la medida de lo posible.
La propuesta del presidente regional, que ayer hizo una visita fugaz al lugar, pasó por movilizar a la UME para acometer una obra provisional con la que restablecer la operatividad del puente;pero fue una opción que se descartó después. «Este puente fue reforzado este pasado año y por eso ha aguantado. Gracias a que no se ha caído me consta que el pueblo tendrá agua esta misma noche o en todo caso la tendrá este sábado por la mañana porque los responsables del servicio hidráulico del Gobierno de Cantabria ya están trabajando en reparar las tuberías», resolvió el consejero de Obras Públicas, José María Mazón.
Su análisis no fue tan optimista en lo tocante a la rehabilitación de la carretera. La solución es complicada y lenta; y llevará semanas. «Lo primero será trabajar la semana próxima en asegurar el terreno con pilotes de hormigón, para impedir que el terreno se desplace aún más. Y sobre eso comenzaremos los sondeos y el estudio técnico para diseñar un proyecto que asegure todo el firme desde el río y hasta el monte con un muro de sostenimiento», sentenció Mazón, quien espera que se formalice la Declaración de Zona Catastrófica para que las ayudas estatales ayuden a que todas estas obras no supongan un gasto adicional a la comunidad autónoma.
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