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El día después es el de la limpieza y el balance de daños. «Prefiero no hacer cálculos. Hay que tirarlo todo». Abelardo Callejo y su familia han tenido mala suerte. No sólo es que vivan en el punto más bajo de Villanueva de la Peña, ... el pueblo de Mazcuerras que durante la madrugada del jueves se convirtió en una de las 'zonas cero' de las inundaciones que afectaron a media Cantabria, sino que además todas las estancias se encuentran en la planta baja. La cocina, el salón, el baño, las habitaciones... Teniendo en cuenta que el agua del Saja llegó hasta el metro de altura, es fácil imaginar la magnitud de las pérdidas. «La secadora era nueva, así que la subí encima de la lavadora a ver si la podíamos salvar, pero tampoco...», lamentaba mientras el técnico de Viesgo terminaba de hacer unos arreglos en el contador y se restablece la electricidad.
Ayer, a las once de la mañana casi habían acabado de sacar todo el barro del interior de la vivienda y no podía cambiarse de ropa «porque no me dio tiempo a coger nada. Es que no tengo ni una muda...». El muro que construyeron en la puerta y los primeros intentos de achicar el agua no sirvieron de nada. Quizás algo en el primer envite del río, el que se produjo el miércoles a las 19.00 horas. Entró un palmo de agua y justo cuando terminaron de sacarlo la naturaleza volvió a demostrar de lo que es capaz, aunque insiste en que el desnieve y las fuertes lluvias quizás no habrían sido tan dañinas si los troncos y los restos de las obras que hicieron recientemente en el puente de Virgen de la Peña se hubieran retirado. «Cuando arreglamos la casa hace dos años ya sabíamos donde estamos y que a veces se puede salir el río, pero si lo hubieran dejado bien las consecuencias serían menores. Aquello hizo de dique y nos vino todo», lamenta.
En la vivienda de enfrente, Lorena Martínez prefería pensar que por suerte no ha habido ningún daño personal. Allí el nivel del agua no llegó tan alto, pero el suelo de parqué está destrozado. Las inundaciones no sólo la costarán un disgusto, decenas de llamadas a los seguros y muchas horas de limpieza, también semanas sin poder trabajar porque en una de las habitaciones tiene su consulta de nutrición. Eva García, que el día anterior tuvo que ser rescatada en lancha -cuenta que no deja de recibir llamadas de gente que la ha visto en la foto de la portada de El Diario- tiraba la ropa y los muebles destrozados por la ventana y el montón era todo menos pequeño.
Es otra de los cerca de cien vecinos de esta pedanía de Mazcuerras que ayer -y previsiblemente también durante las próximas jornadas- no se quitarán las botas de goma. Porque el Saja bajaba especialmente sucio. El agua marrón que circulaba el jueves por el casco urbano ayer se convirtió en barro y sedimentos que hubo que combatir con palas, escobas, agua a presión y maquinaria pesada. Se podía recorrer todo el pueblo sin pisar el suelo a través de las mangueras de achique.
En estas tareas, por lo menos en las primeras horas, no están solos. Codo con codo ayer trabajaban hasta 70 personas entre operarios municipales, del servicio de Montes del Gobierno de Cantabria, voluntarios de Protección Civil... Casi tantos como vecinos. «La verdad es que a veces nos quejamos de este país por vicio. Esto pasa en cualquier sitio y aquí no te ayuda nadie. Esto es de agradecer», decía el alcalde, Javier Camino, ya algo más relajado después de unas jornadas de gran tensión.
También nombraba a los militares de la UME, que se encontraban en casa de Estefanía Ortega con un gran camión que servía para chupar el agua del garaje y expulsarlo a chorro a 20 metros de distancia. Su marido estaba en la vivienda cuando ocurrió la riada, pero a ella le pilló en Santander. Cuando llegó no se lo podía creer. «El miércoles ya se nos llenó el sótano y vinieron los servicios de emergencia. Lo sacamos todos y entraron a tomar algo y un café porque estaba todo controlado. Y después vino otra vez y fue mucho peor», apunta todavía visiblemente afectada. Ahora está pendiente de los seguros.
A todos los afectados, las compañías les han dicho lo mismo: que hagan foto de todo, que guarden todas las facturas y que no tiren nada hasta que vengan los peritos del Consorcio de Compensación. Es este organismo y no las aseguradoras el que paga en caso de catástrofe ambiental. Con media región afectada, el trámite puede durar semanas.
Los daños en Mazcuerras fueron por la entrada de agua en los inmuebles, pero en Caranceja (Reocín), al barro y las humedades también suman los destrozos en el mobiliario urbano. Porque allí el Saja no sólo anegó, también golpeó con toda su fuerza al bajar a gran velocidad. En la casa familiar de José Ignacio un rollo de hierba que desplazó el Saja destrozó la puerta del garaje.
En otros puntos se vinieron abajo muros o farolas y medio pueblo se llenó de cantos rodados. «El problema que tenemos es que donde los campos de fútbol no hay una escollera suficiente para aguantar las crecidas. Hicieron ahí una obra pero no sirve de nada. Llevamos 15 años diciéndolo los vecinos, la junta vecinal, el ayuntamiento...Y luego que no se limpian los cauces. Con dos metros menos de piedra habría habido riada, pero no esto», concluye.
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