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Hay una casa en Cayón que tiene más historias que ladrillos. Una mansión indiana con un enorme jardín, que antes de recuperar su esplendor estuvo abandonada durante décadas hasta quedar destartalada y alumbrar un paisaje decadente y distópico. Por su vieja galería se han escondido y jugado niños y animales, el ganado ha invadido la finca y ha inspirado infinidad de rumores, como la leyenda del fantasma que pasea por la casa. Según la versión, se trataría del espíritu del joven hijo de sus primeros inquilinos; el matrimonio que mandó construir la mansión, fallecido en un accidente y enterrado bajo el túmulo que se puede ver en el jardín.
Otra apunta a que el niño murió ahogado en el río y sus padres, consternados, le erigieron un sepulcro en el que enterrarle antes de regalar la casa a sus empleados domésticos. Así lo demostrarían los ruidos y crujidos que los curiosos han escuchado alguna vez; en especial alguna noche. Una tercera versión dice que el infortunio les sobrevino a otros propietarios que compraron la casa precisamente para regresar desde Cantabria a México, pero a los que el destino les tenía guardada la misma desgracia, y tras morir su hijo en un accidente de tráfico decidieron quedarse en América.
El caso es que la leyenda habla de un fantasma, el de un joven que pobló la casa. Claro que si la casa estaba en mal estado de conservación lo más probable es que esos ruidos fueran del propio sufrir de los materiales; de los desperfectos provocados por el paso del tiempo y el abandono.
El caso es que el mito tiñó de magia una fachada rosa y desconchada que hasta su restauración acusaba no solo el paso del tiempo y la falta de mantenimiento, sino también el vandalismo. Un paisaje que dejaba volar la imaginación. Incluso circuló también una historia según la cual quien está enterrado es un ganadero a quien durante los días de calor se le escucha jurar, preocupado porque no llegue la lluvia y sus ovejas se puedan quedar sin pasto.
La narración, muy propia del romanticismo de finales del XIX, es sin embargo ficticia, siempre con esas dosis de realidad de las que se visten o travisten los mitos. Una lástima que, también como suele ser habitual, haya muy poco de verdad. Lo dicho: más historias que ladrillos.
El propio Ayuntamiento de Cayón, situado a pocos metros de la mansión, explica que la casa la mandó construir, efectivamente, un indiano; algo muy sencillo de deducir por su estilo y suntuosidad. En concreto Ildefonso Colsa, que había hecho fortuna en Cuba y no en México, y cuyo nombre se conoce en el valle por haber financiado junto a Torcuato Ruiloba el cementerio parroquial de Santa María de Cayón.
Pasó después en herencia a Isaac Colsa y su mujer, Aurora Sámano, que a su vez se lo legaron a un descendiente indirecto, en concreto un sobrino nieto, con la condición de que se mantuviera en la familia. Así se hizo, puesto que se lo vendió en 1975 a los hermanos Emeterio, Ricardo, Manuel y Alfredo Sámano, que finalmente se trasladaron a México y también de acuerdo con los datos del Ayuntamiento. El presunto túmulo, por cierto, es una fuente proyectada en la primera restauración de finales del siglo XX, que quedó inconclusa y nunca llegó a estar en funcionamiento.
Sin nadie para habitarla ni vigilarla, la casa, una espectacular mansión articulada en torno a una gran sala central de una altura de dos plantas y circundada en la entreplanta por una escalera elíptica, se fue deteriorando y sirvió de refugio a todo tipo de encuentros furtivos, gamberradas y a animales despistados.
La gran mesa de billar con escombros encima, sus balaustradas, portones, mármoles, suelos, su gran chimenea de piedra, las galerías y la enorme terraza de su tejado revelaban su vieja suntuosidad, quizá la que inspiró para que sirviera como una de las localizaciones de 'En las estrellas', rodada allí en mayo de 2018. Los cristales rotos demostraban que se practicó puntería contra ella.
Comprada por una empresa de restauración para construir un hotel-restaurante, luce de nuevo su majestuosidad original junto al cruce entre la carretera de Sarón a Santa María de Cayón y la de Villacarriedo, pero durante esas aproximadamente cuatro décadas de abandono la destartalada mansión, su frondoso jardín y el paisaje decadente y distópico inspiraron infinidad de leyendas.
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