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En un año, 130 niñas o adolescentes de Cantabria hicieron una llamada para pedir socorro por un problema de violencia de género. De esa cifra, la mayoría había sufrido algún tipo de agresión verbal, vejaciones y ciberacoso (el 43%), el 40% relató algún caso ... de violencia doméstica y, finalmente, el 16% descolgó el teléfono porque había tenido que enfrentar una agresión sexual. Son datos de la Fundación ANAR, que se dedica a ayudar por teléfono o por chat a menores en riesgo de cualquier tipo.
El dato no sorprende a nadie que trabaje en el sector social en Cantabria -y mucho menos si es en el entorno de las violencias machistas-, desde donde llevan ya varios años alertando de que estas están aumentando significativamente en la órbita de los adolescentes y los jóvenes y, lo que es peor, que a ellas -pese a que viven en la era de la información y la hiperconexión- les es difícil reconocerla. Al menos desde 2015 lo denuncia sin cesar la Asociación Consuelo Berges que dirige María Ángeles Ruiz-Tagle, un referente en este ámbito de trabajo.
130 menores de Cantabria piden auxilio en un año por algún tipo de violencia machista
15% de colegios e institutos de la región ha tenido ya problemas graves debidos al negacionismo
El Instituto Nacional de Estadística (INE) puso el acento sobre esta cuestión en su estudio sobre Violencia Doméstica y Violencia de Género del año 2021: la violencia contra las mujeres aparece cada vez a edades más tempranas. Respecto a 2020, hubo un incremento del 28,6% en el número de víctimas menores de 18 años y una subida del 70,8% en el caso de los denunciados también menores de edad.
Una de las últimas organizaciones en lanzar una alerta sobre la violencia en menores, hace pocas semanas, ha sido la Fundación ANAR, desde donde se señaló que la edad media de las chicas que sufren violencia va bajando y ahora se encuentra en los 16 años, si bien la mayoría de las chicas agredidas (sea cual sea la intensidad de la agresión) está en el grupo de los 13 a los 17 años. Su estudio revela que el 70,3% de las adolescentes no denuncia lo que sufre ni tiene intención de hacerlo. Y casi la mitad (el 47%) ni siquiera le pone nombre al problema porque no es consciente. Además, en el 80% de los casos (79,7%) están por medio las nuevas tecnologías.
Unido a esto, va paralelo el incremento del movimiento negacionista (quienes rechazan que exista la violencia contra las mujeres por el hecho de serlo). Lo detectan año tras año en las aulas de colegios e institutos de Cantabria. «Ese cambio cultural está a la orden del día. Es tremendo tener que volver a explicar cuestiones que ya pensábamos que estaban superadas», señala Miriam Gómez, del sindicato STEC y presidenta de la comisión de Igualdad del Consejo Escolar de Cantabria, en cuyo último informe se indica que en el 15% de los centros de la región ha habido ya conflictos calificados de graves y debidos a este fenómeno. Gómez alude, asimismo, a otro estudio de la organización internacional Save the Children, que recoge «que uno de cada cuatro niños niega este tipo de violencia» y apunta todavía más allá: en colegios e institutos cántabros «también da mucho que hacer la violencia vicaria (la que un padre o madre ejerce sobre los hijos para hacer daño al otro progenitor).
La sindicalista lamenta que la Ley de Igualdad de Cantabria, que contempla actuaciones en los centros educativos, no se esté cumpliendo y que, por tanto, no haya planes integrales para abordar el problema: «No hay recursos, ni programas ni protocolos, y así solo se puede ir a peor».
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