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A. G.
Santander
Sábado, 25 de noviembre 2023, 07:37
El suyo es relato estremecedor, pero precisamente por eso irradia una valentía digna de admiración. Enfermera de profesión, y por tanto conocedora no solo de los protocolos exisnetes en la lucha cotnra la violencia de género sino también de numerosos casos marcados por esta lacra, ... la vida la sumergió en un mundo del cual le costó reconocerse parte, pese a sufrir durante 12 años el yugo asfixiante que le impuso su pareja.
«Empezó desde un primer momento. Siempre quería controlarme y me decían hasta la ropa que me tenía que poner», explica con serenidad. Una convivencia que poco a poco fue transformando su realidad diaria: «Empecé a perder las amistades, no me dejaba salir con los amigos… Se crean unas rutinas con las que te empiezas a aislar», relata con la voz entrecortada.
Los primeros signos de control y manipulación por parte de su pareja dieron paso a una realidad compleja, donde la violencia psicológica se manifestaba en insultos y en un constante menosprecio. «Al final eres tú misma a la que después no le apetece ni salir. Te van aislando de tu familia, de tus amigos. Yo creo que es para que no se den cuenta, pero después llega un momento que hasta tú misma ya te lo crees y no quieres ni salir. A nivel de autoestima te anulan por completo», comparte afirma. Del maltrato y menosprecio psicológico pasó a la violencia física, que se introdujo gradualmente en su vida, siempre envuelta en perdones, regalos y promesas de cambio. La complejidad de la relación la llevó a sentirse atrapada, incapaz de romper con ese círculo destructivo.
El punto de inflexión llegó cuando casi pierde la vida en un episodio brutal que la obligó a mirar su realidad desde afuera. «Fue un episodio en casa en el que casi me mata. Y al subir los vecinos ya se tuvo que llamar a la Guardia Civil. Yo hasta entonces nunca había querido que se llamara a la Guardia Civil. Hubo varios episodios en casa pero como nadie se enteró, en esos casos no trascendió», señala. «En cambio, aquel día ya subieron los vecinos y después vinieron mis padres», destaca, una circunstancia que supuso el comienzo del fin de su sometimiento. Paradójicamente, en aquello que más miedo y vergüenza le provocaba, que su gente supiera por lo que estaba pasando, se escondía la solución al problema.
Desde aquel momento han pasado ya un año y medio, pero el impacto psicológico persiste. Esta víctima describe cómo la violencia la ha dejado marcada, afectando a su autoestima y generando un temor constante. «A día de hoy no me atrevo a ir sola a un centro comercial, voy siempre con alguien. No sólo ahí. Si me muevo por ciertos círculos también procuro ir siempre acompañada. Es un cambio muy grande», confiesa. «Al final tengo una hija y siempre pensaba en ella, en que yo podía no estar a la hora siguiente con ella». Una visión que fue una parte fundamental del impulso que la ayudó a afrontar el cambio.
En el proceso de salir de esta situación, destaca la importancia del apoyo de instituciones como la Guardia Civil, de abogados como Chabela Méndez y de asociaciones que le brindaron respaldo y ayuda psicológica. Sin embargo, resalta la necesidad de una mayor concienciación «desde la raíz», abogando por «campañas en institutos y centros de salud» para prevenir y sensibilizar sobre la violencia de género.
«Hablarlo, comentarlo… también son cosas que vienen bien porque al final ayuda a que dejes de avergonzarte por lo que sientes», resalta. «Es entonces cuando caes en la cuenta de que no eres tú la culpable de todo lo que has vivido», reflexiona la enfermera al destacar la importancia de compartir las experiencias.
Ala hora de analizar este fenómenos social que tan de cerca la ha tocado vivir, se muestra muy preocupada: «A pesar de todo lo que se está haciendo, todo esto cada día está aumentando más». Una realidad que la lleva a lanzar una alarma general: «Deberíamos ser mucho más conscientes de este problema porque le puede pasar a cualquiera en cualquier circunstancia», afirma. 2En mi trabajo lo veía pero me acabó ocurriendo a mí. Así que nadie está libre de este peligro, porque esto no tiene nada que ver con nivel económico o social, con tener familia o no. Cualquiera lo podemos pasar y creo que debería de concienciarse todavía más», insiste.
A pesar de los avances, señala la necesidad de una mayor información y concienciación, abogando por acciones con testimonios reales de mujeres que han superado situaciones similares. «Aprender con la experiencia real, conocer a otras personas que han pasado lo mismo que tú y ver que han salido adelante. Yo creo que eso te da una seguridad y una perspectiva mucho más real del problema», enfatiza. «Que conste que creo que todas las campañas que se están haciendo ayudan mucho», puntualiza. «Es un gran avance, pero creo que todavía falta por sensibilizar mucho», añade.
En sus consejos a otras víctimas, la enfermera destaca la importancia de confiar en familiares, en los amigos o en profesionales, así como de contar la experiencia y buscar ayuda. «Lo primero que tienen que pensar es que hoy estás viva, pero mañana puede que no», advierte con un tono de urgencia. «Sé que dar el paso cuesta muchísimo, porque a veces tiene que ser un factor externo como me ha pasado a mí, pero creo que todas deberíamos de hacerlo. Por nosotras o por nuestras personas queridas. Es importante que sepan que tenemos apoyo, que tenemos dónde contarlo y que podemos salir adelante».
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