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La madrugada se presentaba fresca, así que los ganaderos que aparcaron sus tractores frente a la Delegación de Gobierno la noche del viernes al sábado decidieron cenar en condiciones: hamburguesas hechas con carne de Cantabria, tres tipos de quesos locales convenientemente cortados en triangulitos; y ... de postre, quesada. También sacaron una pata de jamón, latas de cola y de cerveza, y alguna botella de vino. Con varias estructuras plegables, montaron una mesa larga al abrigo de los vehículos, y allí, en pleno centro de Santander, conscientes del impacto de una imagen como esa, se sentaron a cenar algo más de treinta personas, las mismas que tractores había en el carril-bus frente a la Delegación. Otros, los más jóvenes, se comieron la hamburguesa de pie o apoyados contra las ruedas.
Así despidió la jornada de protesta una parte de los manifestantes de la tractorada que el viernes ocupó el centro de la ciudad, con parada obligada en Delegación de Gobierno, y con el ruido atronador de los cláxones y los campanos como reclamo. Esa es una seña de identidad más que reconocible de las concentraciones del sector: pitadas monumentales, ensordecedoras, y también el desparrame de paja por la calzada o la exhibición de animales muertos a manos del lobo, especie que piden al Gobierno de España que saque del listado de animales en Régimen de Protección Especial, el Lespre en versión abreviada. Este mismo sábado, después de la acampada en el centro de la capital, volvieron a manifestarse ruidosamente ante la sede de la Delegación, en la avenida Calvo Sotelo, con los tractores pitando a más no poder. Poco después de mediodía, después de rezar un padrenuestro y guardar un minuto de silencio por el sector, se despidieron de Santander con un «¡Viva el campo!» y, acto seguido, emprendieron camino hacia sus comarcas y valles de origen. A media tarde, los de la zona sur aún no habían llegado a casa.
Volviendo a la noche previa, la cena fue un buen momento para repasar las reivindicaciones del sector primario. Con solo mencionar Bruselas, a muchos profesionales del campo se les torcía el gesto. «En las ciudades quieren controlar lo que pasa en los pueblos», decían unos. «Nosotros siempre hemos sido muy europeístas, pero esto se ha desmadrado», apuntaba Ivón Entrecanales, propietario de Granja Cudaña y proveedor espontáneo de buena parte de las viandas que se compartieron la noche del viernes. «He visto que se quedaban, que tenían cara de hambre y he pensado que tenían que comer en condiciones», aseguraba con media sonrisa y sin dejar de descargar cajas de hamburguesas de su camión.
A cuenta del origen cántabro de los productos de la cena, los ganaderos expresaron un deseo el viernes por la noche: que «se pudiera comer así en todas las casas de Cantabria». Eso ayudaría a «mejorar la economía local» y, al tratarse de productos de kilómetro cero, también redundaría «en la sostenibilidad», apuntaba Luis Pérez Portilla, ganadero de ovino de Escobedo de Camargo y secretario general de UGAM-COAG, uno de los sindicatos convocantes de la tractorada, que fue validada por todas las Organizaciones Agrarias Profesionales (OPA). «Hay que poner en valor la soberanía alimentaria de la Unión Europea», incidía Pérez Portilla. Compañeros y convocantes como Raúl Guillarón, secretario general de Asaja-Cantabria, coincidían en la valoración y en las reclamaciones que hacerle a los ministerios de Agricultura y Transición Ecológica, los dos a los que más reclaman. Y estaba de acuerdo Guillarón en que los más de 30 tractores aparcados a frente a Delegación eran una llamada de atención efectiva: «Merece la pena quedarse para visibilizar nuestra problemática y nuestras reivindicaciones».
A última hora de la noche, tras dar cuenta de la cena, parte de los ganaderos pusieron rumbo a casa para descansar, atender a los animales y volver frescos al punto de encuentro el sábado por la mañana.
Lucía Coira, al igual que otros jóvenes, se disponía a hacer noche en Santander. Estudiante de Derecho e hija de una familia ganadera, a Coira le encantaría dedicarse al negocio familiar, pero admitía que era muy complicado. «Yo veo a mis padres que no les salen los números». Hamburguesa en mano y sin batería en el móvil de tantos vídeos y fotos que tomó de la tractorada, Coira proseguía con su reflexión: «Hemos tenido mucha afición desde pequeños. Es un trabajo que, al final, es una forma de vida, y lo llevas dentro, porque, si no es así, no aguantas», comentaba en relación a las condiciones de un sector en el que empezar de cero es complejo y costoso.
Para tener una pincelada de contexto estadístico, según el Censo Agrario elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en 2020, ninguna comarca de España alcanza el 40% de jefes de explotación menores de 45 años. También con arreglo a este informe, se aprecian diferencias por sexo en todos los territorios del país –«en la gran mayoría de territorios, la presencia de mujeres como jefas de explotación es muy inferior a la de los hombres», señala el censo del INE–, aunque esas diferencias son menores en Galicia y buena parte del territorio costero y del interior de Cantabria.
Con todo, a Lucía Coira le gustaría seguir vinculada en el campo. Por eso, por su familia, se decidió a quedarse el viernes en Santander. «Nos quedamos para que esto (la tractorada, la protesta) no parezca un paseo. Esto es serio y necesita soluciones reales, soluciones de verdad. Aquí hay mucha gente joven que se está jugando mucho, que tienen una explotación y se juegan su futuro», comentó .
Más entrada la noche, un grupo de ganaderos llegó a prender una pequeña hoguera para calentarse. Pasadas las diez de la mañana de este sábado, aún humeaba. Luis Pérez Portilla explicaba a esa hora que ya llevaba unos cuantos cafés encima para aguantar la jornada en ciernes. La noche, resumió, había tenido mucha «tertulia ganadera», y a él apenas le había dando tiempo a echar una cabezada «recostado en el tractor, bajo una manta».
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Otros contaron cómo se les había acercado gente, tanto por la noche como a primera hora de la mañana, interesada en sus reivindicaciones; gente que volvía a casa después de salir de fiesta o gente que les ofrecía café para despejarse. En cualquier caso, según señaló la Policía Local de Santander, la noche transcurrió sin incidencias.
A primera hora de la mañana comenzaron a llegar también los compañeros que pasaron la noche en casa, que pudieron darse una ducha y, como muchos recalcaron, atender a los animales –«porque eso es así día tras día»–.
Por allí apareció José María García, que el día anterior había arrancado su tractor a las 6.30 horas en Reocín de los Molinos, se había plantado en Reinosa a las ocho y había llegado a Santander cerca de las doce y media. Hoy regresó pronto a la capital –con él estaban su mujer, María Ángeles García, y su hija Cristina, ambas muy reivindicativas– para «dar visibilidad» al campo. «Aquí hay gente de casi todas las comarcas de Cantabria; hay gente de Lamasón, de Puente Nansa, de Guriezo, de Soba, de Potes, de Polaciones...», enumeró José María García para ilustrar la amplia respuesta del sector primario de Cantabria.
Si inicialmente la salida de los ganaderos estaba prevista para las once y media de la mañana, finalmente se produjo algo más de una hora después. ¿Por qué? Porque decidieron protagonizar una nueva protesta con los tractores, que provocó el corte del tráfico en la avenida Calvo Sotelo. Previa «comunicación» de sus intenciones a la Delegación de Gobierno, según explicaron los organizadores, y bajo escolta de la Policía Local de Santander, los tractores se situaron a la altura del edificio de La Equitativa. Allí volvieron a hacer sonar, ya ininterrumpidamente hasta que abandonaron la ciudad, los cláxones y los cencerros.
Algunos viandantes que se encontraron con la manifestación siguieron el recorrido desde la acera. Los tractores avanzaron hasta la sede de Delegación, allí se detuvieron y ante la puerta depositaron un nuevo cadáver: el de un potro de dos años que, según José Macho Balbás, había sufrido el ataque de un lobo la noche anterior. «Ha amanecido muerto a cien metros de casa, en Requejo (Reinosa). Le han atacado de noche. Hay leyes (en referencia a las que protegen al lobo) que no tienen razón de ser. Es un problema muy serio. Antes convivíamos con el lobo, ahora es imposible», lamentaba este ganadero, poco antes de volver a cargar al animal en la pala de su tractor.
En Delegación, los ganaderos rezaron el consabido padrenuestro por el sector primario y, sin dejar de atronar con sus cláxones y cencerros, abandonaron Santander por la calle Castilla.
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