«Mi hija pequeña siempre recordará este cumpleaños»

El padre, Eduardo de Miguel, tiene la tienda 'Foto imaGen' en el centro que, como todos los negocios que no son de primera necesidad, ha tenido que cerrar. Su mujer, Nerea, está en paro y desde hace años colabora con 'SOS Desaparecidos'. «A nivel nacional se están desactivando unas cuantas alarmas de gente que, ante lo que estamos viviendo, está volviendo a sus casas».

La hija mayor es Maider Lavín, fruto de un matrimonio anterior de Nerea. Tiene 18 años, estudia en el IES Montesclaros y tiene por delante las pruebas de la Ebau. Es muy responsable y lo lleva bien, pero el retraso de los exámenes le ha fastidiado un viaje a Estados Unidos que le tocó en un concurso de Instagram. Ahora no sabe si irá o podrá aplazarlo. El año que viene le gustaría estudiar un doble grado de Arquitectura y Diseño de Interiores, y aunque va a tener nota de sobra no quiere hacer el viaje sin valorar presentarse a la segunda convocatoria.

Su madre resalta el esfuerzo de la comunidad educativa tanto del instituto de las mayores como del colegio de la pequeña. «Están muy pendientes de ellas, les llaman, les mandan correos... Lo están haciendo muy bien», apunta Nerea con orgullo.

La mediana es Naia, tiene 14 años, y como su hermana mayor está todo el día en contacto con sus amigas gracias a las nuevas tecnologías. «La que peor lo que está pasando es la chiquitina, porque con ocho años todavía no se relacionan de forma virtual». Pese a todo, se organizan bien. Las tres se levantan pronto para desayunar y estar puntuales delante del ordenador para seguir con las clases. Maider se viste, se peina y hasta se echa colonia. Trabajan hasta la hora de comer y cuando entran en la cocina suele haber el típico pequeño cisco de «esto no me gusta». «Ya verás hoy cuando la casa empiece a oler a coliflor», bromea Nerea.

Esta bilbaína llegó a Reinosa por amor hace ya 16 años. Sus padres siguen en Bilbao y su cuñado se encarga de hacerles la compra para que no salgan de casa.

Jamás imaginaron algo así. Como tampoco que en pleno estado de alarma la chimenea de su salón iba a empezar a quemarse. «Vinieron los bomberos, la guardia civil... Un lío... No pasó nada grave pero todos nos quedamos con un olor a humo que todavía no nos hemos quitado». Días después llegó un perito, «un hombre que su mujer tenía problemas respiratorios. Venía con guantes y mascarilla. Decidimos que hasta que pase esto daba igual tener un agujero en el salón, que este señor no tenía ninguna necesidad de estar trabajando teniendo lo que tiene en casa». «Hemos lavado las cortinas y así no hemos entretenido». Eduardo teletrabaja a ratos aunque tenga la tienda cerrada, y se ha propuesto ordenar el garaje. «De esta lo hace», confía Nerea. Otra de sus esperanzas es que empiece a bajar el ritmo de los whatsapps, «sobre todo de la gente que reenvía cosas que generan alarma y angustia». Lo que sí tiene claro es que dentro de uno años, cuando la vorágine vuelva, «recordaremos estos días con nostalgia».