![Pascual Urtasun (Estudio Leandro). El 'Cabo Machichaco' en llamas, visto por la popa, minutos antes de la explosión, 3 de noviembre de 1893.](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/11/02/machichaco-portdad_%20desktop-kCrB-U210335022459nkB-1200x672@Diario%20Montanes.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
«Ningún mar en calma hizo un buen marinero». Los relatos de los testigos; las reconstrucciones a través de testimonios; los estudios, muchos y rigurosos; las incansables e incesantes búsquedas, aún hoy, de un enésimo dato revelador, un nombre olvidado, un objeto inesperado. Todo contribuye a edificar la memoria, a combatir el olvido y a dotar de verdad y conciencia colectiva a ese necesario conocimiento de lo que fue una inmensa herida en la ciudad. Permanencia, tradición y legado. Las ciudades, que tienen el pulso de muchos seres vivos, poseen su periodo de esplendor y decadencia, sus pérdidas y proyectos, sus acontecimientos lacerantes y sus cicatrices. Esa sucesión de hechos e hitos, causales, casuales y azarosos que configuran el relato histórico y humano. En Santander, en ese pliegue entre lo urbano y lo portuario que identifica su identidad, el recuerdo de la tragedia desencadenada la tarde del 3 de noviembre de 1893 tras la explosión del Cabo Machichaco es clave –como lo es el incendio que arrasó la ciudad medio siglo después– a la hora de diseccionar, difundir y entender los tatuajes imborrables sobre la piel santanderina.
En esa necesidad de contar, de contarnos, es donde cada conmemoración de la catástrofe del vapor siniestrado suma al recuerdo y a lo simbólico un paso más en la proyección de la memoria en las nuevas generaciones. El pasado que forja lo que somos en el presente. Los hechos son conocidos pero cabe preguntarse si empapan de verdad el relato que la conciencia colectiva necesita y merece. Cada acercamiento a la historia, la pequeña y la grande, como el que precede a estas páginas abordado por el escritor Antonio Martínez Cerezo, revela la trascendencia del acontecimiento en lo cultural y en lo patrimonial. No tanto el detalle, el dato corregido, la duda revelada o la imagen y el objeto inédito desvelado, como el retrato global de un lugar de vidas en construcción.
La ciudad en 1893
Atarazanas
Plaza
de Velarde
Rúa Menor
Catedral
Calderón de la Barca
Tienda Asilo
Muelle del
Ferrocarril
‘Cabo Machichaco’
Muelle nº 1
Muelle nº 2
0
100m.
La ciudad en 1893
El centro de Santander con la ubicación del ‘Cabo Machichaco’
Atarazanas
c/ del Puente
Rúa Menor
Plaza
de Velarde
Rúa Mayor
Catedral
Carabineros
c/ Méndez Núñez
Hotel
Continental
Calderón de la Barca
Tienda Asilo
Muelle del
Ferrocarril
‘Cabo Machichaco’
Muelle nº 1
0
100m.
Muelle nº 2
La ciudad en 1893
El centro de Santander con la ubicación del ‘Cabo Machichaco’
Atarazanas
c/ del Puente
Plaza
de Velarde
Rúa Menor
Rampa
Sotileza
Rúa Mayor
Catedral
Carabineros
Calle Cádiz
Estación de Solares
Depósito
de agua
Estación
del Norte
c/ Méndez Núñez
Colegio
San Francisco
Hotel
Continental
Calderón de la Barca
Tienda Asilo
Depósito
de Tabaco
Audiencia
Muelle
Albareda
Muelle del
Ferrocarril
‘Cabo Machichaco’
Muelle nº 1
0
100m.
Muelle nº 2
En estos 130 años, aniversario celebrado el pasado viernes, se han solapado las leyendas, las reconstrucciones rigurosas, los rastros de hemeroteca y archivo, las ficciones de escritores encabezadas por el 'Pachín González' perediano y, por supuesto, los testimonios escritos. Ese magma de «confusión, pánico, gritos y caos» descrito de manera coincidente por los testigos. O ese relato en verso, el bergmaniano 'Horrores y lágrimas' del histórico periodista José Estrañi, recogido ahora por la Asociación Machichaco en una publicación que distribuyó en los actos de la efeméride: «(...) Después, rumor lejano/de espantosos lamentos; oleadas luego de gentes aterrorizadas/que, habiendo visto allí su fin cercano/ huían con asomo de demencia/sin rumbo, sin sentido, sin conciencia,...».
‘Cabo Machichaco’
Tipo: Buque con saltillo,
con dos palos y aparejo
de goleta
Puntal
6,93 m
Eslora
78, 75 m
Características
Registro bruto: 1.688 T
Registro neto: 1.148 T
Peso muerto: 2.500 T
Manga
10,27 m
‘Cabo Machichaco’
Tipo: Buque con saltillo,
con dos palos y aparejo
de goleta
Puntal
6,93 m
Eslora
78, 75 m
Características
Registro bruto: 1.688 T
Registro neto: 1.148 T
Peso muerto: 2.500 T
Manga
10,27 m
‘Cabo Machichaco’
Tipo: Buque con saltillo, con dos palos y aparejo de goleta
Características
Registro bruto: 1.688 T
Registro neto: 1.148 T
Peso muerto: 2.500 T
Puntal
6,93 m
Eslora
78, 75 m
‘Cabo Machichaco’
Tipo: Buque con saltillo,
con dos palos y aparejo
de goleta
Puntal
6,93 m
Eslora
78, 75 m
Manga
10,27 m
Pero en un presente donde prima la inmediatez, visualizar el pasado, mantener alerta el poso de la historia, se antoja esencial. Ese es precisamente el objetivo perseguido desde hace décadas por los voluntarios de la Asociación creada en los años cincuenta. Por ello, el centro de interpretación museístico abierto esta semana en la Estación Marítima, al que se han sumado las donaciones familiares de huellas del desastre, simbolizan la necesidad de proyectar la memoria de la ciudad. Recordar y explicar. Un espacio, ubicado además a escasos metros del lugar donde se originó el cataclismo, que fija de algún modo la escena, los hechos y sus consecuencias para el ADN identitario de la ciudad. Los datos están ahí: el incendio, la deflagración y la tremenda explosión, que se asemejó a un terremoto según los testigos. Las cifras certificaron la mayor catástrofe de la época: casi seiscientas muertes, dos mil heridos y sesenta edificios destruidos.
Lo que refleja el centro permanente ahora inaugurado, cuyos fondos de exhibición irán rotando, es el rostro directo o reconstruido del hecho histórico que marcó la ciudad. Una manera de encauzar las lecciones que surgen del pasado. El propio Roberto García Borbolla, presidente de la Asociación que lleva el nombre del vapor, sintetizaba en el acto la tríada de enseñanzas inherentes al legado del suceso: el recuerdo permanente a las víctimas, «sin ideologías ni partidismos»; el «reconocimiento a la reacción espontánea, altruista de la población» y la solidaridad generalizada; y, por último, la esperanza en superar «con ese trabajo en equipo donde cada uno aporta lo mejor, cualquier circunstancia sobrevenida en el futuro».
Origen del incendio
Máquina
Calderas
Camarotes
Carbón
Mamparo estanco
Incendio
Escotilla 2
Entrepuente 2
Bodega 2
Mamparo
no estanco
Entrepuente 1
Escotilla 1
Alojamiento
tripulación
Bodega 1
Mamparo estanco
Origen del incendio
Máquina
Calderas
Carbón
Camarotes
Mamparo
estanco
Incendio
Escotilla 2
Entrepuente 2
Bodega 2
Entrepuente 1
Mamparo
no estanco
Escotilla 1
Alojamiento
tripulación
Mamparo
estanco
Bodega 1
Origen del incendio
Carbón
Camarotes
Máquina
Calderas
Foco del incendio
Mamparo estanco
Escotilla 2
Entrepuente 2
Bodega 2
Mamparo no estanco
Escotilla 1
Alojamiento tripulación
Entrepuente 1
Bodega 1
Mamparo estanco
Para llegar a la mayoría, para divulgar y difundir entre los más jóvenes los fenómenos entrelazados, azarosos, multicausales y complejos que subyacen a la tragedia, vivida en apenas unos segundos, bueno es recordar la paradoja de ese Santander de finales del XIX. Una urbe con una población de 60.000 habitantes, con actividad comercial en pleno desarrollo, que iniciaba la modernización de sus servicios y empezaba a despuntar como lugar de vacaciones. La tragedia supuso una ruptura, un antes y un después, en el corazón de una ciudad cuya actividad se multiplicaba durante los meses de verano, donde el ocio y la oferta comercial y cultural reflejaban su vitalidad.
Y precisamente en ese tiempo en el que despuntaba ya el sello santanderino: la relación con su bahía. Los muelles (en los que afloró el siniestro) ya eran testigos de la profusa presencia de las embarcaciones de remo, vela y vapor. Y el tráfico marítimo de las compañías trasatlánticas era intenso. En ese contexto, el vapor Cabo Machichaco irrumpió para cambiar el paisaje, provocar muertes y dejar la ciudad en un vacío de poder.
Incendio
Barcos que trataban de sofocar el incendio
mientras permanecía atracado en los muelles
Ganguil ‘San Emeterio’
Vapor
‘Julieta’
Vapor
‘Santander’
Algibes
‘Cabo Machichaco’
Muelle
saliente nº 1
Muelles de Maliaño
Incendio
Barcos que trataban de sofocar el incendio
mientras permanecía atracado en los muelles
Vapor
‘Julieta’
Ganguil ‘San Emeterio’
Vapor
‘Santander’
Algibes
‘Cabo Machichaco’
Muelle
saliente nº 1
Muelles de Maliaño
Vapor
‘Julieta’
Vapor
‘Santander’
Algibes
Ganguil ‘San Emeterio’
‘Cabo Machichaco’
Muelle
saliente nº 1
Incendio
Barcos que trataban de sofocar el incendio mientras permanecía atracado en los muelles
Muelles de Maliaño
Vapor
‘Julieta’
Ganguil ‘San Emeterio’
Vapor
‘Santander’
Algibes
‘Cabo Machichaco’
Muelle
saliente nº 1
Incendio
Barcos que trataban de sofocar el incendio
mientras permanecía atracado en los muelles
Muelles de Maliaño
El barco maldito había sido construido en Newcastle, botado con el nombre de 'Benisaf' en 1882, y adquirido por la compañía Ibarra en 1885 junto a otros tres barcos, entre ellos su gemelo, el 'Cabo Mayor', que también se hundió en Santander. El equipo propulsor del buque siniestrado estaba formado por dos calderas cilíndricas y para servicio de puerto una caldera auxiliar o 'caldereta'. Contenía tres bodegas y la tripulación tenía sus alojamientos en el castillo de proa, pues en la popa estaba situada la cámara y el camarote del capitán y los pilotos. El capitán de la marina mercante Luis Jar, uno de los mayores investigadores y conocedores de la jornada marcada por la fatalidad, describe la carga: «Este viaje había llegado con 1.616 toneladas de carga general (...) y 12 toneladas de ácido sulfúrico...».
Noticias relacionadas
Antonio Martínez Cerezo
Antonio Martínez Cerezo
Aser Falagán
Además, «1.720 cajas de dinamita con un peso bruto de 51.400 kilogramos y, aunque el explosivo no pasaría de 43 toneladas, era una cantidad cuatro veces superior a lo normal por haber faltado el buque la semana anterior y, además, llevar la carga de dos líneas (Sevilla y Marsella». Todo sucedió entre negligencias y casualidades. Santander se libraba esos días de una epidemia de cólera que retrasó la salida del buque de Bilbao.
Antes de atracar en el muelle tuvo que pasar por la cuarentena en el lazareto de la Isla de Pedrosa y la demora provocó acelerar decisiones, recuperar el tiempo perdido y abastecer las necesidades atrasadas. «No era raro que los cabos llevaran dinamita (José Luis Casado Soto escribió), pero sí que uno transportara tanta».
En síntesis, el barco atraca en el muelle saliente número uno de Maliaño y empieza a descargar la mercancía que tenía que dejar en Santander. A la carrera. En esa tarea se percatan del humo en una bodega. El incendio va a más y, ante una multitud cercana de curiosos y la preocupación por la dinamita que hay a bordo, el Machichaco estalla y destroza cuerpos, y arrasa edificios y calles enteras. Las crónicas que recrean la explosión lo dejan claro: Fue una especie de cañonazo de metralla disparado hacia el cielo, con la parte sumergida del buque haciendo de culata, sus costados de tubo, las escotillas de boca y los entrepuentes y su carga de proyectil». Sobrevivió gente que estaba a menos de cincuenta metros (a popa), mientras se llevó por delante a personas que estaban casi a un kilómetro». La segunda explosión, la del 21 de marzo de 1894, sumó otras quince víctimas, pero sobre todo desazón, indignación y sensación permanente de inseguridad. Se había barajado remolcar lo que quedaba del vapor lejos de la ciudad. También esperar a que el calor ambiente licuara la nitroglicerina cristalizada para seguir sacándola. Y, por último, desguazar los restos y eliminar lo que quedaba con explosiones controladas. Se desestimaron las dos primeras opciones y continuaron estudiando los restos y encomendando tareas a los buzos. El resto es conocido. En el relato de las dos primeras explosiones hay claras negligencias y decisiones equivocadas sin culpables El proceso judicial para la depuración de responsabilidades fue sobreseído.
Estado del buque. 1ª explosión
3 de noviembre de 1893
Castillo
2ª explosión
21 de marzo de 1894
Desguazado antes
de la 2ª explosión
Estado del buque. 1ª explosión
3 de noviembre de 1893
Castillo
2ª explosión
21 de marzo de 1894
Desguazado antes
de la 2ª explosión
Estado del buque. 1ª explosión
3 de noviembre de 1893
Castillo
Bodega
2ª explosión
Desguazado antes
de la 2ª explosión
21 de marzo de 1894
Estado del buque. 1ª explosión
3 de noviembre de 1893
Castillo
Bodega
2ª explosión
21 de marzo de 1894
Desguazado antes
de la 2ª explosión
Como recordaba el pasado viernes el presidente de la Autoridad Portuaria, César Díaz, la explosión sirvió como experiencia para elaborar las modernas normas de seguridad. No obstante, la tragedia del 'Cabo Machichaco' que generó en Santander una «ola de aplicación de la legislación existente», propició tres grandes cambios: «La orientación del crecimiento de la ciudad; el relevo generacional en lo público y en lo privado; y la normativa de los códigos de comercio de todo el mundo respecto al transporte de mercancías explosivas».
Con los reglamentos modernos
Los protocolos de emergencias modernos prescriben
que, en el incendio en un buque con mercancías
peligrosas, si el fuego alcanza la carga, debe dejarse
el barco arder y evacuar a todo el personal en un
radio de 1.600 metros (una milla, aproximadamente)
Radio de
seguridad
1.600 m
Fragmentos
pesados recogidos
del buque
Zonas seguras
Zonas de seguridad
Debido al tamaño de la ciudad en aquella época,
al no utilizarse las zonas seguras que marcaba el
reglamento, los daños fueron mucho mayores
Con los reglamentos modernos
Los protocolos de emergencias modernos prescriben que, en el incendio en un buque con mercancías peligrosas, si el fuego alcanza la carga, debe dejarse el barco arder y evacuar a todo el personal en un radio de 1.600 metros (una milla, aproximadamente)
Radio de
seguridad
1.600 m
Fragmentos
pesados recogidos
del buque
Zona segura
Zona segura
Zonas de seguridad
Debido al tamaño de la ciudad en aquella época, al no utilizarse
las zonas seguras que marcaba el reglamento, los daños
fueron mucho mayores
Con los reglamentos modernos
Los protocolos de emergencias modernos prescriben que, en el incendio en un buque con mercancías peligrosas, si el fuego alcanza la carga, debe dejarse el barco arder y evacuar a todo el personal en un radio de 1.600 metros (una milla, aproximadamente)
Radio de
seguridad
1.600 m
Fragmentos pesados
recogidos del buque
o de su carga
Zona segura
Zona segura
Zonas de seguridad
Debido al tamaño de la ciudad en aquella época, al no utilizarse las zonas seguras
que marcaba el reglamento, los dañosfueron mucho mayores
Con los reglamentos modernos
Los protocolos de emergencias modernos prescriben que, en el incendio en un buque con mercancías peligrosas, si el fuego
alcanza la carga, debe dejarse el barco arder y evacuar a todo el personal en un radio de 1.600 metros (una milla, aproximadamente)
Radio de
seguridad
1.600 m
Fragmentos pesados
recogidos del buque
o de su carga
Zona segura
Zona segura
Atraque
de explosivos
Fondeadero
de explosivos
Zonas de seguridad
Debido al tamaño de la ciudad en aquella época, al no utilizarse las zonas seguras
que marcaba el reglamento, los dañosfueron mucho mayores
En la nómina de víctimas de la tragedia del Machichaco asoman marineros, paleros, obreros, bomberos, pescadores, maquinistas... Los altos cargos estaban a bordo o junto al Machichaco cuando explotó. Santander se quedó sin gobierno.
Ingeniero jefe de obras del puerto de Santander
Concejal del Ayuntamiento de Santander
Coronel del regimiento de Burgos de guarnición en Santander
Capitán de la Compañía Trasatlántica Española
Fiscal de S. M. en la Audiencia de Santander
Excapitán de la vasco andaluza, práctico del puerto de Santander
Ahora, un reflejo material y visual de la crónica negra, pero también del fatalismo y de la vida del Santander del XIX, se muestra en el espacio de la Estación Marítima, tras la labor de Pedro Blanco y Manuel González Zarzuelo. Junto al Diorama y la Caja Mágica, objetos hasta ahora inéditos, se incluyen en el pequeño pero significativo circuito gracias a donaciones de las familias Valcarce González de Bango, Piñeiro Ceballos, Baraja de Simón Altuna o Rosa Coterillo, viuda de Casado Soto. Los remaches del casco del vapor; bastones de mando del alcalde en la época, Fernando Lavìn Casalís; un sable de una de las autoridades que permanecían a bordo el día de la catástrofe, rescatado por uno de los buzos... El pecio vivo de un fragmento de memoria.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández, Mikel Labastida y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.