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Pascual Urtasun (Estudio Leandro). El 'Cabo Machichaco' en llamas, visto por la popa, minutos antes de la explosión, 3 de noviembre de 1893.
Pascual Urtasun (Estudio Leandro). El 'Cabo Machichaco' en llamas, visto por la popa, minutos antes de la explosión, 3 de noviembre de 1893. Colección Victor Campo Cruz. Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS). Ayuntamiento de Santander. Publicada en Blanco y Ngero Nº152 de 31 de marzo de 1894
130 ANIVERSARIO

Las lecciones de una tragedia

El espacio abierto en la Estación Marítima simboliza la necesidad de proyectar la memoria de la ciudad en las nuevas generaciones

Guillermo Balbona

Santander

Domingo, 5 de noviembre 2023

«Ningún mar en calma hizo un buen marinero». Los relatos de los testigos; las reconstrucciones a través de testimonios; los estudios, muchos y rigurosos; las incansables e incesantes búsquedas, aún hoy, de un enésimo dato revelador, un nombre olvidado, un objeto inesperado. Todo contribuye a edificar la memoria, a combatir el olvido y a dotar de verdad y conciencia colectiva a ese necesario conocimiento de lo que fue una inmensa herida en la ciudad. Permanencia, tradición y legado. Las ciudades, que tienen el pulso de muchos seres vivos, poseen su periodo de esplendor y decadencia, sus pérdidas y proyectos, sus acontecimientos lacerantes y sus cicatrices. Esa sucesión de hechos e hitos, causales, casuales y azarosos que configuran el relato histórico y humano. En Santander, en ese pliegue entre lo urbano y lo portuario que identifica su identidad, el recuerdo de la tragedia desencadenada la tarde del 3 de noviembre de 1893 tras la explosión del Cabo Machichaco es clave –como lo es el incendio que arrasó la ciudad medio siglo después– a la hora de diseccionar, difundir y entender los tatuajes imborrables sobre la piel santanderina.

En esa necesidad de contar, de contarnos, es donde cada conmemoración de la catástrofe del vapor siniestrado suma al recuerdo y a lo simbólico un paso más en la proyección de la memoria en las nuevas generaciones. El pasado que forja lo que somos en el presente. Los hechos son conocidos pero cabe preguntarse si empapan de verdad el relato que la conciencia colectiva necesita y merece. Cada acercamiento a la historia, la pequeña y la grande, como el que precede a estas páginas abordado por el escritor Antonio Martínez Cerezo, revela la trascendencia del acontecimiento en lo cultural y en lo patrimonial. No tanto el detalle, el dato corregido, la duda revelada o la imagen y el objeto inédito desvelado, como el retrato global de un lugar de vidas en construcción.

La ciudad en 1893

Atarazanas

Plaza

de Velarde

Rúa Menor

Catedral

Calderón de la Barca

Tienda Asilo

Muelle del

Ferrocarril

‘Cabo Machichaco’

Muelle nº 1

Muelle nº 2

0

100m.

La ciudad en 1893

El centro de Santander con la ubicación del ‘Cabo Machichaco’

Atarazanas

c/ del Puente

Rúa Menor

Plaza

de Velarde

Rúa Mayor

Catedral

Carabineros

c/ Méndez Núñez

Hotel

Continental

Calderón de la Barca

Tienda Asilo

Muelle del

Ferrocarril

‘Cabo Machichaco’

Muelle nº 1

0

100m.

Muelle nº 2

La ciudad en 1893

El centro de Santander con la ubicación del ‘Cabo Machichaco’

Atarazanas

c/ del Puente

Plaza

de Velarde

Rúa Menor

Rampa

Sotileza

Rúa Mayor

Catedral

Carabineros

Calle Cádiz

Estación de Solares

Depósito

de agua

Estación

del Norte

c/ Méndez Núñez

Colegio

San Francisco

Hotel

Continental

Calderón de la Barca

Tienda Asilo

Depósito

de Tabaco

Audiencia

Muelle

Albareda

Muelle del

Ferrocarril

‘Cabo Machichaco’

Muelle nº 1

0

100m.

Muelle nº 2

En estos 130 años, aniversario celebrado el pasado viernes, se han solapado las leyendas, las reconstrucciones rigurosas, los rastros de hemeroteca y archivo, las ficciones de escritores encabezadas por el 'Pachín González' perediano y, por supuesto, los testimonios escritos. Ese magma de «confusión, pánico, gritos y caos» descrito de manera coincidente por los testigos. O ese relato en verso, el bergmaniano 'Horrores y lágrimas' del histórico periodista José Estrañi, recogido ahora por la Asociación Machichaco en una publicación que distribuyó en los actos de la efeméride: «(...) Después, rumor lejano/de espantosos lamentos; oleadas luego de gentes aterrorizadas/que, habiendo visto allí su fin cercano/ huían con asomo de demencia/sin rumbo, sin sentido, sin conciencia,...».

‘Cabo Machichaco’

Tipo: Buque con saltillo,

con dos palos y aparejo

de goleta

Puntal

6,93 m

Eslora

78, 75 m

Características

Registro bruto: 1.688 T

Registro neto: 1.148 T

Peso muerto: 2.500 T

Manga

10,27 m

‘Cabo Machichaco’

Tipo: Buque con saltillo,

con dos palos y aparejo

de goleta

Puntal

6,93 m

Eslora

78, 75 m

Características

Registro bruto: 1.688 T

Registro neto: 1.148 T

Peso muerto: 2.500 T

Manga

10,27 m

‘Cabo Machichaco’

Tipo: Buque con saltillo, con dos palos y aparejo de goleta

Características

Registro bruto: 1.688 T

Registro neto: 1.148 T

Peso muerto: 2.500 T

Puntal

6,93 m

Eslora

78, 75 m

‘Cabo Machichaco’

Tipo: Buque con saltillo,

con dos palos y aparejo

de goleta

Puntal

6,93 m

Eslora

78, 75 m

Manga

10,27 m

Pero en un presente donde prima la inmediatez, visualizar el pasado, mantener alerta el poso de la historia, se antoja esencial. Ese es precisamente el objetivo perseguido desde hace décadas por los voluntarios de la Asociación creada en los años cincuenta. Por ello, el centro de interpretación museístico abierto esta semana en la Estación Marítima, al que se han sumado las donaciones familiares de huellas del desastre, simbolizan la necesidad de proyectar la memoria de la ciudad. Recordar y explicar. Un espacio, ubicado además a escasos metros del lugar donde se originó el cataclismo, que fija de algún modo la escena, los hechos y sus consecuencias para el ADN identitario de la ciudad. Los datos están ahí: el incendio, la deflagración y la tremenda explosión, que se asemejó a un terremoto según los testigos. Las cifras certificaron la mayor catástrofe de la época: casi seiscientas muertes, dos mil heridos y sesenta edificios destruidos.

Lo que refleja el centro permanente ahora inaugurado, cuyos fondos de exhibición irán rotando, es el rostro directo o reconstruido del hecho histórico que marcó la ciudad. Una manera de encauzar las lecciones que surgen del pasado. El propio Roberto García Borbolla, presidente de la Asociación que lleva el nombre del vapor, sintetizaba en el acto la tríada de enseñanzas inherentes al legado del suceso: el recuerdo permanente a las víctimas, «sin ideologías ni partidismos»; el «reconocimiento a la reacción espontánea, altruista de la población» y la solidaridad generalizada; y, por último, la esperanza en superar «con ese trabajo en equipo donde cada uno aporta lo mejor, cualquier circunstancia sobrevenida en el futuro».

Origen del incendio

Máquina

Calderas

Camarotes

Carbón

Mamparo estanco

Incendio

Escotilla 2

Entrepuente 2

Bodega 2

Mamparo

no estanco

Entrepuente 1

Escotilla 1

Alojamiento

tripulación

Bodega 1

Mamparo estanco

Origen del incendio

Máquina

Calderas

Carbón

Camarotes

Mamparo

estanco

Incendio

Escotilla 2

Entrepuente 2

Bodega 2

Entrepuente 1

Mamparo

no estanco

Escotilla 1

Alojamiento

tripulación

Mamparo

estanco

Bodega 1

Origen del incendio

Carbón

Camarotes

Máquina

Calderas

Foco del incendio

Mamparo estanco

Escotilla 2

Entrepuente 2

Bodega 2

Mamparo no estanco

Escotilla 1

Alojamiento tripulación

Entrepuente 1

Bodega 1

Mamparo estanco

Para llegar a la mayoría, para divulgar y difundir entre los más jóvenes los fenómenos entrelazados, azarosos, multicausales y complejos que subyacen a la tragedia, vivida en apenas unos segundos, bueno es recordar la paradoja de ese Santander de finales del XIX. Una urbe con una población de 60.000 habitantes, con actividad comercial en pleno desarrollo, que iniciaba la modernización de sus servicios y empezaba a despuntar como lugar de vacaciones. La tragedia supuso una ruptura, un antes y un después, en el corazón de una ciudad cuya actividad se multiplicaba durante los meses de verano, donde el ocio y la oferta comercial y cultural reflejaban su vitalidad.

Y precisamente en ese tiempo en el que despuntaba ya el sello santanderino: la relación con su bahía. Los muelles (en los que afloró el siniestro) ya eran testigos de la profusa presencia de las embarcaciones de remo, vela y vapor. Y el tráfico marítimo de las compañías trasatlánticas era intenso. En ese contexto, el vapor Cabo Machichaco irrumpió para cambiar el paisaje, provocar muertes y dejar la ciudad en un vacío de poder.

Incendio

Barcos que trataban de sofocar el incendio

mientras permanecía atracado en los muelles

Ganguil ‘San Emeterio’

Vapor

‘Julieta’

Vapor

‘Santander’

Algibes

‘Cabo Machichaco’

Muelle

saliente nº 1

Muelles de Maliaño

Incendio

Barcos que trataban de sofocar el incendio

mientras permanecía atracado en los muelles

Vapor

‘Julieta’

Ganguil ‘San Emeterio’

Vapor

‘Santander’

Algibes

‘Cabo Machichaco’

Muelle

saliente nº 1

Muelles de Maliaño

Vapor

‘Julieta’

Vapor

‘Santander’

Algibes

Ganguil ‘San Emeterio’

‘Cabo Machichaco’

Muelle

saliente nº 1

Incendio

Barcos que trataban de sofocar el incendio mientras permanecía atracado en los muelles

Muelles de Maliaño

Vapor

‘Julieta’

Ganguil ‘San Emeterio’

Vapor

‘Santander’

Algibes

‘Cabo Machichaco’

Muelle

saliente nº 1

Incendio

Barcos que trataban de sofocar el incendio

mientras permanecía atracado en los muelles

Muelles de Maliaño

El barco maldito había sido construido en Newcastle, botado con el nombre de 'Benisaf' en 1882, y adquirido por la compañía Ibarra en 1885 junto a otros tres barcos, entre ellos su gemelo, el 'Cabo Mayor', que también se hundió en Santander. El equipo propulsor del buque siniestrado estaba formado por dos calderas cilíndricas y para servicio de puerto una caldera auxiliar o 'caldereta'. Contenía tres bodegas y la tripulación tenía sus alojamientos en el castillo de proa, pues en la popa estaba situada la cámara y el camarote del capitán y los pilotos. El capitán de la marina mercante Luis Jar, uno de los mayores investigadores y conocedores de la jornada marcada por la fatalidad, describe la carga: «Este viaje había llegado con 1.616 toneladas de carga general (...) y 12 toneladas de ácido sulfúrico...».

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Además, «1.720 cajas de dinamita con un peso bruto de 51.400 kilogramos y, aunque el explosivo no pasaría de 43 toneladas, era una cantidad cuatro veces superior a lo normal por haber faltado el buque la semana anterior y, además, llevar la carga de dos líneas (Sevilla y Marsella». Todo sucedió entre negligencias y casualidades. Santander se libraba esos días de una epidemia de cólera que retrasó la salida del buque de Bilbao.

Antes de atracar en el muelle tuvo que pasar por la cuarentena en el lazareto de la Isla de Pedrosa y la demora provocó acelerar decisiones, recuperar el tiempo perdido y abastecer las necesidades atrasadas. «No era raro que los cabos llevaran dinamita (José Luis Casado Soto escribió), pero sí que uno transportara tanta».

En síntesis, el barco atraca en el muelle saliente número uno de Maliaño y empieza a descargar la mercancía que tenía que dejar en Santander. A la carrera. En esa tarea se percatan del humo en una bodega. El incendio va a más y, ante una multitud cercana de curiosos y la preocupación por la dinamita que hay a bordo, el Machichaco estalla y destroza cuerpos, y arrasa edificios y calles enteras. Las crónicas que recrean la explosión lo dejan claro: Fue una especie de cañonazo de metralla disparado hacia el cielo, con la parte sumergida del buque haciendo de culata, sus costados de tubo, las escotillas de boca y los entrepuentes y su carga de proyectil». Sobrevivió gente que estaba a menos de cincuenta metros (a popa), mientras se llevó por delante a personas que estaban casi a un kilómetro». La segunda explosión, la del 21 de marzo de 1894, sumó otras quince víctimas, pero sobre todo desazón, indignación y sensación permanente de inseguridad. Se había barajado remolcar lo que quedaba del vapor lejos de la ciudad. También esperar a que el calor ambiente licuara la nitroglicerina cristalizada para seguir sacándola. Y, por último, desguazar los restos y eliminar lo que quedaba con explosiones controladas. Se desestimaron las dos primeras opciones y continuaron estudiando los restos y encomendando tareas a los buzos. El resto es conocido. En el relato de las dos primeras explosiones hay claras negligencias y decisiones equivocadas sin culpables El proceso judicial para la depuración de responsabilidades fue sobreseído.

Estado del buque. 1ª explosión

3 de noviembre de 1893

Castillo

2ª explosión

21 de marzo de 1894

Desguazado antes

de la 2ª explosión

Estado del buque. 1ª explosión

3 de noviembre de 1893

Castillo

2ª explosión

21 de marzo de 1894

Desguazado antes

de la 2ª explosión

Estado del buque. 1ª explosión

3 de noviembre de 1893

Castillo

Bodega

2ª explosión

Desguazado antes

de la 2ª explosión

21 de marzo de 1894

Estado del buque. 1ª explosión

3 de noviembre de 1893

Castillo

Bodega

2ª explosión

21 de marzo de 1894

Desguazado antes

de la 2ª explosión

Como recordaba el pasado viernes el presidente de la Autoridad Portuaria, César Díaz, la explosión sirvió como experiencia para elaborar las modernas normas de seguridad. No obstante, la tragedia del 'Cabo Machichaco' que generó en Santander una «ola de aplicación de la legislación existente», propició tres grandes cambios: «La orientación del crecimiento de la ciudad; el relevo generacional en lo público y en lo privado; y la normativa de los códigos de comercio de todo el mundo respecto al transporte de mercancías explosivas».

Con los reglamentos modernos

Los protocolos de emergencias modernos prescriben

que, en el incendio en un buque con mercancías

peligrosas, si el fuego alcanza la carga, debe dejarse

el barco arder y evacuar a todo el personal en un

radio de 1.600 metros (una milla, aproximadamente)

Radio de

seguridad

1.600 m

Fragmentos

pesados recogidos

del buque

Zonas seguras

Zonas de seguridad

Debido al tamaño de la ciudad en aquella época,

al no utilizarse las zonas seguras que marcaba el

reglamento, los daños fueron mucho mayores

Con los reglamentos modernos

Los protocolos de emergencias modernos prescriben que, en el incendio en un buque con mercancías peligrosas, si el fuego alcanza la carga, debe dejarse el barco arder y evacuar a todo el personal en un radio de 1.600 metros (una milla, aproximadamente)

Radio de

seguridad

1.600 m

Fragmentos

pesados recogidos

del buque

Zona segura

Zona segura

Zonas de seguridad

Debido al tamaño de la ciudad en aquella época, al no utilizarse

las zonas seguras que marcaba el reglamento, los daños

fueron mucho mayores

Con los reglamentos modernos

Los protocolos de emergencias modernos prescriben que, en el incendio en un buque con mercancías peligrosas, si el fuego alcanza la carga, debe dejarse el barco arder y evacuar a todo el personal en un radio de 1.600 metros (una milla, aproximadamente)

Radio de

seguridad

1.600 m

Fragmentos pesados

recogidos del buque

o de su carga

Zona segura

Zona segura

Zonas de seguridad

Debido al tamaño de la ciudad en aquella época, al no utilizarse las zonas seguras

que marcaba el reglamento, los dañosfueron mucho mayores

Con los reglamentos modernos

Los protocolos de emergencias modernos prescriben que, en el incendio en un buque con mercancías peligrosas, si el fuego

alcanza la carga, debe dejarse el barco arder y evacuar a todo el personal en un radio de 1.600 metros (una milla, aproximadamente)

Radio de

seguridad

1.600 m

Fragmentos pesados

recogidos del buque

o de su carga

Zona segura

Zona segura

Atraque

de explosivos

Fondeadero

de explosivos

Zonas de seguridad

Debido al tamaño de la ciudad en aquella época, al no utilizarse las zonas seguras

que marcaba el reglamento, los dañosfueron mucho mayores

En la nómina de víctimas de la tragedia del Machichaco asoman marineros, paleros, obreros, bomberos, pescadores, maquinistas... Los altos cargos estaban a bordo o junto al Machichaco cuando explotó. Santander se quedó sin gobierno.

Personajes ilustres fallecidos en las explosiones

Ricardo Saez Santa Saría

Ricardo Saez Santa Saría

Ingeniero jefe de obras del puerto de Santander

Tomás Ortiz de la Torre

Tomás Ortiz de la Torre

Concejal del Ayuntamiento de Santander

Pedro Sans Samá

Pedro Sans Samá

Coronel del regimiento de Burgos de guarnición en Santander

Francisco Cimiano

Francisco Cimiano

Capitán de la Compañía Trasatlántica Española

Antonio Echánove

Antonio Echánove

Fiscal de S. M. en la Audiencia de Santander

Clemente Villalabeitia

Clemente Villalabeitia

Excapitán de la vasco andaluza, práctico del puerto de Santander

Ahora, un reflejo material y visual de la crónica negra, pero también del fatalismo y de la vida del Santander del XIX, se muestra en el espacio de la Estación Marítima, tras la labor de Pedro Blanco y Manuel González Zarzuelo. Junto al Diorama y la Caja Mágica, objetos hasta ahora inéditos, se incluyen en el pequeño pero significativo circuito gracias a donaciones de las familias Valcarce González de Bango, Piñeiro Ceballos, Baraja de Simón Altuna o Rosa Coterillo, viuda de Casado Soto. Los remaches del casco del vapor; bastones de mando del alcalde en la época, Fernando Lavìn Casalís; un sable de una de las autoridades que permanecían a bordo el día de la catástrofe, rescatado por uno de los buzos... El pecio vivo de un fragmento de memoria.

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