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En el restaurante La Caracola, en Somo, ayer la familia Breijo estaba tan consternada que trabajaba sin poder pronunciar palabra. Conocían a Eva Jaular desde hacía más de una década. Había estado empleada con ellos los cuatro últimos veranos y «la teníamos por una ... más de la casa», cuenta Antonio, propietario de este negocio familiar. «Ahora en enero tenía pensado contratarla de continuo y de repente llega esta desgracia que nadie entiende. Era una persona excepcional, todavía no asumimos que no volveremos a verla», relata.
La conocían desde hace más de diez años, cuando comenzó a trabajar con ellos en el bar Dédalo, en el polígono de Trascueto. «Cuando traspasamos aquel negocio y empezamos aquí, ella se vino con nosotros», recuerdan. «Era una gran profesional, muy buena trabajadora. Nunca faltó a su obligación, siempre estuvo dispuesta, no daba problemas...», recuerdan. Sólo la turbulenta relación que mantenía con su última pareja, el padre de la pequeña de once meses, «la había obligado, desde hace algo más de un mes, a estar más alerta, sobre todo cuando se ponía violento».
En el trabajo ella mostraba una sensación de fortaleza, de control. «Decía que nadie le iba a hacer daño, que no lo iba a permitir. Parecía muy segura de sí misma, pero en el fondo atravesaba dificultades». Ella llegó a llamar a la Guardia Civil desde el teléfono del restaurante para solicitar que desalojaran a su expareja de la casa. «Él tenía una orden de alejamiento pero no sabemos si la cumplía». Más parece que las visitas eran recurrentes, que en alguna ocasión ella llegó a ocultarlo y que se asustaba cuando él tenía ataques de ira. ç
Antonio José Breijo - Restaurante La Caracola
Borja Breijo - Restaurante La Caracola
Uno de esos brotes explica la situación de caos y desorden en que Borja Breijo encontró la casa de Liaño cuando entró con la hermana y la madre de Eva la mañana del pasado viernes ante la falta de noticias de la víctima y de su bebé: «Estaba todo tirado, roto, destrozado, como si hubiera sucedido una batalla». Lo que nunca imaginó es que los cuerpos estaban ocultos en el corral de la vivienda. «¿Quién iba a pensar algo tan horrible? Pensábamos que se habían ido de la casa», cuenta, conmocionado.
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J. C. Rojo / D. Martínez / A. Verano / L. Mena
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