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Decenas de agentes de la Guardia Civil y la Policía Local de Noja y Castro Urdiales recordarán este pasado verano como uno de los más complicados de su carrera, en el que los botellones masivos derivaron en batallas campales en las calles. La diversión adolescente ... contemplaba, precisamente, el enfrentamiento con la autoridad. Pues bien, de aquellos polvos, estos lodos.
Pasado el verano, normalizada la situación con el fin de las restricciones, y recuperada la plenitud del ocio nocturno, parece que la tendencia persiste, incluso se recrudece. Según la Policía Nacional, las peleas y disputas se han incrementado en los últimos partes de fin de semana hasta un 30% respecto al periodo prepandémico.
«La gente está más irascible, más nerviosa en su día a día. El covid ha dejado su huella», explica el inspector Ángel Villasante, hasta hace unas semanas máximo responsable del Grupo de Atención al Ciudadano. Lo que comúnmente se conoce como jefe de las patrullas.
Ángel Villasante - Policía Nacional
Miguel Rocés - Policía Nacional
Diana Mirones - Policía Nacional
Organizó durante todo este tiempo a los agentes que están en los coches, los que tienen el pálpito de lo que sucede en la calle, y su impresión no es precisamente buena: «Hay bastante nerviosismo, pese a la vuelta a la normalidad. La gente parece haberlo pasado mal durante el confinamiento y con las restricciones; y ahora lo están sacando», agrega. Habla de mayor irreverencia, de quienes plantan cara a los agentes, de faltas de respeto a la autoridad... y de una conflictividad que se deja notar sobre todo entre adolescentes, en las zonas de ocio nocturno, cuando entra la madrugada y el alcohol y otras sustancias estupefacientes hacen efecto.
Miguel Rocés, policía nacional y miembro del Sindicato Unificado de Policía (SUP), coge las llamadas de teléfono que llegan al 091. «La gente, podríamos decir de forma coloquial, tiene ahora un humor de mecha muy corta. Explota por cuestiones por las que antes no lo hacía. Una discusión de tráfico, una riña a la salida de una discoteca, o entre compañeros de piso puede acabar muy mal», explica.
Las faltas de respeto a la autoridad se suman sin que haya consecuencias. «Cada vez hay más compañeros que sufren agresiones y aquí nadie paga realmente por ello. Golpear a un policía puede tramitarse en el juzgado como una multa de 60 euros y así no podemos trabajar. Si nos quitan la autoridad, si no sucede nada cuando somos atacados, no podemos trabajar», denuncia el sindicato. Se ha incrementado la presencia policial durante los fines de semana en las zonas habituales de ocio nocturno porque últimamente es un hervidero de emociones soliviantadas que terminan cada viernes o sábado en violentas trifulcas. «Un hecho que se está dando tanto en la vía pública como en los domicilios», cuenta Diana Mirones, portavoz de la Policía Nacional en la región.
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De hecho, las llamadas de vecinos advirtiendo de peleas en domicilios son cada vez más numerosas. «Nos llaman avisando de posibles actos de violencia de género; pero también de peleas que se dan entre personas que comparten vivienda por diferentes circunstancias de la vida», cuentan en la Policía.
El pasado sábado, día 30 de octubre, los agentes tuvieron que intervenir en tres peleas multitudinarias en el centro de Santander que sucedieron entre las 2 y las 5 de la madrugada. «Dos de ellas se desarrollaron en discotecas conocidas de la zona de ocio. Los compañeros lograron evitar males mayores», apunta Mirones. Y es que a la tercera copa desaparece cualquier atisbo de inhibición.
La gente da rienda suelta a los impulsos y a esas horas de la madrugada sale lo peor de cada uno. El lado más oscuro de la naturaleza humana, avivado por todo tipo de sustancias que nublan el juicio. Un ejemplo, los tres heridos por arma blanca en la madrugada del sábado en la calle Moctezuma tras una pelea que acabó con un joven de 20 años detenido.
«Lo que pasa es que la imagen que luego dan en el juzgado es bien diferente», explica Rocés. «Un chaval que ha sido detenido, probablemente reducido porque se ha manifestado con violencia... que ha dormido en el calabozo y que a la mañana siguiente está hecho polvo, da una imagen de cordero indefenso ante el juez, y al final parece que los agentes hemos sido los malos». «Lo que no sabe nadie es cómo estaba el día anterior por la noche, cuando se enfrentó a los agentes amenazándolos con un cuchillo, por ejemplo», expresa el representante sindical, consciente de que hay que visualizar un problema que afecta a la seguridad ciudadana y a todo el cuerpo de agentes.
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La solución no es fácil. Pasa, probablemente, por un castigo legal más contundente; pero también, de forma irremediable, por aliviar el descontento y la frustración social que trae esta corriente de violencia.
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