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El pueblo que sonó a canción de discoteca
Los rostros de la despoblación

El pueblo que sonó a canción de discoteca

Roberto Samuel Castañeda recuerda la soledad del trabajo que le curtió en el campo de Rozadío, la pequeña localidad de Rionansa donde, dice, «ya no hay nada». Donde ya no se escuchan los temas de 'El Cartucho', el local de moda donde aprendió a ser camarero de viernes a domingo para el lunes «atender a las vacas y trabajar» | El ganadero ya retirado repasa los momentos que marcaron su niñez y lamenta que los pueblos se «vacíen»

Lucía Alcolea

Santander

Domingo, 22 de diciembre 2024

En todas las historias hay cierta poética. A Roberto Samuel Castañeda le sale la lírica sin impostar la voz, a mitad de la entrevista, cuando habla del miedo y se destapa. «La primera vez que me quedé a en una cabaña tenía 13 años y sesenta vacas a mi cargo». Vivía en Rozadío, un pueblo de Rionansa, y era el único varón de tres hermanos. «Pasé miedo, porque por muy valiente que seas, la noche y la soledad pueden contigo». Aprendió con el tiempo a «ser valiente» y ahora nunca cierra las puertas. «Perdí el miedo», dice. La inocencia también. Tiene 61 años y todo el mundo le llama Melín, pero no sabe por qué. «Se me quedó y punto», explica. Dos cejas pobladas enaltecen su mirada. A Roberto no le hacen falta preguntas. Se arranca a hablar solo y parece que con cada palabra se deshace de un lamento.

«La gente empezó a cuando yo tenía veinte años, la mayoría vivía de la ganadería, pero ya se empezaba a devaluar». En Rozadío, había primero dos bares, luego solo uno y al final, «desde hace años, ninguno». En cada casa, «uno o dos vecinos, tres a lo sumo». En total, «seremos como 25 ¿y críos? críos dos, nada de cuarenta como cuando yo iba a la escuela, que desapareció, por cierto». Dice Roberto que si continúa así «el pueblo desaparece también; que tampoco se ha explotado mucho lo del turismo». «Da tristeza ver las vacías, vacías». «Los pueblos se van a quedar en nada, en nada, en nada», repite acentuando la franqueza. Al cabo de quince minutos, Roberto ya ha estampado su pena contra la mesa. «Así que todo parece estar llegando al final, también la vida de uno mismo».

Desde que se deshizo de ellas hace casi dos décadas y se fue «a trabajar de otra manera distinta». En lo que fuera. ¿Le dio pena? «me quité un peso de encima que no te puedes imaginar, porque mis padres faltaron y yo no podía con todo, para una persona sola es imposible». Eso sí, «sueño con ellas todos los días, todos, y con la vida del campo». Porque esa vida se le pega a uno a la piel. «Y eso que tengo capacidad de adaptación». Otra cosa que Roberto ha aprendido con el tiempo, «de tanto ir de un lado a otro» y curtir el desapego.

Parece un solitario el de Rozadío hasta que habla de la discoteca. La famosa discoteca 'El Cartucho', en la que trabajó de camarero durante 15 años. El fenómeno de los ochenta en Rionansa. «Venía gente de todos los sitios, incluso de otras comunidades autónomas». «La ganadería me hizo duro, cuando estás solo en un lugar mucho tiempo tienes que adaptarte a lo que hay, pero también me gusta la gente, socializar, aunque cada vez menos, claro, con la edad...». La sala de fiestas es hoy una construcción aislada en medio de un campo verde que hace veinte años retumbaba bajo los acordes de las canciones. «Estuvo muy de moda la discoteca, los primeros años se llenaba pero luego fue a menos, a menos y a menos hasta que tuvieron que dejar el negocio». Entre las vacas y la noche, fue pasando la vida. «Poca gente habrá trabajado como trabajé yo», reconoce. Tampoco lo cambiaría. «Si volviera a nacer y pudiera elegir, tendría la misma vida, la misma. Modificaría algunas cosas, claro, pero en lo tocante al ganado, no lo cambiaría por nada de nada». Y es que dice Roberto que «cualquier trabajo resulta duro si lo haces con desgana y desinterés. Si te levantas cada día para dedicarte a algo que no te llena, entonces es solo eso, un empleo; yo cuando puedo todavía voy a ayudar a unos y a otros con las vacas o me escapo a alguna feria. Estoy esperando a que me pongan una prótesis porque tengo dos hernias discales, pero diría que he sido bastante feliz».

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